domingo, 1 de septiembre de 2019

Capítulo 24

Aquella noche Lidia se acostó con una sonrisa en los labios; había vuelto a ver a su padre con vida. Espió sus entradas y salidas de la casa e incluso se atrevió a mirar por las ventanas. Él estaba allí de nuevo, tal y como lo recordaba, cariñoso, tierno y detallista con ella, y por un momento envidió a su otro yo, a esa niña que vivía en aquel momento a su lado. Lo más duro fue tener que volver y dejarlo allí. En el presente él ya no estaría, y aunque hubieran pasado muchos años, ella siempre lo añoraría.


Tras una noche de sueño reparador, mientras aún estaba medio dormida, Lidia notó la presencia de alguien detrás suya, una mano acariciando suavemente su brazo, estrechando su mano…

- Buenos días mi amor, - susurró Ernesto, - hemos quedado con tu familia para celebrar el cumpleaños de tu hermano Julio, así que no nos podemos entretener mucho.


Aún en el colmo de la sorpresa, Ernesto la volvió hacia él y, mientras acariciaba uno de sus pechos, la besó en la boca con dulzura y maestría.
- Ernesto…, - logró decir entre beso y beso, - tú… esto… ¿dónde estoy?
Él rió de buena gana.

- ¿Qué dónde estás? Pues en casa, en nuestra cama, ¿dónde va a ser? 


Entonces volvió a besarla y ella se aferró a él.
- ¿Tú y yo… vivimos juntos?
- Cariño, estamos casados, ¿qué pregunta es esa?
- ¿Y Guille?

- Tranquila, nuestro niño ya está despierto. Con lo del cumpleaños de su tío está de los nervios.


- Mira, te he traído el desayuno a la cama y todo, ¿a que soy un marido fantástico?, - bromeó él.
- Eres un amor, y eres… mío, - dijo Lidia con voz apasionada dándose cuenta por primera vez de que el experimento de Marta había funcionado y había logrado arreglar su desastrosa vida.
Ernesto y ella se besaban ansiosos.

- Cariño tú… ¿me quieres?, - ella no pudo evitar hacerle aquella pregunta, ya que había llegado a pensar que tal vez jamás lo recuperaría.


- ¿Qué si te quiero?, - él montó sobre el cuerpo de ella, - te amo con todo mi corazón, desde el primer día, y estoy loco por ti.

Lidia envolvió con sus manos el rostro de Ernesto y lo besó encendida de pasión. Él la quería, era suyo, su marido, y también quería a su niño.


Rápidamente él le alzó ambas piernas y con un simple movimiento la penetró. Ambos se miraban profundamente a los ojos. Tal vez para él aquella no fuera la primera vez, pero para ella sí, Lidia era la primera vez que lo sentía cabalgar entre sus piernas y penetrarla a fondo, haciéndola suya y formando una sola cosa con él.


¿Cómo pudo dudar de que Ernesto era el amor de su vida? ¿De que lo quería con locura? Ahora no se explicaba cómo pudo irse a vivir con Teo, aunque… eso ya no había sucedido ¿no?, - se preguntó a sí misma.


Dejando a un lado los difíciles y complicados entresijos del tiempo, Lidia sintió cómo él la penetraba rabiosa y contundentemente y se dejó llevar, gozó como nunca antes.


- Te quiero Ernesto, te amo y… siempre te amaré.

- Y yo a ti mi vida, siempre…


Cuando ambos salieron de la cama no pudieron evitar abrazarse estrechamente.
- No sabes… lo feliz que me siento de tenerte, de no haberte perdido…, - susurró Lidia.
- ¿Qué te pasa hoy a ti mi amor?

- No se… Es como si hubiera vivido otra vida, con otro destino en el que, por mi propia rebeldía y estupidez, te hubiera perdido. 


- Pudo haber pasado pero gracias a Dios fuiste sensata y te casaste conmigo. Y no nos vamos a dejar nunca.

- Jamás.


- Bueno, será mejor que nos aligeremos, nos arreglemos y vayamos al encuentro de tu familia. Guille está ilusionadísimo.

- Sí, yo también tengo ganas de verlos, - dijo pensando en que tenía algunas conversaciones pendientes con cada uno de ellos.


Poco rato después, Lidia, Ernesto y el pequeño Guille llegaban al sitio donde habían quedado en encontrarse con su familia. Le parecía mentira poder tenerlos allí después de tanto tiempo, que las cosas entre ellos estuvieran bien.


- Hola mamá, - le dijo Lidia al llegar.
- Hola cariño.

- Mamá…


Pero Cecilia la estrechó contra sí.
- Ven aquí anda. Cada día me recuerdas más a tu padre.

- Mamá, creo que nunca te lo he dicho pero… gracias por todo lo que has hecho por Guille, por mí, y perdón si he sido muchas veces algo… difícil, - le dijo ante la atenta mirada de su amiga Marta que también estaba allí.


- Tranquila, tú sabes que os quiero y haría por vosotros todo lo que fuera.
- Yo también te quiero mamá.

Mientras tanto, Guille abrazaba a su tío Julio.


Luego, sentada en un banco junto a Sergio, tuvo oportunidad de hablar con él.
- Sergio, tengo que darte las gracias por muchas cosas: por ser tan bueno con mi madre, por haber buscado a mi hijo… y también quisiera pedirte perdón por… lo difícil que he sido a veces contigo. No te lo merecías.

- Lidia, yo sé que tú querías muchísimo a tu padre, y que se te hacía muy cuesta arriba ver a tu madre con otro hombre, pero yo siempre la he querido e incluso comprendo tu actitud ¿sabes? El lugar que tu padre ocupó en la vida de tu madre y en la tuya, yo no lo voy a ocupar, ni yo ni nadie. Y respecto a Guille, sé que él es mi sobrino, y sé también que mi hermano fue un cabrón contigo, por eso fue un placer traerlo a casa y haría cualquier cosa por ese niño.


Ambos se pusieron de pie.
- ¿Me das un abrazo?, - le dijo Sergio sonriente.

- Claro, por supuesto.


- Gracias por esta conversación Sergio, - le dijo Lidia mientras ambos se abrazaban, - te quiero.

- Y yo también Lidia.


Luego, cuando Guille dejó de monopolizar a su tío, Lidia y su hermano Julio se saludaron.
- Julio, perdóname por haber sido siempre una mala hermana. Te juro que a partir de ahora todo va a cambiar entre nosotros.

- No te preocupes nena, yo sé que tú lo tuviste todo más difícil, viviste el divorcio de mamá con tu padre, tuviste que aceptar otro hombre en la vida de ella, el triste fallecimiento de tu papá, y luego lo de tío Iván. Pero yo sé que eres una luchadora y que vas a ser una hermana genial.


- Te prometo que lo intentaré, - Lidia lo abrazó, - te quiero Julio.

- Y yo también a ti.


Cuando ambos se separaron y mientas todos charlaban, de pronto ella se quedó quieta, parada, mirando a lo lejos. ¿Cómo era aquello posible?

No podía dejar de mirar ni de hacerse mudamente preguntas.


Allí, unos cuantos metros más allá, vestida totalmente de blanco, estaba aquella mujer.

¿Era la misma? Sí claro, - se dijo Lidia, - era ella, la misma mujer que había hablado con ella varias veces y la había advertido. Pero… eso era imposible porque… si ella estaba allí con su familia, si cuando traspasó aquel portal de Marta no vino a éste momento actual, ¿quién demonios era ahora aquella mujer?


FIN

1 comentario:

  1. He terminado los últimos capítulos que me han encantado. Eso sí, no es justo que lo dejes con la intriga de esa mujer, Cuando ella viajó al pasado pensé que la vería como ella misma en el futuro pero ahora me he quedado totalmente confusa. Ya te preguntaré porque no pienso quedarme con esta intriga.

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