martes, 4 de mayo de 2021

Capítulo 11

Cristina comenzó a vivir una especie de doble vida: oficialmente seguía viviendo con Enrique, pasaba por casa el tiempo justo para que su marido no se mosqueara, pero luego corría a casa de Albert y allí se entregaban al amor. Luego también salían y se divertían por ahí. Después, a medida que empezaron a pasar los días y las semanas, Cristina se relajó y no tomaba ya muy en cuenta cuando debía estar en casa para que Enrique la viera y no notara su ausencia. Era tan feliz con Albert, que ya incluso había llegado a pensar que a su marido no le importaba su ausencia lo más mínimo. Pero aquel día, cuando Cris fue a casa tras pasar el fin de semana con Albert, el destino le demostró que estaba equivocada.


Había salido de la ducha y se acababa de vestir cuando Enrique entró repentinamente en el dormitorio.

- Vaya, por fin te encuentro, - dijo al parecer molesto.



- Hola Enrique, - lo saludó ella como si nada.

- Déjate de hola. ¿Dónde diablos te metes que nunca estás en casa?



- ¡He venido no sé cuántas veces y no te he encontrado aquí! – le gritó.


- ¡¡Y encima este último fin de semana ni siquiera has dormido en casa!! ¿Dónde coño te metes eh?


- Para empezar a mí no me grites ¿vale?, que por mucho que levantes la voz no vas a tener más razón, - le dijo calmadamente, lo cual puso a Enrique de los nervios.

- ¡Contesta joder! – le exigió.



- ¿Y para qué quieres que esté en casa Enrique? ¿Para ver cómo te vas antes de tiempo a trabajar? ¿Para que te cocine yo ya que tú vienes harto de los fogones? ¿Para que me rechaces si te pido que hagamos el amor? 


Cristina pasó junto a él y se dirigió al espejo.

Enrique no podía creer que aquella fuera la misma Cristina de siempre.

¿Qué había ocurrido? ¿Por qué le daba la sensación de que había cambiado? Hasta se la veía distinta.



- Escúchame… - dijo avanzando hacia ella.

- Lo siento pero tengo prisa. Me están esperando.

- ¿Y dónde mierdas vas tú y con quién, eh? Soy tu marido, me debes más de una explicación.



- Yo tengo una vida Enrique, un trabajo, amistades. Mi mundo no gira en torno a ti ¿sabes? Tú te vas donde te da la gana, llegas a las tantas y tampoco me dices que coño has estado haciendo ni con quien, así que no te debo absolutamente nada.


Él se quedó en silencio un momento; definitivamente ella había cambiado, jamás le había contestado así en los cinco años de matrimonio que llevaban.

¿Por qué? ¿Qué estaba pasando?



- Cristina, no agotes mi paciencia y dime ahora mismo donde puñetas te metes últimamente, donde has pasado este fin de semana.

- ¿Y a ti? ¿Te ha vuelto a llamar tu jefe a horas intempestivas? – dijo irónica.



- Esta falda me queda genial… - comentó ella como para sí misma mientras seguía mirándose al espejo e ignoraba a su marido. 


- Esto no se acaba aquí Cristina, ¿me oyes? – le dijo lleno de rabia.

- Pues yo ya he terminado. ¿Qué pasa? ¿Hoy no tienes prisa por irte? Igual te está esperando tú… jefe, - dijo burlonamente mientras de nuevo hacía hincapié en la palabra jefe. 



- Bueno, adiós Enrique, que te lo pases bien. ¡Ah! Y si por una extraña casualidad de la vida vuelves más temprano, no me esperes levantado; igual no vengo a dormir.


- Maldita zorra… - masculló mirándola con odio y rencor, - eres una puta.

- Y tú un cabrón y un gilipollas. ¡A la mierda! – le espetó antes de cruzar la puerta e irse. 



Con una mezcla de profundo asombro e indignación, Enrique la vio alejarse.

Allí tenía que estar pasando algo, seguro.

Cristina había cambiado, y no solo era por el hecho de que ahora parecía arreglarse más, era su actitud, sus respuestas, la felicidad que reflejaba su rostro y la seguridad en sí misma de la que hacía gala.

Cuando él comenzó a frecuentar el club Frenesí y las amigas de Alberto, Cristina estaba ahí, a su lado como siempre, esperándolo en casa, pero últimamente eso había cambiado, y con inquietud había comprobado que ella no comía en casa con él, no lo esperaba de noche, e incluso ni siquiera dormía en su cama, y eso lo había descolocado totalmente, lo había sacado de sus casillas.

¿Estaba haciendo todo aquello para llamarle la atención o realmente había algo más? – se preguntó a sí mismo. - ¿Tendría un amante?



Decidido a llegar al fondo de todo aquel asunto, Enrique salió detrás de Cristina y la siguió gran parte de la tarde. La vio entrar en varias tiendas y comprarse trapitos, y al final, para su asombro y estupefacción, la vio entrar nada menos que en casa de su amigo Alberto.

En silencio rodeó la casa buscando verla por alguno de los grandes ventanales que poseía la vivienda. Menudo casote tenía el cabrón de su amigo… - pensó.



Con la intención de no ser visto, ya que los ventanales del salón eran enormes, Enrique se situó detrás de un árbol y efectivamente, en uno de los mullidos sofás pudo ver a Cristina sentada y charlando con Alberto.


Momentos después e indignado, comprobó que ambos se acercaban, se miraban a los ojos con cara de corderos degollados y hablaban  en plan íntimo y romántico.


Pero Alberto, el que desde siempre fuera su amigo, no se conformó con eso, sino que la rodeó entre sus brazos y hasta la besó en la boca repetidas veces.


Maldito bastardo…

Le presentó a sus amigas, lo introdujo en su ambiente, y luego se abrió como los paraguas y fue a conquistar a su mujer. Pero esto no quedaría así. De ninguna de las maneras. Alberto iba a enterarse de que, no solo lo había perdido a él como amigo, sino que también tendría que renunciar de nuevo a Cris, y esta vez para siempre. 



Continuaré

3 comentarios:

  1. De este capítulo hay algo que me ha inquietado y es el último pensamiento de Enrique, que Alberto tendría que renunciar a Cris para siempre. Tengo ganas de saber qué se propone para decir esta frase.

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  2. El hecho de que Alberto le presentase a sus amigas, no quiere decir que él tenga la culpa de todo. Porque si Enrique hubiese querido mejor a su mujer, él no se hubiese atrevido a probar los placeres carnales de otras mujeres. El único culpable es el mismísimo Enrique, por no ser claro con su mujer, por ser como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer...Alberto intentó persuadirle, le dijo que lo que iba a hacer no estaba bien, pero el otro insistió...
    Espero y deseo que esa amenaza no se cumpla, porque no suena nada nada bien :(

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  3. Hay que decir que Alberto también ha jugado a su conveniencia un poco! Porque si Enrique no hubiese entrado en esos temas de infidelidad... El tampoco hubiera podido acercarse a Cristina... Aunque hay que decir que Alberto nunca dijo nada sobre lo que hacía... Y cuando Cristina se entere de que lo sabía todo... Va a tener que dar explicaciones también..😮

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