lunes, 29 de junio de 2015

Capítulo 7

Los días comenzaron a pasar.
Roberto no había vuelto a ir a pescar a su lago favorito por no encontrársela a ella; bastante tenía con verla casi todas las mañanas en el trabajo, así que por las tardes o quedaba con Alonso y se tomaban unas cervezas por ahí, o se quedaba en casa viendo la tele.

Uno de aquellos aburridos días, mientras fingía ver la tele mientras pensaba en su nueva jefa, entró su padre tarareando una canción.


Se detuvo ante el equipo de música y lo encendió, cosa extraña en el.


Y luego fue a sentarse junto a el en el sofá y suspiró mientras sonreía con cara de éxtasis y felicidad completa. Miraba el techo como si en vez de el hubiera un manto de estrellas y lo iluminara la luna llena.


- Bueno qué, - le dijo Roberto sin dejar de mirar la tele, - ¿me vas a decir a que viene esa cara de idiota feliz?
Eduardo, el padre, volvió a suspirar.


- No tienes ni remota idea de lo que me ha pasado, - comenzó por fin a contar.
- ¿Te fuiste al pajar de Nicolás con una nena o qué? - bromeó Roberto.


- Calla, que sabrás tu. Acabo de conocer a una persona... súper especial, y se que va a ser muy importante en mi vida. Jamás pensé...


- Jolín papá, ¿y todo eso en un primer encuentro? ¿No corres demasiado?
- No, se de lo que hablo, y ella va a formar parte de mi vida, de nuestras vidas en realidad. Soy tremendamente feliz.
- Bueno, si es para bien... enhorabuena.


A partir de aquel día el padre de Roberto comenzó a salir diariamente: paseos, cenas.


Cine, copas por ahí...


Eduardo parecía haber rejuvenecido, se le veía renovado, feliz y sonriente.


Por lo cual Roberto dedujo que, efectivamente, aquella mujer que había conocido su padre, lo hacía muy feliz. Y mientras este salía y entraba contento, Roberto languidecía recordando unos besos, un amor imposible y utópico que no fue.


Pocos días después, un sábado, Eduardo llegó a casa al mediodía.


- Roberto, tengo algo importante que decirte.


El se levantó.
- Dime.


- Esto... la mujer que he conocido va a venirse a vivir con nosotros, - dijo al fin sonriente.


- ¿Ya? Es muy pronto ¿no? Yo pensé que os casaríais.


- ¿Casarnos? Que tontería. Vamos a vivir juntos, todos juntos, y volveremos a ser una familia completa.


- No te olvides que mi madre para mí siempre será insustituible, ¿de acuerdo? Quiero que te quede esto claro papá.


- Oh por supuesto hijo, eso no hay ni que decirlo. Tu madre siempre estará en nuestros corazones. Pero esta mujer es algo diferente... va a ser muy especial, ya lo verás. Le he hablado mucho de ti ¿sabes?
- Uf, miedo me da.


Un par de días después, Roberto trataba de acallar los nervios tecleando al ordenador; su padre había ido a recoger a aquella mujer con la que había comenzado una relación. Se la traía a casa, y el ni la conocía siquiera, pero en fin, lo que contaba es que su padre volvía a sonreír e ilusionarse después de perder a su mujer hacía cinco años, con lo cual, esta mujer debía ser muy especial, como el decía.
Roberto escuchó el motor de un coche al llegar e interrumpió lo que hacía.


Y cual no fue su sorpresa cuando salió del despacho y vio ante el a su nueva jefa junto a su padre.
- Roberto, ella es Cristina, la persona tan especial de la que te hablé, - dijo su padre.


Apenas podía creerlo. Roberto se quedó como bloqueado por un momento y los miró con incredulidad y dolor.


Después, cuando comprendió con claridad que la mujer con la que estaba su padre era la misma con la que el llevaba semanas soñando, una lágrima indiscreta e inoportuna comenzó a rodar por su mejilla, y el dolor mas profundo lo traspasó.


Y acto seguido, sin mediar palabra, salió corriendo de casa.
Aún después de cerrada la puerta, Roberto oyó las voces de ambos a lo lejos:
- ¡Roberto, espera, tenemos que contarte...!
Pero el no se detuvo ni quiso oír nada mas.
La voz de aquel dolor desgarrador era la mas alta y profunda que oía en aquellos momentos.


Continuará

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