lunes, 22 de junio de 2015

Capítulo 4

Roberto llevaba varios días en la inopia. No podía dejar de recordar a  aquella chica, y cuando pensaba en ella su corazón ardía.


Acababa de llegar al trabajo pero malditas las ganas que tenía de entrar. Se quedó unos momentos mirando por la ventana, recordando...


Cuando por fin entró en la redacción, vio a Alonso y a Lidia coqueteando descaradamente en medio de la sala.
- Chicos, dejad el tonteo para otro momento que os van a pillar, - les aconsejó.

- Oye Roberto, - le dijo Alonso sin dejar de mirar a Lidia, - ¿por qué no te buscas una folla amiga o algo? Creo que lo necesitas.


- Lo que tu necesitas es ponerte las pilas y Lidia de paso también, - dijo de pronto Olga, la secretaria, entrando en la redacción. - Muy buenos días chicos, cada uno a su sitio.


Roberto iba a sentarse ante su ordenador cuando el jefe salió de su despacho y se dirigió a el.
- Roberto, ¿puedes venir un momento?
- Si Sr. Zafra, como no.


Lo siguió y ambos entraron al despacho. Roberto se preguntaba mudamente que querría.


- Escucha Roberto, esto ya se lo he comunicado a los demás, y Olga ya lo sabe desde hace varios días. Resulta que Romero, accionista mayoritario y dueño del periódico, ha fallecido hace varias semanas.


- Ah, no tenía ni idea.
- Esto quiere decir que... su hija va a sustituirme.


- ¿Como dice?
- Lo siento Roberto, no se puede hacer nada, así que, en unos días tendrás nueva jefa.


- Pero vamos a ver, usted ha sido nuestro jefe hasta ahora. ¿No puede seguir siéndolo?


- No Roberto, la hija de Romero va a hacerse cargo de la dirección del periódico.


- Pero usted todavía no iba a jubilarse, le faltaban varios años, ¿no es así?


- Si, esa es la cosa, que aún tengo un hijo soltero en casa y una niña adolescente, y mi situación como jubilado no va a ser lo mismo que hasta ahora como director.


- Me deja usted de piedra Sr. Zafra. ¿No se puede hacer nada para impedir que venga la hija del dueño y continúe usted en su puesto?
- Me temo que no. Ella está muy bien preparada, ha estudiado en el extranjero y tiene...


- No me interesa Sr. Zafra, como si tiene un master en periodismo o un premio Pulitzer. Yo lo que desearía es que usted se quedara.


- Eso es imposible, aunque agradezco tus buenos deseos. Piensa que ella es sabia nueva, traerá nuevas ideas, mejoras... un nuevo impulso al periódico.


- Ya, pero usted tendrá que jubilarse obligatoriamente, - Roberto lo miró con compasión. Apreciaba de veras a aquel hombre.
- Lo siento Sr. Zafra.


Cuando salió del despacho de su todavía jefe, Roberto se dirigió hacia el fondo de la redacción.


- Alonso, deja ya los jueguecitos que te van a pillar, - le dijo a su compañero al llegar junto a su mesa.
- Necesito despejarme un poco, así que cierra el pico y nadie se enterará.


- ¿Y no te has despejado ya antes con Lidia?
- No me comas el coco tío. ¿Para que has venido?


- Vengo porque estoy indignado con la noticia que me acaba de dar el jefe, - contestó Roberto con mala cara.


- Si, ya lo se.
- ¿Te puedes creer que se tenga que ir porque a una niña de papá se le ha antojado dirigir ahora el periódico?


- Estoy muy cabreado ¿sabes? No estoy para nada de acuerdo y ten por seguro que no se lo voy a poner fácil.


- Roberto, hay mas de lo que tu te crees.
- ¿Mas de que? No comprendo.
- En todo este asunto del jefe. Tu siempre has estado ciego con el, pero todos estamos de acuerdo en que desde hace algún tiempo no lleva del todo bien la gestión, está anticuado, se le han propuesto cosas innovadoras y el se ha negado. Esto no va bien como antes, y esa chica según me han dicho es un crack en periodismo y dirección de empresas. De seguro dará un nuevo rumbo al periódico.


- ¿En serio?
- Si Roberto. Todos sentimos que se tenga que ir el Sr. Zafra, pero si es para el bien de esto...
- Lo siento, pero a mi me sigue dando pena que se vaya así, - confesó el.


Varios días después, al llegar Roberto junto con Alonso a la redacción, la secretaria los llamó.
- El Sr. Zafra me ha dicho que en cuanto llegarais pasarais al despacho, chicos. Os va a presentar a la nueva jefa.
Roberto no pudo evitar poner cara de fastidio y cabreo. Aún sin conocerla, ya odiaba a aquella mujer.


Ambos entraron y vieron al Sr. Zafra de pié hablando con una joven.


Pero al instante, nada mas oírlos entrar, se volvió y entonces Roberto pudo ver a su nueva jefa.
Sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa y por un momento perdió su capacidad de reacción.


Continuará

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