martes, 18 de mayo de 2021

Capítulo 18

Anochecía ya cuando Alberto y Cristina llegaban a la cabaña que poseía el padre de él.

Todo parecía estar en calma y solo se oían los últimos trinos de los pájaros antes de acurrucarse en sus nidos para dormir.

- Parece como si no hubiera nadie Albert, - comentó ella.



- No, mi padre debe de estar porque mira, ¿ves? El BMW rojo que te dije que tenía.

- Sí, es verdad. Como está casi escondido entre los árboles apenas se ve.

- Ven, echemos una ojeada a través de las ventanas.

- Me da la sensación de que estamos haciendo algo malo Albert.

- Que va mujer, - rió.



Los dos se pusieron a mirar a través de diferentes ventanas.

Al haber oscurecido ya, se encendieron automáticamente las luces del porche.



Alberto miró desde detrás de aquella ventana la entrada de la casa y parte del salón.

Todo estaba a oscuras y no se veía absolutamente a nadie.



- Yo no veo a nadie cariño, - le dijo Cris acercándose.

- Ni yo, pero estoy seguro de que mi padre debe de estar. Si se hubiera ido, lógicamente se habría llevado su coche, ¿no crees?

- Claro.



- Ven, entremos, - dijo Alberto usando la llave que le diera su madre. Cris lo siguió al interior de la vivienda.


- La casa es muy cuca, me gusta mucho, - dijo ella.

- Sí, no está mal. Mi padre siempre suele venir aquí regularmente, lo que no sé es para qué ni con quien. Él y sus intrigas.



- Lo único que yo temo es que aparezca de repente y nos eche a patadas, - comentó ella temerosa, - la otra vez me impresionó. Estaba tan serio…

- Esta casa se supone que algún día será mía; que se atreva a echarme de aquí.



Los dos entraron entonces en la cocina, y tampoco había nadie.

- ¿Te gusta la cocina?

- Sí, me encanta, es muy rústica.



- Vayamos al dormitorio, porque en el baño tampoco está.

- Tengo miedo Albert.

- ¿Pero por qué mi vida?

- No se… ¿Y si se enfada?

- Me da igual. Pienso llegar al fondo de este asunto, porque la otra vez que vinimos me dio la sensación de que no quería que entráramos, y mi madre parecía ocultar cosas.

- Tienes unos padres un poco… raros, sobre todo tu padre.



Salieron de la cocina y se dirigieron al dormitorio que había en aquella planta.

- ¿Esa puerta de la derecha a donde va cariño? – preguntó Cristina.

- Al sótano.

- Ah, que tiene sótano, - se sorprendió, - no me lo esperaba.



Ambos entraron en el cuarto pero allí tampoco estaba el padre de Albert.

- Qué dormitorio más típico. Me encanta este estilo rústico.

- Ya, a mí también.



- Ahora solo nos queda bajar al sótano, - dijo él.

- Cuando hemos pasado delante de la puerta me ha dado la sensación de que escuchaba algo.

- ¿Algo? ¿Como qué?

- No sé, voces, susurros, gemidos tal vez…

- Pues vayamos para allá.

- ¿Y qué hay allí abajo?

- Otro dormitorio y un baño. Vamos.



Alberto y Cristina bajaron las escaleras que descendían hasta la planta inferior, o sea, el sótano. A medida que bajaban los escalones, las voces se hicieron más evidentes, y dentro de ellos estaba la extraña sensación de que iban a encontrar algo que no les iba a gustar nada.


Entonces, cuando llegaron abajo, los dos se que quedaron clavados en el sitio, como si sus pies hubieran perdido la capacidad de moverse y andar.

El rostro de Cristina mostró un enfado evidente, y Alberto por su parte no daba crédito.

Jamás en su vida habría imaginado aquello de su padre.



Continuará

2 comentarios:

  1. Cuando han bajado al sótano, sabía que iban a encontrar algo y que nos ibas a dejar con la miel en los labios. Me da, igual que cuando desapareció Enrique, que es él el que está allí y no en buenas condiciones. Ufff, ahora a esperar dos días para saberlo.

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  2. O Enrique está pasándolo mal o todo lo contrario...No sé que espero encontrar en ese sótano. Intrigada me tienes.

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