Nerviosa y
casi sin atreverse, sintiéndose indigna incluso, Lidia llamó a Ernesto y le
propuso quedar en el parque, y él accedió.
Ver de nuevo
su cara, su preciosa sonrisa le alegró más de lo que se hubiera imaginado.
- Hola
Lidia, cuánto me alegro de verte.
- Y yo, no
sabes cuánto.
Ambos se
abrazaron, ella lo estrechó contra sí y recordó tantas veces como lo había
añorado incluso viviendo con Teo.
- Te he
echado… mucho de menos…, - le susurró entrecortadamente.
- Y yo a ti…
- Hay algo
muy importante que tengo que contarte, - le dijo cuándo se separaron, -
¿recuerdas que te conté que siendo adolescente había tenido un hijo y que lo
llevé al centro de acogida?
- Sí claro.
- Pues
resulta que mi madre y su marido fueron allí a por él y lo recuperaron. Lo han
criado durante años, y hace unos días el niño fue a buscarme a donde yo vivía.
- Ah, qué
bien. Menuda sorpresa te llevarías ¿no?
- Por supuesto, para mí ha sido como un milagro, y mucho más porque él quiere vivir conmigo, y yo no estoy dispuesta a perderlo otra vez.
- Pero cuando se lo dije al… chico con el que vivía, me dijo que no le gustaban los niños y menos si no era suyo. Que se lo siguiera quedando mi madre porque él pasaba de tenerlo allí en su casa.
- ¿En serio
te dijo eso?
- Sí
Ernesto, él no comprendía que yo quisiera recuperar a mi niño, decía que no
podía quererlo, ya que no lo había criado, que yo ya vivía allí con él antes de
que apareciera mi hijo.
- Pero las
cosas entre nosotros ya estaban bastante mal ¿sabes? Lo pillé en nuestra cama
follando con otra…
- No me lo
puedo creer, - dijo más que asombrado, - ¿teniéndote a ti… se permitía el lujo
de engañarte con otra?
- Sí, y encima cuando le dije que mi niño iría allí a vivir con nosotros no quiso, más o menos me dio a elegir, así que lo dejé y me fui de su casa. Ahora estoy de nuevo en casa de Marta.
- Si me
permites que te dé mi opinión, has hecho lo correcto Lidia.
- Sí
Ernesto, - le sonrió, - por primera vez en mi vida. Llamarte a ti para verte y
contarte todo esto, también ha sido correcto. No sabes las de veces que… me he
acordado de ti… Y ahora quiero que conozcas a alguien muy especial, mi hijo
Guille.
- ¿Este es
tu niño?, - dijo mirándolo sonriente.
- Sí, -
repuso el chiquillo, - ella es mi mamá.
- De modo
que te llamas Guillermo, como tu abuelo, ¿no es así?
- Sí, ¿y tú?
- Yo me
llamo Ernesto, y soy un buen amigo de tu mamá.
Entonces, ante la atenta mirada de Lidia, él besó al niño en la mejilla.
- Cuida siempre de tu mamá ¿vale?, - le dijo Ernesto a Guille mientras lo abrazaba, - ella es muy especial y te quiere, no lo dudes.
- Si no me
quisiera no se habría quedado conmigo, - lo miró, -tú me gustas, - dijo de
pronto Guille, - ¿vamos a hacernos una foto?
- Sí claro,
venga.
Al verlos a los dos riendo, charlando y haciéndose una foto, al ver a Ernesto tratando con cariño a su hijo y llevándose bien con él, al ver de nuevo la sonrisa masculina, sus ojos claros, su ternura, su simpatía y buenos sentimientos, Lidia supo que aquel era el hombre de su vida. Lo había recordado y añorado sin darse cuenta, y lo quería en su vida, lo amaba. ¿La aceptaría él de nuevo? ¿La seguiría amando?
- Ven, pasa por aquí pero no toques nada, - le dijo Marta cuando llevó a Lidia a los laboratorios en los que trabajaba.
Al fondo
abrió una puerta y le pidió que la siguiera.
¿Qué estaban
haciendo allí en realidad?, - se preguntaba Lidia mudamente.
¿Estaba en
aquellos laboratorios la solución para sus muchas erróneas decisiones?
Sintiéndose intrigada y algo escéptica, entró tras ella en otra habitación. Allí había mucho más material extraño y desconocido para Lidia.
- ¿Qué es
todo esto Marta? ¿Qué estamos haciendo aquí?, - quiso saber.
- Aquí es
donde trabajo, y esto que voy a enseñarte es algo completamente confidencial y
debes guardarlo en secreto ¿entiendes?
- Si pero…
¿por qué? No comprendo.
- Lidia,
entre unos compañeros y yo hemos inventado un portal, una forma de regresar al
pasado, y si tú vas a esos momentos en los que piensas que te equivocaste y
hablas con tu yo del pasado, tal vez puedas evitar tanto desastre. Acostarte
con Iván por ejemplo, fue un error; ya sé que gracias a eso ahora tienes a tu
hijo, pero imagina que no lo hubieras tenido ni lo hubieras tenido que
abandonar. Si no te hubieras ido a vivir con Teo no lo habrías pillado en la
cama con otra, no habrías perdido a Ernesto, que sé que te amaba.
- Tienes
razón… Ahora no se si lo podré recuperar.
- Por eso.
Cuando esta especie de puerta se ponga en funcionamiento, te llevará a la época
que tú le indiques. Yo que tú me camuflaría para que nadie reconozca tus rasgos
ni te identifique.
- ¿Pero
camuflarme cómo?
- Pues no
sé… ponte un sombrero, unas gafas de sol, vístete como una señora… lo que se te
ocurra. Y sobre todo no hables con nadie más que con tu yo del pasado.
- Vale…
¿Estás segura de que funcionará esto Marta?
- Seguro, ya
hemos hecho pruebas, pero como te digo, todo es confidencial.
- Anda,
señala ahí la primera fecha a la que vayas a ir.
- ¿Podré ir
a ver a mi padre? Es que me haría tanta ilusión…, - dijo mientras señalaba la
fecha con las teclas.
- No puedes
hablar con él Lidia, recuerda que él no te reconocería ¿comprendes? Para él su
hija es solo una niña, y tú serías una mujer más, una desconocida.
- Bueno pero
aunque sea de lejos…
Marta rió.
- No tienes
remedio. Anda, ve si quieres a verlo de lejos pero no le hables. Y cruza ya el
portal.
Un filtro extraño, una insólita nebulosa con una especie de remolino central se había formado en el portal y un sonido raro llenaba en ambiente.
- Estoy
nerviosa Marta. Espero que esto salga bien y… pueda arreglar algo de mi
desastrosa vida.
- Ya verás
como sí. Adelante.
Lidia
traspasó aquella extraña nebulosa, volvió otras tantas veces para cambiar la
fecha y volvió a irse.
- Bueno
dime, conclusión final, - le dijo Marta, - ¿qué tal te ha ido?
- Yo creo
que fatal. Mira que soy cabezota joder…
Su amiga
rió.
- Ya lo
creo, esa rebeldía ha sido tu perdición, pero esperemos que todo salga bien.
- Bueno ¿y
ahora qué?
- Ahora a
esperar.
Continuará
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