sábado, 29 de mayo de 2021

Capítulo 23

- Albert, cariño, tenemos que arreglarnos que se nos hace tarde.

Anochecía ya cuando Cristina entró en el dormitorio y vio a Alberto pensativo y mirando por la ventana.

- ¿Estás bien? ¿Te pasa algo?



- He… estado pensando…

- ¿En qué?

- En que no puedo hacer esto sin él, no puedo ir de fiesta contigo, invitar a mi madre, a la pareja de mi madre, comprometerme contigo y que mi padre no esté. Lo siento pero me es imposible, no me sale. Al fin y al cabo, aunque sea como sea, es mi padre y siempre lo será.

- Lo comprendo.



- ¿En serio no te molesta?

- No cielo, es normal que quieras tener a tu padre en un día como hoy. Lo que pasa es que… a mí no me traga mucho.

- Bueno, pero eso sería cuando tú estabas casada con Enrique, ahora ya debe ser distinto.

Cristina tenía sus reservas en cuanto al padre de Alberto, pero lo que era innegable es que era su progenitor y tenía que aceptarlo.

- ¿Entonces no te importa si lo llamo?

- Venga, hazlo. Yo mientras me voy arreglando.



Alberto marcó el número de su padre y esperó nervioso.

La última vez que lo viera no fue precisamente un momento fácil para ninguno de ellos: su padre y Enrique porque los pillaron in fraganti, metidos en la cama y haciendo el amor, Cristina porque llevaba varios días preocupada por la ausencia de Enrique, era su marido y tuvo que verlo enrollado con otro hombre, y él porque descubrir aquello lo dejó en shock.

- Hola… - se oyó la insegura voz de Rubén.

- ¿Papá?

- Sí.

- Hola. Una pregunta, ¿estás en tu casa o continúas en la cabaña?

- Estoy en casa ¿por qué?

- Porque si no te importa me gustaría llegarme un momento con Cristina.

- ¿Pasa algo?

- Bueno, nos vamos a arreglar y ahora iremos y te cuento. ¿Estás bien?

Rubén pensó que si no llega a ser por la providencial aparición de Enrique, a esas horas ya no estaría bien, en realidad, ya no estaría.

- Sí, muy bien. ¿Y tú? – preguntó aún cortado.

- Genial. Ahora nos vemos.



Enrique miró a Rubén de forma interrogante.

- ¿Y bien?

Él suspiró.

- Era Alberto.

- Ah, ¿qué quería?

- Viene para acá, con Cristina.

- Vaya…

- Eso digo yo, vaya…



- ¿Qué ocurre? ¿Estás preocupado?

- Si Enrique, no sé con qué cara lo voy a mirar, esa es la verdad.

- Bueno ¿y yo? Te recuerdo que mi ex mujer me pilló contigo en la cama. Fue muy fuerte.



- Fue una pillada de las gordas, y un putadón también, porque estábamos disfrutando de lo lindo, que todo hay que decirlo, pero ahora Cristina ya no es tu mujer, y en aquel momento ya ninguno de los dos os amabais. En cambio mi hijo siempre lo va a ser. Hay cosas que no cambian.


- Bueno, pues esperemos que vengan en son de paz, porque yo no quiero líos para nada, - afirmó Enrique.

- Yo tampoco.



Alberto llamó al timbre y aguardó, y Cristina se mantuvo un paso por detrás de él; aún recordaba las serias miradas de su suegro y el insulto que le dirigió la última vez que lo viera. Odiaba tenerle miedo, pero no podía evitarlo.

- Estoy nervioso cariño, - confesó Alberto.

- Pues ya somos dos, - trató de sonreír.



Entonces al abrirse la puerta, ambos se quedaron más que sorprendidos al ver que quien los recibía no era el padre.

- Enrique… tú aquí… Perdona pero no te esperaba.



- Ya me lo imagino. Yo… supongo que vienes a ver a tu padre, - dijo nervioso, - ¡Rubén! – lo llamó.


Al momento salió éste del cuarto de baño. Al igual que Enrique, también estaba arreglado como para salir de fiesta.

- Hola Alberto.

- Hola papá. ¿Podemos hablar un momento?



- Ven Cristina, - le dijo Enrique tratando de ser discreto, - ¿te he dicho que Rubén tiene una cinta de correr y otro aparato grandísimo para hacer ejercicio?

- No.

- Pues sube conmigo que te los enseño.

Y ambos se fueron escaleras arriba.

- Ven, - dijo entonces Rubén, - sentémonos en el salón.



- Me alegra verte tan bien, - le dijo Alberto.

- Gracias. Todo tiene su explicación.

- ¿Cuál?

- Mejor habla tú primero, has venido para eso ¿no?



- También he venido para verte. Escucha, esta noche voy a comprometerme en matrimonio con Cristina, lo queremos celebrar yéndonos de fiesta, mamá va a estar, va a ir con Max, pero yo no concibo celebrar todo esto… sin ti.


- Papá, me da exactamente igual lo que seas o con quien te acuestes. Lo único que me dolió fue que manipularas, que me enviaras fuera, te metieras en mi correo e impidieras que yo fuera feliz con la chica que quería, y todo para poder hacértelo con mi amigo.


- No fue solo para poder acostarme con él, lo que pasó es que, no sé por qué, me enamoré. Yo ya era un hombre adulto, maduro, con un hijo adolescente, y me fui a colar por uno de sus amigos. Era de locos, pero fue así. Jamás en mi vida mi corazón ha latido tan… apasionado por nadie.


- Durante años nos encontramos a escondidas; yo hacía lo que fuera por verlo, por estar con él. Luego empezó a irse de fiesta con tus amigas, a hacérselo con ellas, parecía rehuirme, y cuando tú viniste y me dijiste que os pilló juntos y que había hecho que os separarais, pensé que si me lo llevaba, tú podrías recuperarla y yo a él. Traté de ayudarte, y estos días sin él fueron… espantosos, tanto que… me fui a los acantilados para… acabar con mi vida.

- Papá por Dios…

- Espera. Allí de pronto apareció Enrique, estaba en los acantilados por la misma razón que yo, porque estaba fatal, me echaba terriblemente de menos, estaba solo, y él impidió que yo… saltara.



- Y tú impediste que él también cometiera aquella locura, ¿no es así?

- Sí. Cuando me vio se dio cuenta de lo que yo iba a hacer, se olvidó de que él también se iba a tirar desde allí, y comprendió que no quería que me ocurriera nada, que me amaba. 



- Alberto, es la primera vez que él se da a mí de una forma auténtica, completa, la primera vez que me dice que me ama, así que… se ha venido aquí a vivir conmigo y… somos muy felices. Yo… de nuevo te pido perdón por… todo el daño que te hice, pero te quiero y te necesito, siempre te querré.


Alberto impulsivamente, se levantó y abrazó a su padre fuertemente.

- Oh papá, yo también te quiero y no me importa con quien estés, solo deseo que seas feliz.

- Gracias cariño. Por cierto, estás que te rompes de guapo ¿eh?



Alberto rió.

- No tienes remedio papá.

- No, y lo que también tengo son ojos en la cara. Te quiero hijo.

- Yo también papá, mucho.



Continuará

2 comentarios:

  1. La verdad es que no me lo esperaba pero me alegro de que Alberto y su padre se hayan reconciliado y me gusta lo que se han dicho.

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  2. Pues me alegro mucho de que Alberto y su padre hayan hecho las paces y estén bien. Al fin y al cabo, Alberto tiene su vida con Cristina y su padre con Enrique.

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