Rubén Díaz,
padre de Alberto, estaba sobre el cuerpo de Enrique. Ambos estaban desnudos y
el duro miembro de Rubén se hundía una y otra vez en las ardientes
profundidades del trasero de Enrique.
Tanto
Cristina como Alberto, los cuales estaban atónitos, los habían escuchado gemir,
murmurarse cosas, pero cuando ambos escucharon pasos descendiendo por las
escaleras, Rubén continuó, y en cambio Enrique comenzó a agitarse, a urgir a su
compañero para que se quitara de encima y lo dejara.
- Joder… -
murmuró Enrique, - maldita sea, nos… nos han… pillado, - susurró apenas para
que los recién llegados no lo oyeran, - suéltame, vamos déjame…
- Ya da
igual, ¡que se enteren! Que sepan que te encanta que te la meta, que te vuelvo
loco…
- ¡Déjame
joder! ¡Alberto ayúdame! ¡Tu padre me secuestró y me está… violando! – gritó.
Rápidamente
Rubén se levantó de la cama y Enrique nerviosa y atropelladamente, también se
puso el slip.
- Así que
por eso no nos dejaste entrar, ¿verdad papá?
- Tienes a
esa chica contigo, ¿no es así? Pues da gracias.
- Eres un
desgraciado Enrique, no solo te lo hacías con las amigas de Albert, sino
también con su padre, - dijo Cristina mirándolos condenatoriamente, - cómo
pudiste…
- ¡No
cariño! – protestó Enrique, - eso no es así. El me secuestró cuando salí del
restaurante y me encerró aquí.
- Cerdo hijo
de puta… ¡Eres un embustero! ¡Tú me has estado chantajeando todos estos años!;
o lo hacía contigo o le contarías a mi mujer y a tu hijo toda la sarta de
mentiras que les acabas de contar.
- Eso es
falso y tú lo sabes Enrique, - le contestó Rubén, - puede que empezara como un
chantaje, pero luego te encantó, y hasta tienes sentimientos por mí, me
quieres.
- Por favor,
perdona por toda esta bochornosa escena, pero la culpa no ha sido mía, soy solo
una víctima, créeme.
- Lo siento
Enrique, pero no voy a criar a mi hijo contigo. Mi bebé tiene a su padre y lo
quiero a él, no a ti.
- ¿Te has
parado a pensar alguna vez en lo que yo quería Enrique? Estaba totalmente
colada por Albert, lo amaba a él, deseaba que se me declarara, ir juntos a la
universidad, casarnos… Pero en cambio te acostaste con el degenerado de su
padre para conseguir alejarlo de mí y así poder conquistarme tú.
- Las
mayores locuras de la historia se han hecho por amor Cristina, ¿no lo sabes?
- ¡No se te
ocurra decir que me quieres Enrique! ¿Porque me quieres has estado llegando a
las tantas, pasando de mí y acostándote con unas y con otras? Y luego también
haciéndotelo con este señor, claro. ¿Era él quien te llamaba? ¿Era él el que
decías que se trataba de tu jefe y que te cortaba el rollo? Porque si es así
mucho te tiene que afectar sentimentalmente.
- ¡No
cariño! ¡No digas eso! He pasado una mala época, y él me chantajeaba, pero yo
no quería que te lo contara, por eso accedía, pero no siento nada por él, solo
te quiero a ti.
- Lo siento
pero no te creo una palabra. Mi decisión ya está tomada Enrique. Quiero el
divorcio.
Entonces
Rubén levantó a Enrique y se llevó sus manos a la boca besándoselas.
- Vamos,
ríndete y reconoce lo que sientes, - le dijo, - ya todo ha terminado. Deja de
fingir, de mentir y quédate conmigo.
Enrique,
cortado y apurado, miraba nervioso a su mujer.
- Estás
flipando Rubén. No soy tuyo ni de nadie. En todo caso soy el esposo de mi mujer
y quiero que siga siendo así ¿entiendes?
- Por favor
Enrique, quédate conmigo, quédate, te lo suplico.
- Ya te he
dicho que no. Estoy deseando salir de aquí e irme a mi casa con Cristina.
- Enrique, -
el hombre lo miró fijamente a los ojos, - yo no soy mucho de decir las cosas,
ya me conoces, pero te quiero, te amo, y solo deseo que estés conmigo aquí o
donde sea, hacernos el amor y oírte de nuevo gemir de gusto como antes, noche
tras noche. Quédate te lo ruego.
- Adiós
Rubén, - contestó avergonzado por lo que él acababa de decir, - hasta nunca… si
es posible.
El hombre lo
miró unos instantes en silencio, muy serio.
- Te
arrepentirás de esto, te lo aseguro.
- Sí claro.
Anda Cristina, vámonos.
Ella miró
cariñosamente a Alberto.
- Venga,
larguémonos los tres de aquí.
Alberto
sintió un pellizco en la boca del estómago al oír eso. ¿Ella se iba a ir con
él?
- ¿Vas a…
dejarme?
Cris le
guiñó un ojo.
- Calla, no
digas nada y vayámonos.
Entonces se
fueron de allí.
Sabía que estaba allí Enrique pero no me imaginaba la escena que han visto Cris y Albert y todo lo que ha contado el padre de cómo separó a Cris y Albert cuando eran adolescentes. No podía creer que Enrique llevara tanto tiempo con Rubén. Está claro que Rubén es un canalla y un indeseable y Enrique no se queda atrás. A ver qué piensa hacer Cristina después de salir de allí.
ResponderEliminarEstoy como Alberto, en shock...Me voy a leer el siguiente capi...
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