viernes, 30 de abril de 2021

Capítulo 9

 Cristina no se lo pensó dos veces. Aquella misma tarde se presentó en casa de Albert.

Iba inquieta, nerviosa, pensando en la posible reacción adversa de él. Al fin y al cabo se había ido corriendo para su casa en lugar de quedarse a su lado, pero es que ella estaba casada, y él tenía que entenderlo ¿no?

Pero por otro lado, para Enrique solo era un mueble, un florero, y no merecía en realidad sus atenciones ni su fidelidad. ¿Por qué sería tan complicado todo aquello?


A pesar de ver apagadas todas las luces de la casa, Cristina llamó al timbre y obviamente nadie le abrió. Albert no estaba.

En el momento en que fue consciente de esto, de que él bien podía estar en el trabajo pero que también podría haberse ido por ahí con alguien, un miedo atroz se apoderó de ella.

¿Y si no venía hasta tarde? ¿Y si pasaba de ella?

Junto a Albert se había sentido tan feliz, tan relajada, tan cuidada e incluso mimada, que el pensamiento de que podría haber perdido todo eso por un marido que pasaba de ella, la ponía de los nervios, la sacaba de sus casillas.



Empecinada en encontrarse con él, en recuperar su amistad y su complicidad, Cristina se sentó junto a la entrada. Lo esperaría el tiempo que hiciera falta; él merecía la pena.



Poco rato después vio llegar a Albert. Sonrió al verla, pero luego a medida que se acercaba se puso más serio.


- Hola Cris, no te esperaba, - le dijo él.

Ella lo miró en silencio, sintiéndose tan mal que, cuando lo saludó, su voz sonó quebrada.

- Hola Albert…



Entonces, de forma irreprimible se acercó y lo abrazó fuertemente.

- Sé que no lo merezco Albert pero… perdóname por favor.

- Eh cielo, ¿qué te ocurre?

El simple hecho de sentirse estrechada contra él, oler su perfume y escuchar sus cariñosas palabras, la convenció aún más de que necesitaba a aquel hombre en su vida.



- Cuando me fui de aquí y llegué a casa, Enrique aún no había llegado.

- ¿Me lo dices en serio? – se asombró, dadas la horas que eran cuando se fue.

- Sí Albert. Me vino bien porque no quería que se diera cuenta de que yo había salido. Hoy lo convencí para que fuéramos a almorzar juntos, y luego, como tenía tiempo hasta la hora de entrar a trabajar pues…



- ¿Qué? – preguntó él al ver que ella se detenía.

Cristina lo miró compungida y mortificada.

- Albert, yo no dejaba de acordarme de ti, no te me ibas de la cabeza, y me sentía culpable por… haber dormido contigo y… habernos besado. Necesitaba… hacer lo que fuera para olvidarte ¿comprendes? Dejar de sentirme una… mujer infiel.



- Bueno y… ¿qué pasó?

Ella suspiró.

- Le propuse… hacer el amor. Hace yo no sé cuánto tiempo que no lo hacemos, pero antes de que me contestara lo llamaron al móvil y se puso a hablar con alguien. Cuando cortó la llamada, ya estaba diferente, lo noté distinto, y me dijo que ahora no podía. Después se fue, mucho antes de tiempo. Albert yo… creo que Enrique me engaña; debe de tener una amante.



Una o un montón, - pensó para sí Alberto, pero ahora lo importante no era eso, lo que contaba es que ella se estaba dando cuenta de las cosas, que estaba allí, que pensaba en él.

- Si Enrique no quiere hacerlo contigo, dos cosas: primera, que seguramente sea porque tiene alguien más con quien hacerlo, y segundo, es gilipollas.

- Oh Albert…

- ¿Te duele perderlo a él o qué?

- ¿Bromeas? Cuando me ha dicho que no y se ha largado sin ni siquiera darme un beso se me ha caído la venda, y cuando hace un rato he llegado aquí y tú no estabas yo… he sentido un miedo atroz.

Él la miró con una sonrisa dulce.

- ¿En serio te has acordado de mí?

- No te me vas de la cabeza Albert, no… no quiero perderte por nada.



Entonces él impulsivo la rodeó entre sus brazos y besó su boca, y se sintió inmensamente feliz al sentir como ella se aferraba a él.


- No vas a perderme mi vida, ¿y sabes? Yo tampoco quiero perderte a ti.

- Nunca Albert, eres lo mejor y más bonito que tengo. Contigo soy más feliz que en toda mi vida.

- ¿Quieres que vayamos a algún lado?

- Sí, donde tú quieras mi amor.



Fueron a un parque precioso y amplio donde se podían realizar distintas actividades, y primeramente se sentaron ante el tablero de ajedrez y durante un rato se retaron mutuamente.


Luego se pusieron a patinar, y aunque a los dos les faltaba mucha práctica, se lo pasaron bien. 


- ¿Estás más relajada, más tranquila ahora? – le preguntó él cuando ambos se sentaron en un banco a descansar.


- Sí, me siento muchísimo mejor, y más estando contigo. Me haces muy feliz Albert.


- ¿Sabes qué? Tú eres la única mujer que me estremece, me emociona con solo cogerle la mano. No necesito más, solo saber que tú estás aquí conmigo y… que no te vas a ir… - dijo él expresando sus miedos interiores.


- No me voy a ir a ningún lado. Cuando Enrique hoy me rechazó y se largó antes de tiempo después de haber hablado seguramente con su amante, supe que te necesito en mi vida.

-¿De veras?



- Sí mi amor.

- Me encanta pensar que lo soy, - susurró mirándola encandilado, - pero tengo miedo de soñar.

- Pues sueña Albert, sueña. ¿Dónde vamos ahora?



- ¿Te apetece que vayamos a casa?

La emoción la inundó cuando se dio cuenta de que nombraba su casa como si ya fuera definitiva y realmente la suya también, y no la que compartía con Enrique.

Si aquello era un sueño, no quería despertar.



Cuando llegaron a casa de Alberto, aprovecharon los últimos rayos de sol de la tarde, y se relajaron un rato en las tumbonas que había junto a la piscina.


Al ponerse de pie para ir a entrar ya en el salón, Cristina se sentía tan feliz que, acercándose a él lo abrazó y comenzó a besarle el cuello.


- Bueno, se está haciendo tarde y… tal vez tengas que irte ¿no? – dijo él con el miedo atenazándolo por dentro.

- ¿Tú quieres que me vaya?

- Yo no Cris, nunca, jamás.

- Yo tampoco mi vida. Quiero quedarme aquí, a tu lado, toda la noche.



- ¿Y… por la mañana cuando te despiertes volverás a sentirte culpable y… te irás de nuevo, me dejarás? 


- No, te lo prometo solemnemente. Lejos de ti soy muy infeliz, no paro de recordarte y, de lo que realmente me arrepiento es de no estar contigo. Quiero quedarme con todas las consecuencias.


Continuará

2 comentarios:

  1. Joo, me he quedado con las ganas de leer mas. Bueno, parece que Cristina se ha dado cuenta de todo ya con su marido. Ahora espero que Enrique no se chive de Albert fue el que le enseñó el local donde pasa sus horas ahora, Cris podría culparlo a él de que su marido llegue tarde y tenga un sinfín de amantes. Aunque el único culpable es el mismisimo Enrique por no saber apreciar lo que tiene en casa.

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  2. Me ha encantado el capítulo. Ha sido muy romántico y además Cristina ha abierto los ojos definitivamente. Me muero de ganas de ver qué hace o piensa Enrique cuando llegue a casa y vea que ella no está allí.

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