Y
efectivamente, desde allí se accedía mejor y sin problemas.
La noche era
clara, el mar estaba en calma y alguien navegaba en su velero. Ni siquiera lo
verían de caer cuando se tirara. El único fastidiado sería su jefe cuando
faltara al trabajo, pero en seguida lo sustituiría, ¿qué más daba?
Durante unos
momentos contempló el paisaje y pensó, recordó.
Cristina
estaba con el amor de su vida, iba a tener por fin un bebé con él, se iba a
comprometer y a casar. La vida le sonreía. En cambio a él no le quedaba nada.
Era hora de…
Enrique
detuvo sus pensamientos y agudizó el oído. Por un momento le había parecido
escuchar algo, un llanto o a alguien tratando de ocultarlo.
Se volvió
hacia la derecha y unos metros más allá, también delante del filo del
acantilado, vio sorpresivamente a Rubén.
¿Qué
demonios hacía allí?
Asustadísimo
y con el corazón latiéndole a mil, corrió hacia él.
Tenía que
llegar a tiempo, tenía que conseguirlo, Rubén no podía…
Y en aquel
preciso momento se dio cuenta de todo, de lo que sentía y había tratado de
ocultar durante tantos años.
- Rubén,
Rubén por favor, no lo hagas, - le suplicó nervioso.
- Déjame y
vete Enrique, mi vida se ha terminado y voy a acabar de una puta vez con esta
tortura.
- No, no por
favor…
Rubén
repentinamente se cubrió la cara y se echó a llorar. Gemía tan triste y
desconsoladamente que Enrique sintió que se deshacía por dentro.
- Llevo años
y años deseando que… que me digas eso, necesitando que… me eches de menos tú
también. Ahora sin ti… no puedo continuar, lo siento…
Enrique,
impetuoso lo abrazó fuertemente contra sí.
- Shhhh,
calla y no pienses en terminar con tu vida. ¿Qué haría yo entonces, eh? Tú… tú
lo eres todo para mí Rubén, y cuando te he visto hace un momento aquí dispuesto
a suicidarte, he comprendido que… que te amo más que a mi vida. ¿Me perdonas?
Ambos se
miraron a los ojos mientras sentían renacer de nuevo la esperanza.
- Por
supuesto que quiero estar contigo Rubén, día y noche, vivir contigo, casarnos,
lo quiero todo, y quiero acurrucarme en tus brazos cada noche. Vivir sin ti es…
insoportable, lo he comprobado.
Cuando ambos
por fin se separaron, Enrique le contó que él también había ido allí a los
acantilados por la misma razón, para terminar con todo, porque ya no soportaba
más la vida sin él. Rubén lo escuchó sorprendido y asombrado.
Enrique
jamás había reconocido tener sentimientos hacia él, nunca, pero allí estaba
ante él, abriéndole por fin su corazón.
- Nunca
jamás vuelvas a pensar en quitarte la vida ¿me escuchas? – le dijo al oído
mientras lo abrazaba amorosamente, - ¿no sabes que te amo, que estoy loco por ti
desde siempre, que voy a dártelo todo?
- Oh Rubén,
no tienes ni idea de cuánto te quiero. Te adoro…
- ¿Te vienes
a casa, a mi casa? – le propuso Rubén.
- Por
supuesto, ¿quieres que me mude allí?
- Sí, si por
favor.
- Eso está
hecho. Me mudaré y mañana por la noche nos iremos por ahí a celebrarlo.
- ¿A
celebrar la mudanza? – rió.
- A celebrar
la mudanza, la vida y el amor.
Ha sido toda una sorpresa que Rubén estuviera también allí con el mismo propósito que Enrique. No entiendo ese amor y adoración que tiene Enrique por Rubén pero eso no importa. Lo bueno es que ya Cristina no tiene que preocuparse de nada por parte de Enrique.
ResponderEliminarPues mira tu, me ha gustado mucho que al final ellos dos sean felices juntos, porque también se lo merecen. Si es verdad que Enrique se portó mal con su mujer, pero él tb merece ser feliz con la persona a la que verdaderamente ama. Muy bonito este capitulo.
ResponderEliminarDios los crea y ellos se juntan! Por lo menos dejan a los demás tranquilos jajjaa
ResponderEliminar