sábado, 22 de mayo de 2021

Capítulo 20

Alberto, Enrique y Cristina volvían a casa.

Por el camino habían ido en silencio, cada uno metido en su mundo, en sus encontrados sentimientos, en su inseguro e impreciso futuro, sobre todo Alberto, el cual estaba casi completamente convencido de que los otros dos lo dejarían en su casa y se irían juntitos a la suya.

Cristina estaba triste; nunca es fácil romper una relación de años, pero sobre todo le dolía que el padre del hombre que amaba la despreciara de esa forma, la insultara como lo había hecho. Ahora se explicaba sus miradas serias e inhóspitas, ese odio que parecía tenerle.



Y Enrique por su parte era el que tenía más encontrados sentimientos.

Por una parte Cristina había llegado con Alberto, habían llegado juntos, pero por otra le fastidiaba que hubieran entrado allí, que hubieran interrumpido…

Debía estar loco, maldita sea. Había salido de aquella cabaña y ahora se quería ir a su casa con Cristina. ¿Qué demonios estaba pensando?



Pero cuando los tres se detuvieron ante la casa de Alberto, ella lo miró muy seria y le dio las buenas noches.

- Cristina cariño, perdóname, vámonos a casa por favor, - suplicó.

Alberto, con el corazón en un puño, callaba y observaba la escena pensando en que tal vez estaba a punto de perderla definitivamente.



- ¿Te crees que con eso se arregla todo Enrique? Si es por el perdón te lo doy, pero ya no quiero seguir contigo. No eres… claro, hay cosas en ti que…


- No Cristina por favor, yo te prometo que ya no estaré y ni siquiera miraré a más nadie, solo a ti. Seré un buen marido.


- Escúchame Enrique, hace un rato estabas debajo del cuerpo del padre de Albert, os oí susurraros cosas, gemir de gusto. ¿Crees que soy imbécil? ¿Que te voy a creer ahora y voy a seguir contigo?


- Han sido demasiadas cosas, me has engañado una y otra vez, y estoy segura de que volverías a hacerlo. Te gusta demasiado.

- ¡Eso no es así! – protestó Enrique.



- Reconoce los hechos; Rubén creo que ha dicho la verdad, se ha dado cuenta de que su hijo lo ha descubierto, que ya sabe lo que le gusta y con quien quiere estar, y esa persona eres tú.


- De modo que me ha tenido secuestrado, me ha violado y encima tú me dices que reconozca las cosas y me vaya con él, ¿no es así?


- ¡Habla tú también claramente y dime que lo que quieres es deshacerte de mí, terminar para irte con él!


- ¡Ya estoy más que harto de todo esto Cristina! ¿Te has planteado alguna vez que cuando un hombre busca algo fuera de su casa es por algo, eh? – gritó enfadado.


- ¿Tal vez buscabas algo porque la persona que te gusta y te vuelve loco no soy yo? ¿Tal vez estabas huyendo de ti mismo? ¿Lo has pensado?


Enrique fue a hablar pero no pudo; tenía un nudo dentro, aquellas palabras herían, sacaban cosas, cosas que no deseaba ni estaba preparado para enfrentar, y fastidiaban.


Alzando la cabeza, ambos se miraron en silencio.

- Entonces… ¿quieres que nos divorciemos? ¿Esa es tu última palabra?

- Sí Enrique, creo que es lo mejor para los dos.

- Si tú lo dices… - murmuró.



Enrique sintió que de alguna forma su vida se desmoronaba.

Durante años había estado casado con aquella chica, luchó por ella hasta hacer cosas que tal vez no debía, y entonces todo se complicó, se volvió retorcido  y hasta bochornoso para él. Y ahora… lo había perdido todo.



- Escucha, - Alberto tomó la palabra, - ya sé que me dijiste que no éramos amigos, pero durante muchos años lo fuimos, y ahora voy a necesitar algún tiempo para digerir todo lo que ha pasado, lo que he averiguado de ti… y sobre todo de mi padre.


- No tienes ni la menor idea de lo que ha sido llegar allí y… y veros a los dos… juntos, y tampoco sabes lo que ha significado enterarme de que hicisteis todo aquello para alejar a Cris de mí.


- Enrique, yo la amaba ya cuando éramos adolescentes, estaba loco por ella, y de pronto me tuve que ir, mi padre me mandó lejos e impidió que siguiéramos en contacto. Y cuando volví, ya estaba casada contigo, y encima tú te permitías el lujo de engañarla, de ponerle los cuernos con unas y con otras. ¿Sabes la rabia y el coraje que me daba?


- Lo siento Alberto, no sé en realidad por qué lo hice. Yo… espero averiguarlo… algún día, - dijo muy triste.


Después la miró a ella.

- Bueno pues… adiós Cristina. Espero que seas muy feliz y que… tu bebé nazca bien y lo crieis juntos.

- Adiós Enrique.



Echó a andar triste, hundido, cabizbajo, con pasos pesados, sin saber muy bien por donde iba.

Alberto lo vio de ir y quiso quedarse indiferente, sentirse incluso feliz, pero no pudo. Cristina por su parte, ni siquiera lo pudo ver partir.  



Continuará

2 comentarios:

  1. Bueno, pues todos han dicho lo que tenían que decir y Enrique por fin ha asumido la separación de Cris. Me ha dado hasta pena verlo partir así pero en definitiva él se lo ha buscado.

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  2. Al fin Alberto y Crsitina podrán estar juntos y criar al bebé los dos, pero Enrique me ha dado hasta cosilla, pobre. Ahora que ha asumido las cosas es como que se siente perdido y no sabe que hacer....A ver como va todo

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