- La pintura bien, pero un tío pesadísimo se puso a hablarme y no callaba.
- Y entonces
apareció un moreno guapísimo y me salvó.
- ¿Te salvó?
- Si, hizo
que el otro se largara, menos mal.
- Bueno y…
¿qué pasó? ¿Charlasteis o qué?
- Si, se
llama Teo y tiene unos ojos claros increíbles.
- Vaya, dos
chicos en menos de una semana, - rió Marta.
- Ya, pero
estando hablando con él vi llegar a Iván. Creí que me daba algo.
- ¿Se
acercó? ¿Te dijo algo?
- No, creo
que no me vio, pero como Teo me estaba diciendo de ir abajo a tomarnos algo, me
fui con él más rápido que corriendo. De todas formas, ¿sabes?, me he dado
cuenta de que ya no siento nada por él.
- Eso es
bueno Lidia. Olvida a ese cretino.
- Ya lo
creo, y teniendo a Teo allí delante fue fácil, - sonrió, - ¿sabes que me ha
pedido el número de teléfono para llamarme y quedar?
- Que bien.
Espero que lo haga.
Aquella noche a Lidia le tocó trabajar en el club disco, y al rato vio entrar a Ernesto. Inmediatamente ambos se sonrieron mutuamente.
- Hola
Lidia, ¿qué tal estás?
- Muy bien
¿y tú?
- Bien.
Ponme una copa anda.
- ¿Qué te
sirvo?
- Lo que
quieras. Sorpréndeme.
Momentos
después la copa estaba servida y Ernesto la miró intrigado.
- ¿Qué pasa?
¿No te fías de mí o qué?
- Que va.
Estaba tratando de adivinar qué le habías echado.
- Joder,
esto está buenísimo, - dijo tras probarlo, - eres una artista.
- Gracias
Ernesto, - le contestó mientras seguía atendiendo a la gente.
- ¿Quieres
que espere a que termines aquí y te acompañe? Podríamos charlar y no te irías
sola. No quisiera que te pasara nada, - le dijo él.
- Si claro,
si no te importa…
- Que va.
Esperar por ti siempre merece la pena.
Muy a su pesar Lidia se quedó algo impresionada. No estaba acostumbrada a que le dirigieran cumplidos así. Desde que Iván la insultara y le llamara zorra y puta, tal vez se había infravalorado a sí misma y no esperaba un trato como el que le daba aquel chico. Continuaba pareciendo un poco pardillo, pero se veía que era un buen tío.
Ernesto muy a menudo se la quedaba mirando pensativo, y Lidia continuaba haciendo su trabajo sin detenerse. No quería pararse a pensar qué veía en aquella mirada.
Durante un buen rato él estuvo bailando, haciendo tiempo hasta que ella por fin terminó. Luego pasearon, charlaron y quedaron en verse por la mañana.
Las citas con Ernesto comenzaron a sucederse de forma natural. Eran citas normales, sin más pretensiones que estar juntos, charlar y compartir alguna actividad. A veces iban a un parque y jugaban tranquilamente al ajedrez.
- ¿Por qué
me miras de ese modo Ernesto?, - le preguntó ella.
- Es que… me
tienes asombrado. Sirves copas de maravilla, pintas muy bien, juegas genial al
ajedrez y…
- Además de todo eso eres preciosa, eres una luchadora y me encantas.
- Muchas
gracias Ernesto, - le sonrió, - nadie jamás en mi vida me ha hecho sentirme
mejor que tú. Gracias por… valorarme tanto.
- Es que es
cierto.
- Vaya, creo que estás a punto de hacerme jaque mate, - dijo él mirando la partida, - no soy tan bueno como creía.
- Tal vez
no, pero eres bueno para otras cosas, por ejemplo para subirme el ánimo y
hacerme sentir muy bien.
- ¿En serio?
- Sí
Ernesto, eres un cielo.
Continuará
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