sábado, 24 de abril de 2021

Capítulo 6

 

- Este sitio es precioso Albert, me encanta, y tiene unas vistas geniales, - comentó Cristina al llegar a aquel local.


Aquella era la segunda vez que quedaban los dos. Al principio ella estaba más cortada, pero Alberto había tratado por todos los medios de distraerla y hacerla reír para que se relajara y disfrutara de su compañía. Al fin y al cabo Enrique seguía muy ocupado entre el trabajo y su nueva vida de desmadre sexual.

Enrique no había vuelto a llamarlo para quedar, pero estaba seguro de que sus aventuras continuaban, ya que sutilmente le preguntaba a ella.

- Abajo hay varios instrumentos y un micrófono, y de vez en cuando hacen concursos. Una vez me presenté, me puse a cantar y hasta llovió. 



- ¿No ganaste?

- Que va, - rió Alberto, - solo faltó que me tiraran tomates.

- Qué exagerado eres.

- ¿Y Enrique qué? ¿Sigue llegando tarde a casa?



Ella lo miró seria.

- Sí. Dice que en el restaurante están a tope, y yo de momento no le pregunto.



- Si un día lo necesitas y te sientes preparada, habla con él, pero mientras tanto vive tu vida Cris. Solo estás pasándotelo bien con un amigo de toda la vida que sí tiene tiempo para ti, - le sonrió.


Ella cogió su cerveza y dio un buen trago. Aún parecía llevar mal aquello de que Enrique no tuviera tiempo para ella, no lo entendía.


- Cris, está prohibido ponerse a pensar, venirse abajo y deprimirse. No vas a conseguir nada.


- Escucha, tengo una idea, - le dijo entonces Alberto.

- ¿Cuál?

- ¿Quieres que te demuestre lo bien que canto?

Ella rió.

- Hay una puesta de sol preciosa Albert, ¿para qué la vamos a estropear?

- Mira que eres mala, - sonrió, - anda, termínate esa cerveza que nos vamos.



Alberto llevó a Cristina al karaoke. Era un local bastante amplio, tenía la barra a la derecha de la entrada, y en el centro estaba la gran pantalla y el atril con los micrófonos para ponerse a cantar.


- Qué bonito es esto, y qué nervios, - comentó ella antes de empezar.

- Sí, está muy bien.



- Y no estamos en Operación Triunfo, no te preocupes. ¿Nunca habías venido antes aquí?


- No, pero cuando era niña le cantaba a mi abuelo y decía que le encantaba. Lo mismo decía eso para que no me echara a llorar.

- Esto empieza nena, - advirtió él cuando empezó a sonar la canción.



Los dos comenzaron a cantar a dúo. Empezaron algo inseguros, pero él se dio cuenta de que Cris tenía una voz muy bonita y melodiosa, y eso lo motivó para intentar hacerlo lo mejor que podía.


Momentos después, en el estribillo, sus voces se compenetraban perfectamente, motivadas y acordes con la música, sin apenas desafinar.

Ambos cantaban animados y contentos y se miraban a los ojos. Parecía que habían hecho aquello toda la vida, o que al menos lo habían ensayado.



Cuando terminaron de cantar, Alberto la acompañó hasta la puerta de su casa.

- Bueno, pues ya estamos aquí. ¿Habrá vuelto Enrique?



- No, la casa está a oscuras. Últimamente… suele llegar más tarde de esta hora, - comentó algo apenada.


Después lo miró de forma dulce y sonrió sutilmente.

- Muchas gracias Albert, gracias por la salida del otro día y por esta noche. Has sido encantador y… me lo he pasado muy bien.



- Gracias a ti preciosa. Me lo he pasado genial, y encima no se ha puesto a llover, con lo cual he superado un trauma.

Ambos rieron y se despidieron.



Cuando Cristina entró en casa encendió una sola luz y se sentó en el sofá del salón. Entonces recordó las palabras de Albert y supo que necesitaba hablar con Enrique, que estaba preparada para ello.

Las dos veces que había quedado con su antiguo amigo, le había pasado lo mismo; se encontraba tan bien con él, se reían tanto y se sentía tan bien tratada, que cuando volvía a casa era como bajar del cielo para ir directamente al infierno, dejar de volar, de soñar, para tomar tierra y ser consciente de la cruda realidad.



Una hora y pico después, Enrique entró en casa.

El corazón de ella comenzó a latir inquieto y nervioso.



- Buenas noches Enrique, - lo saludó tras levantarse.

- Hola cariño. No te esperaba levantada.



Hasta la aguda pituitaria femenina llegó el innegable olor a alcohol.

- Me lo imagino, - contestó muy seria.



Entonces se detuvo y lo miró. Jamás pensó que llegaría el día en que tendría que decirle aquella famosa frase:

- Enrique, tenemos que hablar.



Continuará

2 comentarios:

  1. Gracias a Alberto, por fin se ha decidido a hablar con Enrique. Lo que no sé qué sacará en claro porque Enrique no creo que le cuente lo que realmente pasa.

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  2. Hola!! Me he leido todos los capítulos de la historia en un momento y ahora me he quedado con ganas de más...Eso me pasa por ansia jajaja pero es que se lee muy bien, es muy fluido todo y la historia me está gustando mucho. Quiero más!
    Y bueno, ahora el comentario decente. Enrique es un gilipollas, así de claro, está dejando escapar a una mujer preciosa y buena. Ya se arrepentirá ya. Y ademas, Cristina hace mejor pareja con Alberto, y él sí sabría darle todo lo que su amigo no.
    A ver como va esa conversación, ella no se merece todo lo que su marido le está haciendo.

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