lunes, 26 de abril de 2021

Capítulo 7

 - Cristina, es tarde y estoy cansado. No tengo ganas de hablar ahora, no son horas.


- Pues la hora de llegar a casa la has elegido tú, que últimamente llegas a las tantas. Debe ser agotador trabajar en el restaurante y luego irte por ahí a tomar copas, de fiesta o lo que sea, - le recriminó.


- ¿Yo? No sé de qué me estás hablando.

- ¿Que no lo sabes Enrique? Hueles a alcohol que tira para atrás, ¿te crees que soy tonta o qué?



- Vaya, así que por tomarme algo con los compañeros después de mi rutinario trabajo, tengo que pedir perdón ¿no es así?


- Tú misma deberías alegrarte de que tenga con quien salir por ahí, - protestó señalándola con el dedo.


- Vaya, ¿y yo qué soy Enrique? ¿Yo no sirvo para ir contigo a donde sea a tomar algo, a cenar, a bailar o lo que encarte? ¿Tengo que ser siempre la que te espera metidita en casa?

Él pasó en silencio ante ella y fue a sentarse.



- Muy bien, vale, pues mañana procuraré venir antes y nos iremos por ahí a tomar algo, - dijo como quien tiene que hacer un esfuerzo ímprobo.


Cristina iba a contestarle cuando de repente sonó el móvil de Enrique.

- Sí, hola.



- Vale, claro. Allí estaré.

Ella, apenada, lo miraba hablar por teléfono totalmente ajeno a ella.



Al día siguiente por la tarde Cristina se arregló y estuvo esperando a Enrique. Mientras los minutos pasaban, recordó que la noche anterior al cortar la llamada le había preguntado y él había dicho que era su jefe.

¿Entonces su jefe no había ido con él y los demás a tomar algo por ahí? Además, ¿era normal que lo llamara a esas horas?



Allí había algo que no encajaba, y a medida que avanzaban los minutos y Enrique no aparecía ni contestaba sus llamadas ni sus whatsapps, Cristina se iba dando cuenta de que, una vez más, él no cumpliría su palabra ni le dedicaría tiempo.


Así que como no estaba dispuesta a pasarse toda la noche esperándolo inútilmente, cogió el móvil decidida y marcó un número.


- Hola Cris, - sonó la voz de Alberto al otro lado, - ¿qué tal estás guapísima?

Así era él, siempre tan atento y cariñoso.

- ¿Estás en tu casa Albert?

- Sí claro, ¿por qué? ¿Qué te ocurre?

- ¿Puedo llegarme y… te lo cuento?

- Por supuesto. ¿Quieres que te recoja?

- No, no te preocupes. Ahora iré yo para allá.



Minutos después, Cristina llegaba a la casa de Alberto.

- Hola… - lo saludó.

- Hola nena, ¿estás bien?



Aquel nena suyo, sus atenciones, su trato cariñoso y la tensión sufrida por la discusión con Enrique junto con la infructuosa espera, le pasaron factura y no tuvo más remedio que refugiarse en los brazos masculinos.


- Tranquila. ¿Ha pasado algo? – le preguntó él al notarla mal.


- Anoche te hice caso y lo esperé. Hablamos.

- Ven, sentémonos en el salón y me cuentas.



- ¿Entonces te esperaste a que volviera? – inquirió él una vez sentados.

- Sí, tardó por lo menos una hora y pico en volver, y cuando llegó le dije que teníamos que hablar.

Alberto se imaginaba que aquella típica frase habría puesto en alerta a Enrique, o simplemente le habría fastidiado.

- Bueno, ¿y él cómo reaccionó?



- No quería hablar, decía que estaba cansado y que no eran horas, pero la culpa fue de él por llegar tarde. Al principio quiso negar lo evidente, pero olía a alcohol, así que dijo que había ido a tomar algo con sus compañeros, que tenía derecho. Al parecer yo… no le sirvo para eso.

- Vaya, lo siento.

- Como protesté, de mala gana dijo que hoy saldríamos a tomar algo, y luego lo llamaron por teléfono; al parecer fue su jefe.

Su jefe…

Llamarlo su jefe de madrugada… Qué extraño aquello.

- Bueno ¿y hoy qué?

- Pues eso Albert, nada. He estado esperándolo y no ha venido. Por eso me he cansado de estar allí sola esperándolo y… me he venido.



- Pues si quieres que te diga lo que pienso, has hecho muy bien. Si él hace planes contigo y luego te deja tirada, haz tú tus planes. Anda, quédate aquí conmigo. ¿Te apetece una velada tranquila?


- Si es contigo sí.

- Qué bonita eres. No sé cómo el tonto de Enrique…

Alberto se detuvo a tiempo, si no habría hablado más de la cuenta y habría descubierto los planes de su amigo. Al fin y al cabo, el que estuviera todas las noches de juerga y pasando de Cris, lo beneficiaba a él, ya que así él podía disfrutar de su compañía.

- ¿Qué ibas a decir? – preguntó ella.

- Nada, que no sé cómo no prefiere irse contigo a… los compañeros de trabajo. Escucha, ¿has cenado?

- No.

- Pues tengo unos pinchitos de pollo con salsa que te van a encantar, ya verás.



Momentos después, Cristina los probaba.

- Bueno, ¿qué tal? Yo no soy cocinero como Enrique, pero creo que me defiendo.



- Mmm… y tanto que sí. Están buenísimos.

- Tengo una barbacoa en el jardín, y de vez en cuando me cocino mis cosas. Cuando quieras podemos hacer lo que sea y almorzar o cenar aquí. Yo es que acabo de tomarme algo si no te acompañaba.



Cuando Cristina terminó de comer los pinchitos, Alberto le propuso jugar con la consola. Ella decía que estaba muy desentrenada y le costaba sobre todo ganar, pero por un buen rato los problemas huyeron de su cabeza. 


Es lo que siempre conseguía Albert, hacer que al menos durante unas horas los problemas desaparecieran, conseguir que se sintiera bien, atendida, cuidada. A él no le importaba hacer planes con ella, aunque fueran tan sencillos como cenar en casa y jugar con la consola.


- Bueno, será mejor que me vaya, no quiero que se me haga tarde, - dijo ella al terminar de jugar.

- ¿Te lo estás pasando mal conmigo?

- ¿Estás loco? A tu lado me lo paso genial, aunque sea estando en casa.



- Pues entonces no puedes irte sin tomarte unas copas conmigo. Aquella bola del mundo que hay en el otro extremo del salón es un mueble bar, ¿sabes?

- Creo que me estás liando Albert.

- Si, un poquito, - rió, - de todas formas no te preocupes, nadie te está esperando en casa. 



- Bueno pero ¿y si Enrique llega y no estoy?

- ¿Y cuántas veces lo has esperado tú a él, eh?

- También es verdad.



Alberto se levantó y momentos después tenía las bebidas listas.


- Oye, esto está buenísimo. ¿Qué le has echado Albert?

- Eso es un secreto. Tómate otra cuando termines con esa.

- Pero si ya llevo dos o… tres, no se…



Los dos rieron, bromearon y siguieron bebiendo en un ambiente distendido, armonioso y animado.


- Ya en serio Albert, me tengo que… ir ya. Todo me empieza a dar… vueltas, - dijo ella al cabo de un rato.

- No te vayas Cris, por favor.

- Pero…

- Quédate conmigo esta noche…



Continuará

1 comentario:

  1. Me pregunto si Cris se quedará esa noche en casa de Alberto. Ella se está dando cuenta de que Enrique le miente y me muero de ganas de que se entere de lo que está haciendo todas las noches.

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