- Hola
Marta, cuánto me alegro de que hayas venido, - dijo Lidia mientras ambas se
abrazaban.
- Por tu
tono de voz al teléfono intuí que algo gordo te pasaba.
- Cómo se nota que me conoces. Ven, sentémonos y te cuento.
- Antes de
empezar a contarte yo, - le dijo Lidia, - ¿cómo te va a ti?
- Ah,
genial, estamos haciendo unos descubrimientos increíbles ¿sabes?
- ¿En el
laboratorio?
- Sí, ya te
lo contaré, pero es absolutamente confidencial ¿eh?
- Por
supuesto. Te guardaré el secreto.
- Bueno
dime, ¿qué ha ocurrido?
Lidia
respiró hondo antes de hablar.
- Ayer salí
antes del trabajo ¿sabes? Y cuando llegué aquí a casa… me encontré a Teo en mi
cama follando con una negrita.
- ¿En
serio?, se asombró Marta, - no me lo puedo creer.
- Pues sí. Al principio no se dieron cuenta de que yo estaba allí en el cuarto. Los muy guarros follaban como si no hubiera un mañana, pero en cuanto llamé a Teo a gritos, salieron de la cama y ella cogió su ropa y se largó.
- Bueno y…
¿qué pasó? ¿Hablasteis? ¿Has decidido qué vas a hacer?
- Lo primero
que me preguntó es que por qué había vuelto tan pronto, ¿te lo puedes creer?
- Tratándose
de Teo sí, claro. Vete a saber las de veces que ha traído amiguitas y se ha
acostado con ellas cuando tú no estás.
- Ya… El
caso es que le dije que lo dejaba y entonces comenzó a suplicarme. Me rogó que
no lo dejara, me prometió que jamás volvería a ocurrir…
- ¿Y tú lo
creíste?
- La…
confianza se ha roto Marta, lo sé. Le he dicho que le voy a dar otra
oportunidad pero… me temo que ya nada va a ser como antes.
- Tú por
supuesto puedes hacer lo que quieras, pero… me temo que vuestra relación no va
a ningún sitio; no quiere ataduras de ningún tipo, ni siquiera casarse por lo
civil, y se ha acostado con otra mujer en vuestra misma cama. No te respeta a
ti ni a vuestra relación. Aquella mujer que te aconsejó que no te fueras con
Teo porque te arrepentirías… creo que tenía toda la razón Lidia.
Todo aquello
la hizo pensar, sabía que estaba en lo cierto, de modo que se prometió a sí
misma que, en la siguiente ocasión que ocurriera algo, rompería con Teo
definitivamente.
Varios días
después, una tarde, llamaron a la puerta y al abrir Lidia se encontró con un
niño.
- Vengo…
buscando a Lidia Guzmán. ¿Es usted?
- Sí claro. ¿Quién eres guapo?
- Yo… llevo varios años en casa de mi abuela Cecilia y mi abuelo Sergio. Ellos fueron a por mí cuando yo estaba en una casa de acogida. Era muy pequeño entonces.
Los ojos de
Lidia comenzaron a nublarse por las lágrimas. Casi no podía creer lo que estaba
oyendo.
- Ellos
contactaron con una tal Marta, y ella les dio esta dirección, por eso yo he
venido… a buscar a mi mamá.
Impulsiva, Lidia se agachó y abrazó al pequeño. Aquel niño rubito era su hijo, su niño, estaba por fin allí, ante ella, la buscaba.
En el
momento en que sintió los bracitos del crío rodeando su cuello, pensó que se
había acabado aquella tortura de recordar sin esperanza a una criatura, a
alguien que dio y que pensó no recuperar jamás, a una parte de sí que le
faltaba, a una historia que le había dado remordimientos y se había quedado
inconclusa.
- Yo soy
mamá, estoy aquí y… no me voy a ir jamás, - susurró en su oído.
- ¿Cómo te
llamas?, - le preguntó Lidia cuando ambos se sentaron, - yo te puse un nombre
pero…
- Me llamo
Guillermo, como mi verdadero abuelo. La abuela Cecilia lo preguntó cuándo
fueron a por mí y le pareció muy bien que yo llevara el nombre de… tu papá, ¿no
es así?
- Sí Guille, mi papá era maravilloso ¿sabes? Y tú tienes el pelo rubio como él, como yo. Ojalá hubiera vivido para conocerte. Estaría orgulloso.
- Y tengo
los ojos marrones como la abuela y como tú. Mi papá… los tiene más claros.
- ¿Tienes
relación con él?
- No mucha,
no le gustan los niños así que… no me hace mucho caso. Yo… lo llamo Iván.
- Pues haces muy bien ¿sabes? Él… pasó de mí cuando le dije que iba a tenerte a ti, y luego yo estaba en una situación en la que… no podía criarte como tú merecías. Por eso te llevé al centro de acogida, no porque no te quisiera.
- Espero que
algún día… puedas perdonarme, - le dijo Lidia abrazándolo.
- Ya te he
perdonado. Una familia me acogió, pero en seguida vinieron los abuelos, nos
sacaron sangre para hacer unas pruebas, y cuando supieron que yo era su nieto
me fui con ellos. Allí llevo varios años, con los abuelos, el tío Julio y…
Iván.
- ¿Y qué
quieres hacer ahora? ¿Dónde vas a vivir?, - le preguntó Lidia.
- Yo… quiero
quedarme contigo… mamá. ¿Tú… me quieres?
Ella lo
estrechó fuerte contra sí.
- Siempre
cariño, siempre.
Lidia dejó a
su hijo viendo la tele y subió al dormitorio para hablar con Teo. Tenía que
contarle lo que había pasado. Casi no podía creerlo.
- Teo, no te
imaginas lo que acaba de ocurrir.
- Sí dime.
- ¿Recuerdas que te conté que tuve un hijo siendo adolescente pero que lo di en adopción? Pues resulta que mi madre fue a por él y lo llevó a su casa, lo han criado allí y ahora ha venido a buscarme. Va a vivir aquí conmigo, con nosotros, - dijo sonriendo entusiasmada, - estoy tan feliz de haberlo recuperado que no me lo puedo creer. ¿No es maravilloso Teo?
Continuará
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