- Vaya, ya
estás aquí, - dijo Marta al verla entrar, - hoy has tardado mucho ¿no?
- Si, es que
he charlado con dos personas, ahora te cuento.
- ¿Dos
personas? ¿Quiénes?
- Cuando te
diga quien ha aparecido por allí no te lo vas a creer.
- No será…
- No, él no,
fue Sergio, mi padrastro. Me preguntó cómo estaba yo y luego también por el
niño. Le dije que lo llevé al centro de acogida y que ya no lo tengo. Sospecha
que el padre es su hermano Iván.
- Dios… ¿le
dijiste que efectivamente era él?
- No, por
supuesto que no. No quise hablar más del pasado. Pero yo sé que él tiene claras
sospechas de su hermano; lo conoce demasiado bien, y como cuando me preguntó no
quise decir nada…
- El que
calla otorga Lidia.
- Exacto.
- Bueno, ¿y
el otro encuentro con quién?, - quiso saber Marta.
- Cuando
terminé de hablar con Sergio me metí en el cuarto de baño, y al salir me saludó
un chico que había allí. Parecía como si me estuviera esperando.
- Que bien,
¿y cómo se llama?
- Ernesto.
Ha estado cuidando de su padre hasta hace poco, que ha fallecido. Llevaba mucho
tiempo sin salir el pobre. Tal vez por eso me paré a hablar con él un momento.
Con la pérdida de su padre lo comprendo.
- Bueno ¿y qué tal? ¿Es guapo? ¿Te gusta?, - preguntó Marta animada.
- Por favor, si parece sacado de una revista antigua, te lo juro. Corbata, camisa, pantalones de vestir… Ni mi padre se vestía así.
- Bueno, eso
no tiene nada que ver. ¿Es guapo o no?
- Pues…
tiene una sonrisa muy bonita, eso sí, y me encantó conversar con él. Parece un
chico comprensivo y sensible, pero sigo diciendo que tiene pinta de pardillo, -
rió.
Cuando Lidia no tenía que trabajar solía ir a la galería Casbah, el centro artístico. Allí solía pintar y se reunía con gente que también lo hacía.
Aquel día un tipo se puso a su lado mientras ella pintaba y empezó a hablarle sin parar. A pesar de que ella apenas si le respondía, el continuaba hablando y hablando, y entonces de pronto un chico moreno se acercó.
- Oye, - el
recién llegado se dirigió al pesado de turno, - ¿nos puedes dejar solos por
favor?
Inmediatamente
y para alivio de Lidia, el tipo se alejó.
- Muchas gracias ¿eh? Ya no sabía cómo hacerlo callar sin parecer grosera, - sonrió ella.
- Pues sí, y
además te distraería del cuadro que estás pintando. Por cierto, tienes mucho
arte.
- ¿Tú
también pintas?, - le preguntó al chico.
- Apenas, pero soy muy aficionado al arte. Me encanta veros a los pintores, tenéis mucho mérito, y tú concretamente pintas muy bien.
- Uy gracias, me vas a sacar los colores.
- Mi afición a la pintura no tiene mucho mérito porque es heredada de mi padre que en paz descanse.
- Ya, pero da igual, tú estás desarrollando ese don que él te dio.
- Por
cierto, - dijo él, - me llamo Teo ¿y tú?
- Lidia.
- ¿Quieres
que nos tomemos algo aquí abajo cuando termines tu cuadro?
Ella iba a
contestar cuando justo en ese momento vio entrar a Iván en la sala. Su corazón
se puso a mil.
- Si claro,
vámonos. Otro día termino el cuadro, - dijo deseando alejarse de allí y sobre todo de Iván.
Momentos
después ambos se sentaban junto a la barra y pedían bebidas.
Teo era muy
simpático y agradable, y sobre todo guapísimo.
Pero a pesar
de estar charlando con él, el hecho de haber vuelto a ver a Iván le había
removido cosas del pasado, y se había dado cuenta de que ya no sentía nada en
absoluto por él.
De pronto
sin saber por qué recordó a Ernesto, y tuvo el súbito deseo de que él estuviera
allí para charlar y contárselo todo. Se sintió tan bien hablando con él…
Cuando Teo y
ella terminaron sus bebidas se dirigieron a la puerta.
- Me tengo
que ir, - le dijo Lidia.
- ¿Me das tu
número para que te llame? Si quieres podemos quedar otro día.
- Sí claro,
apunta.
Le fue
dictando los números y él guardó el contacto en su móvil.
- Una vez más gracias Teo, me has librado del tío ese y he pasado unos momentos muy agradables contigo. Eres… muy guapo, - sonrió al final.
- Pues tú
eres preciosa ¿sabes? Ya estoy deseando llamarte y volverte a ver.
Ambos, tal
vez a causa de los nervios, rieron.
Momentos después y tras decirle adiós, Lidia se fue.
Continuará
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