Pasado un rato, Olga se
acercó a su mesa.
- Roberto, la jefa quiere que
pases a su despacho.
- A su despacho... - murmuró
antes de levantar la cabeza del teclado.
- ¿No tengo mas remedio
verdad Olga? - preguntó el con ironía.
- No, supongo que no.
- Tu también estás triste por
el Sr. Zafra ¿verdad? - le preguntó al ver su inusual cara de tristeza.
- No puedo remediarlo. Lo
echo de menos, han sido muchos años.
Olga volvió a su mesa antes de que se derrumbara y
Roberto se levantó tratando de reunir fuerzas.
Antes de entrar en el despacho llamó a la puerta, y
solo cuando ella le dio su permiso entró.
- Hola Roberto, buenos días, - lo saludó ella con
voz cálida, - me alegro de verte y de saber por fin tu nombre.
El recordó que aquello mismo
lo pensó el en el lago, tras besarse ambos apasionadamente; ni siquiera sabía
entonces su nombre, pero ahora ya sabía perfectamente quien era, y no pensaba
ablandarse, así que la miró con gesto serio y adusto.
- Buenos días. No me habrá
hecho venir solo para decirme eso ¿verdad?
- Obviamente no, pero podemos
hablar como seres humanos civilizados ¿no te parece?
- No me interesa. Estoy aquí
para trabajar.
- Ya lo se, y se que lo haces muy bien, - ella se
había levantado y se había acercado a el, - pero ayer me pareció que no estabas
precisamente feliz de que yo llegara al periódico.
- Roberto, hay cosas que tienes que saber de...
- ¡Usted ha hecho que se jubile el Sr. Zafra antes
de tiempo!, - la acusó.
- ¡Y no le ha importado en absoluto que se tenga
que largar antes de tiempo y después de tantos años!
- Como ha podido, como ha sido tan...
- Pero Roberto, déjame
explicarte, - quiso interrumpirlo ella.
- No quiero explicaciones,
ahórreselas. Ya me dijo mi antiguo jefe todo lo que tenía que saber.
- ¿Todo Roberto?, te dijo que desde hace bastante
tiempo están bajando las ventas? ¿que se ha negado a hacer cambios,
innovaciones y mejoras para que esto prospere?
- ¿Te dijo que le hemos dado
una indemnización millonaria y que le va a quedar una pensión casi igual al
sueldo que ganaba?
- El... me dijo que ahora ya
no sería lo mismo, que aún tenía un hijo soltero en casa y una niña
adolescente.
- Roberto, el hijo soltero
que le queda trabaja en el ayuntamiento, y la "niña adolescente"
tiene ya 23 años y está terminando la carrera de medicina.
Se hizo un silencio que
ninguno de los dos interrumpió.
- Creo que el Sr. Zafra te
contó las cosas a su manera, y tu has sido demasiado crédulo, demasiado bueno
Roberto, por eso me gustas mas.
- ¡No me venga con esas ni me trate como a un
gilipollas! - la sangre de Roberto se había alterado con solo oírla decir que
el le gustaba por ser bueno, o quizás tonto, según se mirase.
- No pretendía eso, tranquilízate.
- Entonces no me venga con el
cuento de que como soy tonto por haber creído en lo que me ha contado mi
antiguo jefe, ya por eso le gusto mas.
- El Sr. Zafra ha estado al mando de este periódico
desde antes de que usted y yo usáramos pañales, ¿sabe?
- Y el Moonlight Chronicle ha
salido adelante.
- Ya, pero los años no pasan
en balde Roberto, y últimamente no lo lleva bien, todos lo saben.
- Como puede ser tan... rastrera, - la miró
enfadado, ambos se quedaron mirando el uno al otro.
- Roberto, no quiero que tu y yo estemos mal. Por
favor, dame un abrazo. En... el lago de pesca nos abrazamos, ¿recuerdas? Y me
encantó.
- ¿Como puede hablar ahora de todo eso después de
lo de... el Sr. Zafra?
- Roberto por favor, ven
aquí...
- No me toque, ahora no
podría soportarlo.
- Ella lo miró con dolor.
- Pues entonces te encantó
tocarme, - le dijo, - y ese momento entre tus brazos y con mi boca pegada a la
tuya, fue el mejor de mi vida.
Roberto, impresionado por sus palabras, la miró
fijamente, los dos se miraron con intensidad el uno al otro.
Pero con el corazón bombeándole apasionado y antes
de que cometiera una tontería, salió del despacho de su nueva jefa.
Continuará
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