miércoles, 26 de mayo de 2021

Capítulo 22

Enrique se dirigió hacia la derecha. Más allá  no había rocas en el borde del acantilado y se podría situar mejor allí.


Y efectivamente, desde allí se accedía mejor y sin problemas.

La noche era clara, el mar estaba en calma y alguien navegaba en su velero. Ni siquiera lo verían de caer cuando se tirara. El único fastidiado sería su jefe cuando faltara al trabajo, pero en seguida lo sustituiría, ¿qué más daba?



Durante unos momentos contempló el paisaje y pensó, recordó.

Cristina estaba con el amor de su vida, iba a tener por fin un bebé con él, se iba a comprometer y a casar. La vida le sonreía. En cambio a él no le quedaba nada. Era hora de…

Enrique detuvo sus pensamientos y agudizó el oído. Por un momento le había parecido escuchar algo, un llanto o a alguien tratando de ocultarlo.



Se volvió hacia la derecha y unos metros más allá, también delante del filo del acantilado, vio sorpresivamente a Rubén.

¿Qué demonios hacía allí?



Con la misma rapidez con que se hizo a sí mismo aquella pregunta, se la respondió: Rubén estaba allí por la misma razón que él, para hacer exactamente lo mismo.


Asustadísimo y con el corazón latiéndole a mil, corrió hacia él.

Tenía que llegar a tiempo, tenía que conseguirlo, Rubén no podía…



Y en aquel preciso momento se dio cuenta de todo, de lo que sentía y había tratado de ocultar durante tantos años.

- Rubén, Rubén por favor, no lo hagas, - le suplicó nervioso.



- Déjame y vete Enrique, mi vida se ha terminado y voy a acabar de una puta vez con esta tortura.

- No, no por favor…



- He perdido a las dos personas que más quería; uno mi hijo, porque después de lo que le hice no creo que vuelva a mirarme a la cara, y el otro… tú, así que vete y déjame acabar con todo. Ya estoy harto.


- Rubén, llevo todos estos días acordándome de ti, echándote de menos, sintiéndome absolutamente perdido y… esperando como loco una llamada tuya, un mensaje, aunque sé que… que no me lo merezco. ¿Me perdonas? Fui un estúpido, un embustero. Te insulté, te… abandoné y… abandoné a… a quien yo más quería.


Rubén repentinamente se cubrió la cara y se echó a llorar. Gemía tan triste y desconsoladamente que Enrique sintió que se deshacía por dentro.

- Llevo años y años deseando que… que me digas eso, necesitando que… me eches de menos tú también. Ahora sin ti… no puedo continuar, lo siento…



- Así que… si no te voy a tener… déjame terminar con todo, te lo pido por favor. Vivir amándote, deseándote y echándote de menos sin tenerte, sin esperanzas de recuperarte, es una verdadera tortura que ya… ya no puedo resistir.


Enrique, impetuoso lo abrazó fuertemente contra sí.

- Shhhh, calla y no pienses en terminar con tu vida. ¿Qué haría yo entonces, eh? Tú… tú lo eres todo para mí Rubén, y cuando te he visto hace un momento aquí dispuesto a suicidarte, he comprendido que… que te amo más que a mi vida. ¿Me perdonas?



- Tú sabes que a ti te lo perdono todo, - contestó aferrándose a él, - ¿significa eso que… que quieres estar conmigo?


Ambos se miraron a los ojos mientras sentían renacer de nuevo la esperanza.

- Por supuesto que quiero estar contigo Rubén, día y noche, vivir contigo, casarnos, lo quiero todo, y quiero acurrucarme en tus brazos cada noche. Vivir sin ti es… insoportable, lo he comprobado.



Vehemente y apasionado, Rubén lo envolvió entre sus brazos, pegó su boca a la de Enrique y se la besó larga e insistentemente. Ambos se acariciaban y besaban como dos locos desquiciados, como quien encuentra el tesoro perdido y recupera la esperanza de soñar, de vivir…


Cuando ambos por fin se separaron, Enrique le contó que él también había ido allí a los acantilados por la misma razón, para terminar con todo, porque ya no soportaba más la vida sin él. Rubén lo escuchó sorprendido y asombrado.

Enrique jamás había reconocido tener sentimientos hacia él, nunca, pero allí estaba ante él, abriéndole por fin su corazón.



- Nunca jamás vuelvas a pensar en quitarte la vida ¿me escuchas? – le dijo al oído mientras lo abrazaba amorosamente, - ¿no sabes que te amo, que estoy loco por ti desde siempre, que voy a dártelo todo?

- Oh Rubén, no tienes ni idea de cuánto te quiero. Te adoro…



Exaltado, loco de contento y sintiéndose enamorado, Enrique echó hacia atrás a Rubén y besó su boca una y otra vez, con insistencia.


- ¿Te vienes a casa, a mi casa? – le propuso Rubén.

- Por supuesto, ¿quieres que me mude allí?

- Sí, si por favor.

- Eso está hecho. Me mudaré y mañana por la noche nos iremos por ahí a celebrarlo.

- ¿A celebrar la mudanza? – rió.

- A celebrar la mudanza, la vida y el amor. 



Continuará

3 comentarios:

  1. Ha sido toda una sorpresa que Rubén estuviera también allí con el mismo propósito que Enrique. No entiendo ese amor y adoración que tiene Enrique por Rubén pero eso no importa. Lo bueno es que ya Cristina no tiene que preocuparse de nada por parte de Enrique.

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  2. Pues mira tu, me ha gustado mucho que al final ellos dos sean felices juntos, porque también se lo merecen. Si es verdad que Enrique se portó mal con su mujer, pero él tb merece ser feliz con la persona a la que verdaderamente ama. Muy bonito este capitulo.

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  3. Dios los crea y ellos se juntan! Por lo menos dejan a los demás tranquilos jajjaa

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