Los días comenzaron a pasar.
Roberto no había vuelto a ir
a pescar a su lago favorito por no encontrársela a ella; bastante tenía con
verla casi todas las mañanas en el trabajo, así que por las tardes o quedaba
con Alonso y se tomaban unas cervezas por ahí, o se quedaba en casa viendo la
tele.
Uno de aquellos aburridos
días, mientras fingía ver la tele mientras pensaba en su nueva jefa, entró su
padre tarareando una canción.
Se detuvo ante el equipo de música y lo encendió,
cosa extraña en el.
Y luego fue a sentarse junto a el en el sofá y
suspiró mientras sonreía con cara de éxtasis y felicidad completa. Miraba el
techo como si en vez de el hubiera un manto de estrellas y lo iluminara la luna
llena.
- Bueno qué, - le dijo
Roberto sin dejar de mirar la tele, - ¿me vas a decir a que viene esa cara de
idiota feliz?
Eduardo, el padre, volvió a
suspirar.
- No tienes ni remota idea de
lo que me ha pasado, - comenzó por fin a contar.
- ¿Te fuiste al pajar de
Nicolás con una nena o qué? - bromeó Roberto.
- Calla, que sabrás tu. Acabo de conocer a una
persona... súper especial, y se que va a ser muy importante en mi vida. Jamás
pensé...
- Jolín papá, ¿y todo eso en
un primer encuentro? ¿No corres demasiado?
- No, se de lo que hablo, y
ella va a formar parte de mi vida, de nuestras vidas en realidad. Soy
tremendamente feliz.
- Bueno, si es para bien...
enhorabuena.
A partir de aquel día el padre de Roberto comenzó a
salir diariamente: paseos, cenas.
Cine, copas por ahí...
Eduardo parecía haber rejuvenecido, se le veía
renovado, feliz y sonriente.
Por lo cual Roberto dedujo que, efectivamente,
aquella mujer que había conocido su padre, lo hacía muy feliz. Y mientras este
salía y entraba contento, Roberto languidecía recordando unos besos, un amor
imposible y utópico que no fue.
Pocos días después, un sábado, Eduardo llegó a casa
al mediodía.
- Roberto, tengo algo importante que decirte.
El se levantó.
- Dime.
- Esto... la mujer que he conocido va a venirse a
vivir con nosotros, - dijo al fin sonriente.
- ¿Ya? Es muy pronto ¿no? Yo pensé que os
casaríais.
- ¿Casarnos? Que tontería. Vamos a vivir juntos,
todos juntos, y volveremos a ser una familia completa.
- No te olvides que mi madre para mí siempre será
insustituible, ¿de acuerdo? Quiero que te quede esto claro papá.
- Oh por supuesto hijo, eso
no hay ni que decirlo. Tu madre siempre estará en nuestros corazones. Pero esta
mujer es algo diferente... va a ser muy especial, ya lo verás. Le he hablado
mucho de ti ¿sabes?
- Uf, miedo me da.
Un par de días después, Roberto
trataba de acallar los nervios tecleando al ordenador; su padre había ido a
recoger a aquella mujer con la que había comenzado una relación. Se la traía a
casa, y el ni la conocía siquiera, pero en fin, lo que contaba es que su padre
volvía a sonreír e ilusionarse después de perder a su mujer hacía cinco años,
con lo cual, esta mujer debía ser muy especial, como el decía.
Roberto escuchó el motor de
un coche al llegar e interrumpió lo que hacía.
Y cual no fue su sorpresa
cuando salió del despacho y vio ante el a su nueva jefa junto a su padre.
- Roberto, ella es Cristina,
la persona tan especial de la que te hablé, - dijo su padre.
Apenas podía creerlo. Roberto se quedó como
bloqueado por un momento y los miró con incredulidad y dolor.
Después, cuando comprendió con claridad que la
mujer con la que estaba su padre era la misma con la que el llevaba semanas
soñando, una lágrima indiscreta e inoportuna comenzó a rodar por su mejilla, y
el dolor mas profundo lo traspasó.
Y acto seguido, sin mediar
palabra, salió corriendo de casa.
Aún después de cerrada la
puerta, Roberto oyó las voces de ambos a lo lejos:
- ¡Roberto, espera, tenemos
que contarte...!
Pero el no se detuvo ni quiso
oír nada mas.
La voz de aquel dolor
desgarrador era la mas alta y profunda que oía en aquellos momentos.
Continuará
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