lunes, 12 de agosto de 2019

Capítulo 18

Teo la llamó para quedar. Cada vez que Lidia veía aquellos ojos claros y aquellos morritos se derretía.


- ¿Qué tal estás preciosa? Me he estado acordando mucho de ti ¿sabes?

- Yo… también.


- Toma, te he traído una rosa. ¿Te gustan las flores?

- Sí claro, me encantan, gracias.


Los dos entraron en el local, pidieron dos cervezas y se pusieron a charlar animadamente.


- Entonces ¿dices que sirves copas en un club disco?
- Si, llevo un tiempo allí.

- La pintura es solo una afición ¿no?


- Bueno, he vendido bastantes cuadros, pero no me da para vivir del arte. Es algo muy complicado vivir solo de la pintura, ya lo sabes.

- Es verdad.


- Hum… qué música, - el expresivo rostro de Teo se iluminó con una sonrisa, - ¿quieres que bailemos?


Segundos después los dos abrazados se movían al compás de la dulzona música. El bello rostro masculino estaba tan cerca del suyo que provocaba sentimientos encontrados dentro de ella.


- Lidia…, - la voz masculina sonó ronca y seductora.
- ¿Sí?
- Creo que no voy a poder resistirme a ti…

- ¿Qué quieres decir con… con eso?


Pero la contestación no llegó en palabras, sino en forma de besos seductores que la hicieron olvidarse de todo. Jamás supo cuánto tiempo permanecieron así, el uno abrazado al otro y besándose honda y profundamente.


- Lidia, - Teo y ella se miraron a escasos centímetros, - ¿por qué no nos vamos a vivir juntos? Tú… Me estás gustando demasiado y… siento… cosas por ti. No se me dan muy bien las declaraciones de amor pero… te quiero y me importas lo suficiente como para plantearme… el vivir contigo.
Durante un microsegundo el rostro de Ernesto apareció en su mente. Luego aquellos ojazos de Teo lo inundaron todo.

- Déjame pensarlo ¿vale?, - le dijo.


Él asintió, la estrechó contra sí y ambos volvieron a besarse.


Aquella noche después de todo no regresó muy tarde a casa. Ese día no le tocaba ir al club disco, y a poco de volver, Ernesto se presentó en la puerta.

- Hola, ¿Cómo tú por aquí?


- Necesitaba verte, - sonrió.
- ¿Quieres pasar?

- No gracias, la noche está fabulosa y prefiero que nos quedemos aquí. No te entretendré mucho.


Ambos se abrazaron como viejos amigos.


- Bueno dime, - le dijo ella al ver que se la quedaba mirando serio, - ¿estás bien?

- Sí, es que… 


- Estoy muy nervioso y no sé cómo empezar.

- Tranquilo. Será mejor que te traiga una bebida…


Lidia se había dado la vuelta pero no le dio tiempo siquiera de entrar en casa. Ernesto la abrazó desde atrás y se pegó a ella mientras acariciaba su cintura.

- Ernesto…, - se sorprendió.


- No te vayas, quédate aquí conmigo, así… Necesito abrazarte, sentirte…

- Pero…


- Ya… no puedo controlar ni resistir lo que siento por ti. Es… algo que me supera; te sueño, te deseo, te pienso… y cuando estoy junto a ti…


- Ernesto, me estás asustando. Tú… normalmente no eres así.

- Normalmente me he comportado contigo como un amigo, pero esto que siento por ti… es mucho más grande que todo eso. 


Los suaves y tiernos labios masculinos cayeron sobre los suyos, lentos al principio, luego arrasadores hasta enloquecer.


- Ernesto…, - muy a su pesar, su corazón latía presuroso.

- Lidia, cariño, te amo, estoy… profundamente enamorado de ti. Te quiero…


- Quiero… estar a tu lado el resto de mi vida, amarte, cuidarte, compartirlo todo contigo. ¿Me haces el honor de ser mi esposa?


Continuará

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