Esos dos
cabrones se iban a enterar; ¿quién era Alberto para intentar quitarle a su
mujer? Una mera distracción, un despiste, y su amigo le levantaba la esposa.
¿Con quién
demonios se había casado? Él siempre pensó que Cristina era diferente.
Enrique
entro suavemente por la puerta del salón que daba al jardín y los vio sentados
muy juntitos.
- Vaya, os
pillé.
Alberto y
Cristina se pusieron instantáneamente de pie y lo miraron sorprendidos. Aquella
irrupción inesperada jugó a favor del recién llegado.
- ¡Malditos
cabrones…! De modo que esto era lo que os traíais ¿no?
- ¡Yo creí
que eras mi amigo joder, y sin embargo aprovechaste para ligarte a mi mujer!
¡Eres un
malnacido!
- Ya, ¿y
aproveché el qué Enrique? ¿Por qué no se lo dices a Cris, eh?
- ¡¡Cállate
la puta boca!!
- No pienso
hacerlo. ¿Por qué no le dices a ella donde estabas y con quien mientras Cris y
yo estábamos juntos y la hacía feliz?
Por un
momento pareció que Enrique se sentía avergonzado.
Pero luego
se envalentonó y se dirigió a Cristina.
- ¡¡Y tú
eres una maldita golfa ¿me oyes?!! Creí que eras diferente, pero me engañabas
con este degenerado. Te juro que te voy a dar…
- ¡Eh,
bocazas! Deja de levantar ese dedo y de amenazar a Cris.
- Porque te
juro que si le pones un dedo encima te las verás conmigo. Tú no me conoces
Enrique, y menos cuando me cabreo.
Ella, en
silencio, no pudo evitar mirar a Albert con profundo agradecimiento.
- ¿Y cómo se
supone que tengo que reaccionar cuando te estás enrollando con mi mujer?
¿Esperas que te de las gracias? Eres un hijo de puta.
- ¡Así que
lárgate de mi casa de una puta vez y déjanos en paz! – le gritó por último.
- Soy lo
suficientemente mayor y madura para decidir lo que quiero hacer con mi vida, -
dijo ella, - así que… voy a quedarme con Albert, - concluyó mirándolo.
- Ya la has
oído.
- Voy a
llevármela y lo sabes, - volvió a insistir Enrique. - Las cosas no se hacen
así, abandonando el hogar y engañando a su marido. Legalmente tiene todas las
de perder.
- ¡Tú
también la has engañado!
- ¿De veras?
Es tu palabra contra la mía.
- No
Enrique, Saria, Tifany y las demás están ahí.
- Ellas no
hablarán. Son tus amigas y las conoces; ya sabes lo único que les interesa.
Alberto
sintió que se envenenaba por dentro; él estaba tratando de poner a Cris contra
él contando cosas de sus amigas.
- Tú, zorra,
vamos a casa.
- ¡No le
hables así maldita sea! – gritó Alberto.
- ¡¡No
vuelvas a dirigirme la palabra ni a decirme cómo tengo que tratar a mi mujer!!
¿Me has entendido? ¡Ella es mía y me la voy a llevar a casa lo quieras tú o no!
A partir de ahora ya no somos amigos, que lo sepas.
- Me importa
una mierda. Solo la quiero a ella.
- ¡¡¡Pues si
no quieres que le ocurra nada cállate la puta boca!!! – gritó fuera de sí.
- ¡Y tú
andando! – le gritó a ella, - nos vamos a casa.
Ella
retrocedió asustada.
Entonces se
acercó a Alberto y ambos se miraron.
- Lo… lo
siento mi vida… Esto no es lo que yo…
- Tranquila
mi amor, todo se solucionará, ya lo verás.
Enrique
mientras tanto los miraba enfadado. Luego Cristina y él se fueron.
No me esperaba que fuera así el encuentro de Enrique con Alberto y Cris. Por fin ha soltado Alberto lo que ha estado haciendo Enrique pero si yo fuera Cris, le habría pedido el divorcio y no me habría ido con él.
ResponderEliminarMadre mia! Enrique es un ser egoista. Es infiel y encima se cabrea porque su mujer hace su vida, cuando él está haciendo lo mismo y de peores maneras. Estoy de acuerdo con Merchedj, Cris no debería haberse ido con su marido, le pide el divorcio y que le den.
ResponderEliminarEn fin , a ver como sigue todo, porque miedo me da.
Hay que ver qué a Cristina se le ve una mujer sumisa.. ya se vio.. de casa al trabajo y siempre pendiente de Enrique.. y ella piensa que irse con su marido (aunque sea un mierda) es mejor para evitar problemas en general...
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