- ¿Qué tal
estás preciosa? Me he estado acordando mucho de ti ¿sabes?
- Yo…
también.
- Toma, te
he traído una rosa. ¿Te gustan las flores?
- Sí claro,
me encantan, gracias.
Los dos entraron en el local, pidieron dos cervezas y se pusieron a charlar animadamente.
- Entonces
¿dices que sirves copas en un club disco?
- Si, llevo
un tiempo allí.
- La pintura
es solo una afición ¿no?
- Bueno, he vendido
bastantes cuadros, pero no me da para vivir del arte. Es algo muy complicado
vivir solo de la pintura, ya lo sabes.
- Es verdad.
- Hum… qué música, - el expresivo rostro de Teo se iluminó con una sonrisa, - ¿quieres que bailemos?
Segundos después los dos abrazados se movían al compás de la dulzona música. El bello rostro masculino estaba tan cerca del suyo que provocaba sentimientos encontrados dentro de ella.
- Lidia…, -
la voz masculina sonó ronca y seductora.
- ¿Sí?
- Creo que
no voy a poder resistirme a ti…
- ¿Qué
quieres decir con… con eso?
Pero la contestación no llegó en palabras, sino en forma de besos seductores que la hicieron olvidarse de todo. Jamás supo cuánto tiempo permanecieron así, el uno abrazado al otro y besándose honda y profundamente.
- Lidia, -
Teo y ella se miraron a escasos centímetros, - ¿por qué no nos vamos a vivir
juntos? Tú… Me estás gustando demasiado y… siento… cosas por ti. No se me dan
muy bien las declaraciones de amor pero… te quiero y me importas lo suficiente
como para plantearme… el vivir contigo.
Durante un
microsegundo el rostro de Ernesto apareció en su mente. Luego aquellos ojazos
de Teo lo inundaron todo.
- Déjame
pensarlo ¿vale?, - le dijo.
Él asintió, la estrechó contra sí y ambos volvieron a besarse.
Aquella
noche después de todo no regresó muy tarde a casa. Ese día no le tocaba ir al
club disco, y a poco de volver, Ernesto se presentó en la puerta.
- Hola,
¿Cómo tú por aquí?
- Necesitaba
verte, - sonrió.
- ¿Quieres
pasar?
- No gracias,
la noche está fabulosa y prefiero que nos quedemos aquí. No te entretendré
mucho.
Ambos se abrazaron como viejos amigos.
- Bueno
dime, - le dijo ella al ver que se la quedaba mirando serio, - ¿estás bien?
- Sí, es
que…
- Estoy muy
nervioso y no sé cómo empezar.
- Tranquilo.
Será mejor que te traiga una bebida…
Lidia se
había dado la vuelta pero no le dio tiempo siquiera de entrar en casa. Ernesto
la abrazó desde atrás y se pegó a ella mientras acariciaba su cintura.
- Ernesto…,
- se sorprendió.
- No te
vayas, quédate aquí conmigo, así… Necesito abrazarte, sentirte…
- Pero…
- Ya… no puedo controlar ni resistir lo que siento por ti. Es… algo que me supera; te sueño, te deseo, te pienso… y cuando estoy junto a ti…
- Ernesto,
me estás asustando. Tú… normalmente no eres así.
-
Normalmente me he comportado contigo como un amigo, pero esto que siento por
ti… es mucho más grande que todo eso.
Los suaves y tiernos labios masculinos cayeron sobre los suyos, lentos al principio, luego arrasadores hasta enloquecer.
- Ernesto…,
- muy a su pesar, su corazón latía presuroso.
- Lidia,
cariño, te amo, estoy… profundamente enamorado de ti. Te quiero…
- Quiero… estar a tu lado el resto de mi vida, amarte, cuidarte, compartirlo todo contigo. ¿Me haces el honor de ser mi esposa?
Continuará
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