Cuando
Ernesto se fue, Lidia salió y se fue sola a un bar.
Su cabeza
era un auténtico caos.
Teo se le
había declarado, le había dicho que la quería y le había propuesto vivir
juntos. Esto le habría parecido maravilloso si no hubiera aparecido Ernesto a
continuación diciéndole apasionadamente que la amaba e incluso proponiéndole
matrimonio.
Teo le
gustaba muchísimo y quería estar con él, pero no quería herir a Ernesto, no se
lo merecía. Él siempre se había comportado con ella como un simple amigo; ¿por
qué había tenido que complicarlo todo diciéndole que la amaba y que se casara
con él? Ernesto le provocaba una ternura especial, no podía evitarlo.
Perdida en sus pensamientos, Lidia no se dio cuenta de que entraba alguien en el bar y se dirigía a donde ella estaba sentada.
- Hola
buenas noches, - la saludó la mujer, - ¿estás bien? Te noto como… preocupada.
- Vaya,
usted otra vez, - dijo reconociendo a la mujer que le aconsejó que no diera a
Guille en adopción, - pues sí, tengo un dilema.
- Dos chicos se me han declarado; uno es guapísimo, me encanta y quiere que vivamos juntos, y el otro es muy tierno y hasta ahora creía que solo era un amigo, pero quiere casarse conmigo.
- Si permites que te de un consejo, cásate con éste último, el que te ha pedido matrimonio. El otro solo quiere vivir contigo. ¿No notas la diferencia?
- ¿La
diferencia de qué? ¿A qué se refiere?, - dijo empezando a sentir cómo la
rebeldía crecía dentro de ella.
- Uno, el
que dices que es guapísimo, solo te ha pedido que os vayáis a vivir juntos. En
cambio el otro está dispuesto a dar el paso, comprometerse definitivamente. Cuando
hace eso es que te ama, y el otro…
- ¡Ya estamos!, - la interrumpió comenzando a cabrearse, - Teo me quiere, lo sé, y además, ¿por qué puñetas tengo que discutir esto con usted?
- Escúchame,
si te vas con Teo te vas a arrepentir, te lo advierto. Por eso te aconsejo que
te cases con el otro.
- No estoy
dispuesta a quedarme aquí escuchando sus amenazas. Usted no nos conoce y no es
nadie para decirme lo que tengo que hacer o no, ¿me entiende?
- Sigues siendo tan rebelde como siempre. Te aconsejé que no te acostaras con el hermano de tu padrastro, no me hiciste caso y en consecuencia te quedaste embarazada. Luego te aconsejé que no dieras el niño en adopción; ¿cuántas veces te acuerdas de él, eh? ¿Cuántas veces te has arrepentido? Pues con esto igual.
- ¡Maldita sea…! ¿Quiere dejarme en paz y no meterse en lo que no le llaman? ¡Es mi vida, no la suya!, - gritó.
- Si te vas
a vivir con ese muchacho, Teo, te vas a arrepentir, ya lo sabes. Ahora haz lo
que te dé la gana porque yo ya no volveré a molestarte.
- Estupendo.
Adiós.
Y acto seguido Lidia se levantó y salió del bar.
- La mujer
salió después de ella y la vio alejarse.
- Maldita
cabezota…, murmuró para sí.
Cuando Lidia
llegó a casa se encontró a Marta viendo la tele.
- Hola
buenas noches.
- Hola, ¿has
vuelto pronto, no?
- Sí.
¿Recuerdas a aquella mujer que me aconsejó en veces anteriores?
- Sí claro.
- Pues ha
aparecido otra vez la muy pesada. Dice que me case con Ernesto y que no me vaya
a vivir con Teo porque me voy a arrepentir.
- Tiene su lógica. Ernesto te ha pedido matrimonio y Teo no, solo quiere que viváis juntos.
- Pero eso no es todo Marta, mis sentimientos también cuentan ¿no? ¿O me tengo que casar con Ernesto solamente porque la suya es una propuesta más formal que la otra? A lo mejor nos ponemos a vivir juntos un tiempo y luego decidimos casarnos. Mucha gente lo hace. Yo incluso lo veo más sensato.
- Yo lo único que digo es que, las otras veces que esa mujer te aconsejó, fue sensata y no se equivocó.
- Te dijo que no te acostaras con Iván, yo incluso también te lo aconsejé, y luego pasó lo que pasó.
- Luego te
dijo que no llevaras al bebé al centro de acogida, y yo sé que desde entonces
te acuerdas un montón. ¿Cuántas veces has pensado que te equivocaste y que dejaste
algo a medias?
Lidia tenía
el rostro compungido y no le salían las palabras.
- Lo siento Marta, - suspiró, - pero Teo me gusta y… lo quiero, y deseo irme a vivir con él. Cuando pase un tiempo ya le diré de casarnos.
- Entonces
abrazó a su amiga.
- No te
enfades conmigo. Tú eres como mi hermana, te necesito, lo sabes, y te estoy
infinitamente agradecida por todo lo que has hecho por mí. Sin ti… no habría
podido.
- Calla
tonta, tú sabes que siempre me tendrás a tu lado y, aunque no esté de acuerdo
con algo, siempre te apoyaré.
- Gracias
Marta…
Continuará
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