domingo, 4 de agosto de 2019

Capítulo 15

El tiempo había pasado, y con el tiempo algunos años.



Lidia había crecido, madurado. No había tenido más remedio dadas las circunstancias de su vida. 


Ahora trabajaba en un club disco sirviendo copas. Seguía viviendo en casa de Marta pero por lo menos los gastos los pagaban a medias.


A pesar de haber continuado con su vida, a pesar de la buena cara que ponía ante los demás, Lidia no había dejado de acordarse ni un solo día de Guille, se sentía desgarrada, dividida, como si hubiera dejado algo a medias, sin terminar, y esa sensación de vacío la agobiaba, la hacía llorar muchas veces en sus noches de soledad.


Aquella noche, cuando ya había terminado su turno, de pronto vio a Sergio, el marido de su madre.
- Hola Lidia, - la saludó sonriéndole.

- Ah, hola, - se sorprendió de verlo después de años.


- Qué mayor estás, cómo has crecido. ¿Estás bien? ¿Cómo te van las cosas?

- Bien, ahora trabajo aquí.


- ¿Y el bebé que tuviste? ¿Lo tienes contigo?
Lidia no se esperaba para nada aquella pregunta.
- Pues… pues no.
- ¿No?, - se sorprendió, - ¿y entonces que pasó?, ¿qué hiciste?

- Lo llevé al centro de acogida para que lo adoptaran. Ya ha pasado mucho tiempo.


- Bueno Lidia, ¿y el padre de la criatura?
Ella se encogió de hombros.
- Él se desentendió y no quiso saber nada. Ya te digo que ha pasado mucho tiempo de eso.
- Por eso tal vez diste al niño ¿verdad? Porque te viste sola.
- Prefiero… no recordar Sergio.
- Sin embargo lo haces, igual que tu madre, que sufre desde que tú no estás.
Ella calló y trató de tragar el nudo que se le había hecho en la garganta.
El la miró fijamente.
- Lidia, el padre de tu hijo era mi hermano Iván ¿no es así?
- Ha pasado mucho tiempo Sergio, - dijo evadiendo la respuesta a aquella pregunta, - ¿para qué remover cosas? Y además, ¿por qué piensas que pudo ser él?
- Porque lo conozco perfectamente. Sé que le gusta aprovechar el momento, llevarse a las chicas a la cama y no le gustan los niños ni las responsabilidades. Tú saliste con él varias veces a pesar de la prohibición de tu madre, y me dio la sensación por entonces de que estabas algo enganchada a él. ¿Me equivoco?
Lidia se puso de pie.
- Lo siento Sergio pero me tengo que ir, estoy muy cansada, - dijo zanjando aquel tema.
- Adiós nena, le diré a tu madre que te he visto y hemos hablado. Así se quedará más tranquila.

- Hasta luego…


Sergio la vio de ir hacia el cuarto de baño y se quedó serio, pensativo.

- Maldito seas Iván, - pensó para sí, - te aprovechaste de la hija de mi mujer, la dejaste embarazada y luego pasaste de ella y del niño, pero te aseguro que lo voy a encontrar y lo recuperaremos. Y tú tendrás que vivir con él, lo juro.


Lidia tuvo que ir al cuarto de baño para recuperarse; la conversación con su padrastro había removido demasiadas cosas. Momentos después cuando salió, vio a un muchacho sentado en el sofá que allí había.


- Hola, ¿ya has terminado tu turno?, - le dijo él de pronto.
- Hola, pues… sí.

¿De qué época se había escapado aquel tipo?- se preguntó ella mudamente.


- Yo es la primera vez que salgo en mucho tiempo, he estado cuidando de mi padre hasta que ha fallecido ¿sabes?, - le confesó él.


 Aquella información sin saber por qué le llamó la atención; él había perdido a su padre, igual que ella…
- Vaya, lo siento mucho… eh… ¿cómo te llamas?
- Ernesto ¿y tú?
- Lidia.

- ¿Quieres que hablemos?


Ella se sentó a su lado.
- No sabes cómo comprendo lo que estás pasando, - le dijo, - yo perdí a mi padre siendo niña, tuvo un accidente, pero lo recuerdo cada día, y aún lo echo de menos.

- No me extraña. Perder a mi padre está siendo muy duro, pero quedándome en casa no voy a arreglar nada, por eso he salido un rato y entonces te he visto. ¿Ese con el que hablabas antes era tu novio?


- No, que va, es mi padrastro. Mi madre se casó con él después de fallecer mi padre. Ojalá no le hubiera pasado nada y no hubiera tenido que irme a vivir con ella.
- ¿Por qué?

- Porque el hermano de mi padrastro me dejó embarazada siendo una adolescente.


- Y cuando se lo dije me llamó zorra y puta y pasó de mí.
- Dios mío, que duro tuvo que ser para ti. ¿Y el crío?
- Lo di en adopción. Me había tenido que ir de casa y no podía sacar adelante a un niño. De todo esto hemos estado hablando mi padrastro y yo. Parece que se huele que su hermano fue el que me dejó embarazada.

- Joder, que historia la tuya.


- Ya todo eso pasó ¿sabes? He seguido adelante incluso sin mi familia al lado.
- ¿Vives sola?
- No, con una amiga que es como una hermana para mí.
Él se la quedó mirando con una sonrisa en los labios que a Lidia le encantó.

- Eres una gran mujer, una luchadora, y si me lo permites te diré que eres preciosa.


- Muchas gracias Ernesto, - lo miró agradecida por aquellas bonitas palabras, - me ha encantado hablar contigo ¿sabes? Si vuelves por aquí otro día te invito a una copa.


- Eso está hecho. Seguro que volveré.

- Adiós Ernesto, nos vemos.


- Adiós Lidia. Cuídate.


Después del encuentro con Sergio, lo cual le había removido recuerdos desagradables, jamás imaginó que aquella sencilla charla con ese desconocido le subiría el ánimo y la haría sentirse tan bien.


Continuará

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