lunes, 10 de mayo de 2021

Capítulo 14

Habían pasado dos días, dos días en los que Enrique había estado permanentemente en casa; uno porque libraba en el trabajo, y otro porque llamó diciendo que no se encontraba bien. Y de pronto, de repente se había convertido en un marido modélico: se metía en la cocina y le preparaba platos exquisitos, estaba pendiente de ella, tenía detalles…


Todo esto antes habría alegrado a Cristina, pero ya era demasiado tarde. Ahora ya estaba desencantada, decepcionada, estaba enamorada de Albert y llevaba un hijo suyo en las entrañas, y lo echaba tremendamente de menos.


No habían vuelto a discutir ni él le había dicho nada, pero Cristina estaba completamente segura de que Enrique la vigilaba, de forma suave y disimulada pero lo hacía, y ahora incluso ya se estaba planteando si su marido estaba realmente bien mentalmente hablando. ¿Qué pasaría si ella llamara a Albert o fuera a su casa? Cuando se fue al colegio a dar clases esos dos días, Enrique la acompañó a la ida y la recogió a la vuelta.

Se sentía atrapada, frustrada, vigilada y controlada por alguien a quien ya no amaba.



Alberto llevaba dos días que se subía por las paredes.

Echaba muchísimo de menos a Cris y al parecer ella no podía casi ni responder a sus whatsapps y mucho menos charlar con él por teléfono o ir a verlo.



Más por distraerse que por otra cosa, Albert fue a casa de su padre a verlo y saludarlo. Él vivía en una casa muy bonita, pero solo, lo cual siempre le había parecido muy extraño a Albert. Su progenitor había sido siempre un hombre de muy buen ver, ahora ya en su madurez todavía lo era, así que, ¿por qué no buscaba a alguien con quien compartir su vida?


- Vaya, que sorpresa hijo mío, cuánto me alegro de verte, - sonrió el hombre al verlo.

- Hola papá, ¿cómo estás?



Ambos se abrazaron estrechamente.


- Bien ¿y tú? Te noto algo apagado ¿no?

- Bueno, ahora te contaré.



- ¿Te quieres quedar a cenar? Tengo tu comida favorita.

- Esto… ahora después lo hablamos ¿te parece?



- ¿Y bien? Cuéntame. ¿Ha pasado algo? – le preguntó su padre.

- ¿Recuerdas a mi amigo Enrique?

- Sí claro.

- Pues me llamó después de mucho tiempo y quedamos. Al parecer estaba aburrido de estar casado, de la rutina del matrimonio, y cuando casualmente vio a dos de mis amigas, se volvió loco.



- ¿Cómo?

- Si, dijo que quería vivir como yo, sin ataduras, enrollándose con todas las que le diera la gana. Un día lo llevé al club Frenesí y…

- ¿Al club ese donde todo el mundo se pone en bolas?

- Sí claro, ¿has estado allí o qué?

- Sigue con lo que estabas contando, anda.

Su padre como siempre evitando hablar de sí mismo y de sus cosas.

- Allí se desnudó y al momento estaba enrollándose con tres más, así que me largué y pasé de quedar otro día. Entonces se me ocurrió llegarme a ver a… a Cris, a la mujer de Enrique, ¿te acuerdas?



- Sí claro, una muchacha muy bonita.

Albert pensó que si su padre no lo llega a mandar a estudiar al extranjero, tal vez ahora Cris estaría casada con él y no con el imbécil sinvergüenza de Enrique, ¿pero para qué sacar a relucir el pasado? Ya no servía de nada.



- El caso es que… empezamos a vernos, sobre todo porque Enrique llegaba tarde, pasaba de ella y… entre nosotros surgió algo muy especial.

- Te has colado por ella ¿verdad?

- Si, totalmente, y ella por mí.

- ¿Y entonces donde está el problema?



- Pues que Enrique se mosqueó porque ella ya no lo esperaba metidita en casa y vivía su vida, y hace dos días se presentó en mi casa y se lió una gorda. Se la ha llevado, la vigila día y noche al parecer y… ya no puedo verla. Ahora querrá ejercer de buen marido, mira por dónde.

Rubén, el padre, se quedó pensativo.

- Entonces por eso estás mal ¿no es así?

- Sí papá. Cris quería separarse y quedarse conmigo, pero Enrique se opuso. La verdad es que no sé qué hacer. Lo nuestro parece estar... condenado al fracaso, - dijo triste.



- No des nada por perdido hijo. Nunca se sabe lo que va a pasar. Igual cambian las cosas.

- Pues no sé papá, ojalá.



Alberto jamás pensó en serio que lo que le dijo su padre fuera a ocurrir, pero el caso es que, varios días después, a la caída de la tarde llamaron a la puerta y, al abrirla, allí estaba Cristina.

- Cris, nena…

- Hola mi vida.



Ambos se fundieron en un abrazo tan intenso como sus sentimientos, con el deseo acumulado de aquellos días en que no habían podido verse ni estar juntos.


- Cariño, mi amor… te he echado tanto de menos… - susurró él en su oído.

- Y yo a ti. Estaba desesperada. Te quiero Albert.

- Yo también mi vida.



- ¿Cómo es que estás aquí? Estos días atrás te tenía vigilada ¿no?


- Totalmente. Hasta me acompañaba al trabajo y me recogía a la salida, no fuera a ser que me escapara para verte o me largara.

- ¿Y entonces? ¿Cómo es que has podido venir?

- Porque hace dos días que no aparece por casa. Ha desaparecido.



Continuará

2 comentarios:

  1. Me da en la nariz que la desaparición de Enrique tiene que ver con el padre de Alberto. Las últimas palabras que le dijo de que nunca se sabe lo que va a pasar y que lo mismo cambiaban las cosas, parecía que era para tranquilizarlo pero está claro que algo ha hecho aunque no tengo ni idea qué puede ser.

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  2. La desaparición de Enrique tiene que ver con el padre de Alberto. NO se, me da esa sensación. Aunque, de ser cierto, espero que no pase nada grave (aunque se merece una paliza como mínimo, por cerdo)

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