- Cristina, es tarde y estoy cansado. No tengo ganas de hablar ahora, no son horas.
- ¿Yo? No sé
de qué me estás hablando.
- ¿Que no lo
sabes Enrique? Hueles a alcohol que tira para atrás, ¿te crees que soy tonta o
qué?
- Vaya, ¿y
yo qué soy Enrique? ¿Yo no sirvo para ir contigo a donde sea a tomar algo, a
cenar, a bailar o lo que encarte? ¿Tengo que ser siempre la que te espera
metidita en casa?
Él pasó en
silencio ante ella y fue a sentarse.
Cristina iba
a contestarle cuando de repente sonó el móvil de Enrique.
- Sí, hola.
- Vale,
claro. Allí estaré.
Ella,
apenada, lo miraba hablar por teléfono totalmente ajeno a ella.
Al día
siguiente por la tarde Cristina se arregló y estuvo esperando a Enrique.
Mientras los minutos pasaban, recordó que la noche anterior al cortar la
llamada le había preguntado y él había dicho que era su jefe.
¿Entonces su
jefe no había ido con él y los demás a tomar algo por ahí? Además, ¿era normal
que lo llamara a esas horas?
- Hola Cris,
- sonó la voz de Alberto al otro lado, - ¿qué tal estás guapísima?
Así era él,
siempre tan atento y cariñoso.
- ¿Estás en
tu casa Albert?
- Sí claro,
¿por qué? ¿Qué te ocurre?
- ¿Puedo
llegarme y… te lo cuento?
- Por
supuesto. ¿Quieres que te recoja?
- No, no te
preocupes. Ahora iré yo para allá.
Minutos
después, Cristina llegaba a la casa de Alberto.
- Hola… - lo
saludó.
- Hola nena,
¿estás bien?
- Anoche te
hice caso y lo esperé. Hablamos.
- Ven,
sentémonos en el salón y me cuentas.
- ¿Entonces
te esperaste a que volviera? – inquirió él una vez sentados.
- Sí, tardó
por lo menos una hora y pico en volver, y cuando llegó le dije que teníamos que
hablar.
Alberto se
imaginaba que aquella típica frase habría puesto en alerta a Enrique, o
simplemente le habría fastidiado.
- Bueno, ¿y
él cómo reaccionó?
- No quería hablar,
decía que estaba cansado y que no eran horas, pero la culpa fue de él por
llegar tarde. Al principio quiso negar lo evidente, pero olía a alcohol, así
que dijo que había ido a tomar algo con sus compañeros, que tenía derecho. Al
parecer yo… no le sirvo para eso.
- Vaya, lo
siento.
- Como
protesté, de mala gana dijo que hoy saldríamos a tomar algo, y luego lo
llamaron por teléfono; al parecer fue su jefe.
Su jefe…
Llamarlo su
jefe de madrugada… Qué extraño aquello.
- Bueno ¿y
hoy qué?
- Pues eso
Albert, nada. He estado esperándolo y no ha venido. Por eso me he cansado de
estar allí sola esperándolo y… me he venido.
- Si es
contigo sí.
- Qué bonita
eres. No sé cómo el tonto de Enrique…
Alberto se
detuvo a tiempo, si no habría hablado más de la cuenta y habría descubierto los
planes de su amigo. Al fin y al cabo, el que estuviera todas las noches de
juerga y pasando de Cris, lo beneficiaba a él, ya que así él podía disfrutar de
su compañía.
- ¿Qué ibas
a decir? – preguntó ella.
- Nada, que
no sé cómo no prefiere irse contigo a… los compañeros de trabajo. Escucha, ¿has
cenado?
- No.
- Pues tengo
unos pinchitos de pollo con salsa que te van a encantar, ya verás.
Momentos
después, Cristina los probaba.
- Bueno,
¿qué tal? Yo no soy cocinero como Enrique, pero creo que me defiendo.
- Mmm… y
tanto que sí. Están buenísimos.
- Tengo una barbacoa
en el jardín, y de vez en cuando me cocino mis cosas. Cuando quieras podemos
hacer lo que sea y almorzar o cenar aquí. Yo es que acabo de tomarme algo si no
te acompañaba.
- Bueno,
será mejor que me vaya, no quiero que se me haga tarde, - dijo ella al terminar
de jugar.
- ¿Te lo
estás pasando mal conmigo?
- ¿Estás
loco? A tu lado me lo paso genial, aunque sea estando en casa.
- Pues
entonces no puedes irte sin tomarte unas copas conmigo. Aquella bola del mundo
que hay en el otro extremo del salón es un mueble bar, ¿sabes?
- Creo que
me estás liando Albert.
- Si, un
poquito, - rió, - de todas formas no te preocupes, nadie te está esperando en
casa.
- Bueno pero
¿y si Enrique llega y no estoy?
- ¿Y cuántas
veces lo has esperado tú a él, eh?
- También es
verdad.
- Oye, esto
está buenísimo. ¿Qué le has echado Albert?
- Eso es un secreto.
Tómate otra cuando termines con esa.
- Pero si ya
llevo dos o… tres, no se…
- Ya en
serio Albert, me tengo que… ir ya. Todo me empieza a dar… vueltas, - dijo ella
al cabo de un rato.
- No te
vayas Cris, por favor.
- Pero…
- Quédate conmigo
esta noche…
Continuará
Me pregunto si Cris se quedará esa noche en casa de Alberto. Ella se está dando cuenta de que Enrique le miente y me muero de ganas de que se entere de lo que está haciendo todas las noches.
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