domingo, 30 de octubre de 2016

Capítulo 7

Justo un día después, Fabio entró de nuevo en la tienda, y otra vez su corazón comenzó a latir desbocado.

En silencio lo vio avanzar hacia ella; ¿por qué demonios sería tan guapo joder?


- Hola Miriam, ¿qué tal te encuentras hoy? – se interesó.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? Ya te dije lo que pensaba.


- Y yo te dije que volvería ¿recuerdas? Y seguiré volviendo aquí hasta que te des cuenta de que realmente te amo y me aceptes.


- Tú fingiste disfrazándote como si fueras otra persona, me mentiste y estuviste saliendo conmigo sin importarte para nada mis sentimientos, así que lo siento pero no puedo confiar en ti de nuevo.
- Miriam por favor…


Pero ella dándole la espalda se alejó.
Fabio agachó la cabeza apesadumbrado;  tenía que hacer algo, tenía que recuperarla como fuera.


Una hora después, Rosa entró en la tienda y se acercó a ella.
- No se qué haces aquí Rosa, ya te dije muy claro lo que pienso de vuestra estúpida broma.


-  Vengo por dos motivos Miriam, uno para pedirte perdón por lo que hice, y también para hacerte entrar en razón.
- No se de qué me hablas.


- Hablo de Fabio. Que sí, que tienes razón y todo eso, él se prestó a gastarte esa broma, pero cada vez le gustaba menos el tema, y al final se ha colado por ti de verdad, créeme.
- Ya no creo en ti Rosa.
- Pues en esto deberías creerme. Fabio en un buen tío, te lo juro. Las chicas del hospital han hecho numeritos para conquistarlo, pero él te quiere solo a ti, acéptalo. Yo sé que tú también lo amas Miriam.


- Lo que yo sienta es solo cosa mía, ¿pero tú crees que está bien empezar engañando a una persona? ¿Es esa una buena forma de conquistarla?


- Tal vez no, pero lo importante ahora es que te ha contado la verdad y que realmente te quiere.
Miriam pensó que él le había dicho la verdad porque ella escuchó a Rosa y a su hermano hablando del tema. No estaba para nada segura de que él fuera a contárselo todo como le aseguró.
- Acepta a Fabio Miriam, olvídalo todo y acéptalo. Puedes confiar en él, te lo aseguro.
Ella calló unos momentos.
-Tengo que seguir trabajando Rosa, lo siento.


La chica se despidió y se fue, y Miriam la vio de ir triste, muy triste, pero no por ella, sino por Fabio.
Le hubiera gustado que las cosas hubieran sido de otra manera, sinceras, sin engaños ni mentiras. Entonces ese pasado que no recordaba no hubiera importado absolutamente nada porque lo habría tenido a él.


Poco antes de la hora de cerrar, entró una chica morena y saludó afectuosamente al dueño de la tienda.
Miriam los observó mientras ambos charlaban.


- ¿Y no puedes vivir allí sola por tu cuenta? – le decía el dueño de la tienda a la recién llegada.
- No me llega del todo para los gastos, si tuviera a alguien allí viviendo conmigo estaría más desahogada, y además ya sabes cómo es papá, no le gusta que viva sola.


- Se me está ocurriendo una idea y creo que es la solución que buscas, - dijo el entonces.
- ¿De qué hablas primo?
El llamó a Miriam para que se acercara.


- Ella es Miriam, - la presentó, - trabaja aquí en la tienda media jornada, y ahora no tiene donde vivir, está en una triste pensión, ¿por qué no te la llevas y compartís los gastos? Es buena chica, te puedes fiar ¿eh?


- Hola, yo soy Vanessa, la prima de tu jefe. ¿Te parece bien la idea de venirte a vivir conmigo?
- Por mi genial, llevo unos días en la pensión pero no me gusta. En una casa se está mejor.


- Mi casa no es que sea gran cosa pero está bien. Si quieres cuando termines aquí te puedes venir conmigo. Yo te ayudo a instalarte, - sonrió.


Y dicho y hecho. Aquel mediodía llegaron a la casa de Vanessa. Parecía una buena chica y a Miriam le había caído bien en seguida.


- Bueno, esta es la entrada de la casa. La culpa de gran parte de la decoración es de mi madre, que es algo rarita.
- Está muy bien. El estampado de las cortinas le da un aire… moderno.
- No disimules Miriam, a mí no me termina de gustar.


- Continuemos, - Vanessa la precedió, - esta es la cocina.
Ella la siguió.


- No es demasiado grande pero creo que está bien. Podremos comer, desayunar y cenar aquí. ¿Se te da bien la cocina Miriam?


- Pues… no sé.
Ya no se atrevía a hablar mucho de sí misma y contarlo todo. Si Rosa no hubiera tenido tanta información, tal vez no le habría gastado aquella broma pesada.


- Este es el saloncito. ¿Qué te parece?
- Está muy bien. Para nosotras más que de sobra.


- Y este es tu dormitorio. Tiene una cama grande por si quieres traerte aquí alguna noche a tu chico.


Miriam, sintiendo que algo le dolía muy profundamente dentro de ella, se volvió y la miró.
- Ahora ya… no tengo pareja.
Creyó haberla tenido, -pensó, pero todo fue una farsa.


Vanessa debió darse cuenta de la triste expresión de su rostro.
- ¿Te dejó él?
- No, fui yo.
- Pues se nota que aún le quieres, así que ánimo mujer, todo se puede arreglar, - sonrió.


- Te dejo que instales tus cosas y te cambies, - le dijo saliendo de la habitación, - yo mientras voy a preparar el almuerzo.


Miriam guardó su ropa y colgó el cuadro de Kiko, su sim.
Entonces se paró ante él y lo miró sin verlo.


Era en otra persona en quien pensaba, en aquellos ojos plateados que habían calado hasta el fondo de su ser, y estaba ya tan acostumbrada a salir con él, que ahora lo echaba mucho de menos.
¿Cómo se podía renunciar a lo que se deseaba con toda el alma?


Continuará

jueves, 27 de octubre de 2016

Capítulo 6

Miriam entró en casa y se fue decidida hacia las escaleras. Tenía muy claro lo que iba a hacer, y lo haría ahora mismo.  Al pasar junto a los dos hermanos, obviamente interrumpieron la conversación.
- Ah, hola Miriam, - dijo Rosa visiblemente sorprendida.

- ¿Te pasa algo? – quiso saber Alfredo.


Pero ella, sin decir ni media palabra continuó subiendo las escaleras.
Rosa se dio cuenta de que lloraba.
- Mierda… - murmuró pensando que acababan de meter la pata hasta el fondo.


Los dos hermanos subieron la escalera rápidamente detrás de ella.
- Miriam por favor, espera, -le dijo Rosa, - ¿qué… qué te ha pasado?
- ¿De verdad necesitas preguntarlo? – dijo sin volverse, - lo sé todo, así que ahora mismo recogeré mis cosas y me iré.


Dicho esto entró en su dormitorio y comenzó a sacar sus cosas. Rosa la siguió.
- Miriam por favor, vamos a calmarnos ¿vale? No puedes irte ahora, sola en medio de la noche. Lo… que hice fue solo una broma mujer, - trató de disculparse nerviosa.


- ¿Una broma?,  ¿solo una broma Rosa?, - se volvió y la miró, - ¿jugar con los sentimientos de la gente es una broma?, ¿hacer daño es una broma divertida?, ¿te lo parece?
- Yo solo…
- Tu solo querías reírte a costa mía, y supongo que el también, claro, - dijo con pesar, - pero yo lo he estado viendo y… los sentimientos han entrado en juego, pero a quién le importa ¿verdad Rosa?


- No te vayas Miriam por favor, lo siento… - Rosa la había seguido hasta la planta baja, pero ella, sin volver la vista atrás abrió la puerta y salió para siempre.


Poco rato después logró localizar una pensión y alquilar una habitación. Era muy sencilla, ya que con lo que ganaba no podía pagarse otra cosa, pero por lo menos estaba limpia y no quedaba muy lejos de la librería.


Entonces, ya a solas, se derrumbó. Sentándose sobre la cama dejó que las lágrimas fluyesen libremente.


Estaba sola, completamente sola y se sentía perdida. No sabía quién era ni si tenía casa o familia, y la única persona que había conocido en el hospital acababa de gastarle una broma para reírse de ella, sin importarle en absoluto si sus sentimientos entraban en juego y era herida.


Y eso era lo que más le dolía; él la había visto a diario, habían salido juntos, hasta el punto de llegar a enamorarla, y todo por una broma, por una maldita broma pesada con la que él, Rosa e incluso su hermano Alfredo se estarían riendo en ese mismo momento.


A la mañana siguiente, a poco de llegar al trabajo, entró un chico moreno en la tienda.
- Miriam, - la llamó.


- ¿Si?, ¿desea algo?
- ¿No me reconoces?
Su corazón se había puesto a latir como un loco, pero ella se sentía tan mal desde la noche anterior, que apenas si se había fijado.


- Miriam, soy yo. Mi nombre auténtico es Fabio y este es el aspecto real que tengo. Rosa me llamó anoche y me dijo que te habías enterado de todo.
- Ya, os reísteis mucho a mi costa ¿no?
- Por supuesto que no nena, no digas eso.
- ¡No me llames nena!
- Miriam, anoche te dije que hoy te recogería y que había cosas de las que quería hablar contigo ¿recuerdas? Y era de eso, esto empezó como una simple broma pero luego…


- Me temo que ya es demasiado tarde, así que puedes irte. Tú accediste a gastarme esa absurda broma pesada, de modo que para mí ya estás de más.


- Miriam por favor, estaba deseando hablar contigo y contártelo todo, y también quitarme aquella peluca y las lentillas de color marrón, que han sido una auténtica pesadilla. Yo… lo que te dije anoche no era ninguna broma cariño, era real.


- Adiós mmm… como te llames, - dijo ella alejándose.
Fabio permaneció un momento allí sintiéndose más gilipollas que en toda su vida.
- Volveré Miriam, - dijo antes de marcharse.


Cuando más tarde salió del trabajo y volvió a su pensión, Miriam miró el cuadro de Kiko, su sim. Se lo había llevado cuando se marchó de casa de Rosa.


Mientras lo contemplaba sin verlo en realidad, dos ardientes lágrimas rodaron por sus mejillas.


Nadie, ni siquiera Fabio sabía cuánto le había costado decirle adiós, renunciar a él.


Miriam se sentó en la cama recordándolo. Tenía los ojos claros y era moreno…
Claro, por eso le extrañaban sus cejas negras en comparación con el pelo rubio.  Ahora, y esto era lo malo, le gustaba aún más que antes con aquel aspecto falso.


A pesar de lo que él dijera, él tal vez fingió sus sentimientos hacia ella, pero ella no, ella se sentía hecha polvo porque lo amaba y había tenido que renunciar a él.


Continuará