viernes, 16 de abril de 2021

Capítulo 2

La semana transcurrió con normalidad, y habría sido aburridamente monótona de no ser por los whatsApps que le envió Saria disculpándose por sus palabras.

Ella lo conocía, sabía lo que había desde hacía tiempo, lo que podía o no podía esperar de él, pero a veces la pasión la embargaba y, en su deseo de ayudarlo, iba más lejos, pero en el fondo, aunque no lo quisiera reconocer, sabía que Alberto no era suyo, jamás lo sería.

El siguiente viernes, cuando ya había anochecido y se preparaba para ir solo a tomar algo por ahí, recibió una llamada inesperada.



- ¿Enrique? ¿En serio eres tú?

- Sí tío, ¿qué tal estás?

- Muy bien. Joder cuanto tiempo sin saber de ti, de vosotros.

- Eso mismo he pensado yo y por eso te llamo. ¿Quieres que quedemos en algún sitio y nos ponemos al día?

- Claro. Ahora mismo si quieres, - contestó mientras sentía aquel antiguo pellizco en su interior y que ya tenía casi completamente olvidado.



Poco rato después ambos se encontraban en la antigua cantina que había frente al puerto. Alberto fue allí nervioso, como un flan, pero al ver a su antiguo amigo se tranquilizó.

- Bueno, cuéntame, - le pidió Enrique, - ¿qué tal tu vida? ¿Cómo están tus padres?

- Ellos están bien, cada uno hace su vida por su cuenta, y mi madre tiene un… amigo especial, - sonrió.

- ¿Y tú qué? ¿Te has casado o sigues siendo un soltero recalcitrante?

- Soy un soltero de oro chaval, - rió, - al menos eso dicen mis amigas y las señoras del barrio. ¿Y tú que tal? ¿Has ganado ya alguna estrella michelín?



- Que va, sigo trabajando rutinariamente en el restaurante. De mi casa al trabajo y viceversa. Un rollo.

- Podrías ir a Master Chef, - sugirió Alberto con un poco de guasa.

- Déjate de rollos tío.

- Bueno y por lo demás ¿qué tal? ¿Habéis tenido niños?



- Ay por favor, no me saques tú también el mismo tema.

- ¿Yo también? ¿Y quién más te saca ese tema?

- Pues Cristina, quien va a ser. Que quiere ser madre; está loca por tener un bebé llorón cagándose todo el puto día y que no nos deje ir a ningún sitio.



- Enrique, lleváis cinco años casados. Es normal que desee ser madre. La paternidad es algo maravilloso ¿no crees?


- No, no lo creo. Tú como eres libre y cuando estás con una chica me imagino que tomas precauciones, pues estás tranquilo de que nadie te va a venir con el rollo del bebé. Que ganas de complicarse la vida, de verdad.

- Pero… ¿en serio no te apetece tener un crío con tu mujer?

- No, para nada. Ni con mi mujer ni con nadie.



Alberto se lo quedó mirando con una mezcla de rabia y lastima.

Jamás, ni en el más loco de sus sueños, Enrique imaginaría lo que estaba pensando en ese mismo momento.



Y en ese preciso instante aparecieron dos bellezas, una de ellas Saria.

- Buenas noches Alberto y compañía, - saludó la morena, - ¿qué tal?



Él se puso de pie y le dio un abrazo.

- Saria, Tifany, me alegro de veros. Estáis guapísimas. ¿Venís a tomaros algo?



- Si claro.

- Mira, os presento a Enrique; somos amigos desde críos.

- Encantada, - dijeron ambas.

- No sabíamos que tuvieras un amigo tan guapo, - comentó Tifany sonriente, - ¿y a ti qué tal te va Alberto? – la rubia se sentó frente a él.



- ¿En serio conoces a Alberto desde críos? Nunca me había hablado de ti.

- Pues sí, es cierto, lo que pasa es que llevamos vidas muy diferentes. Yo apenas salgo.



- Pues eso tiene que cambiar. A ver si quedas un día con nosotras y te llevamos a un sitio muy especial.

- ¿Qué sitio?

- El club Frenesí, ¿lo conoces?

- No, ni idea.

- Pues seguro que te encanta y nos lo pasamos genial. Apunta mi número.



Momentos después las dos chicas se despidieron y se fueron a la barra a pedir algo para beber. Entonces Enrique miró sonriente a Alberto.

- Joder tío, no me lo puedo creer. ¿Esas son las amigas que tú frecuentas?

- Esas son dos de ellas. Tengo más, - rió.

- ¿Te has fijado en la rubia? ¡¡No llevaba bragas colega!! Seguro que no las llevaba. Y la morena dice que me va a llevar al club Frenesí. Hasta me ha dado su número. Apenas puedo creerlo.

- Pues ese club es para gente muy lanzada Enrique, y no sé si tu…

- ¿Que yo qué? Estoy loco por quedar con ellas e ir allí.



- Digo que tú eres un hombre felizmente casado y esas tías van a por todas, y más en el club, te lo digo yo.


- Mira Alberto, tú tienes tu trabajo, tienes amigas que son pibones, te las follas y no te atas a ellas. Yo quisiera ser como tú, colega… 


Enrique se quedó en silencio un momento, pensativo.

- Espera, ¿por qué no me cambio por ti?

- Pero… ¿de qué hablas?

- Hablo de ser como tú, de llevar tu misma vida, quedar con esas chicas y con otras que tú me presentes, divertirme, follármelas.



Alberto se llevó las manos a la cabeza.

- ¿Pero estás loco Enrique? Parece que se te olvida que estás casado con Cristina. Le debes fidelidad. ¿Te vas a acostar con otras teniéndola a ella? ¿En serio tío?



- Mira Alberto, tú no lo entiendes. ¿Sabes lo que es llevar cinco años del trabajo a la casa y saliendo solo con tu mujercita? Y luego tener que aguantar que cada dos por tres te hable de que quiere tener un niño, siempre con el mismo tema. Estoy inmerso en una rutina aburrida, estoy harto de todo eso y quiero divertirme, pero si no quieres ayudarme…


- ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

- Sí, totalmente, - afirmó decidido.



- Pues entonces te ayudaré, si es eso lo que quieres, aunque no te va a hacer falta; ya tienes el número de Saria. Eso sí, después yo me abriré como los paraguas. Yo voy a mi bola ¿entendido?


- Claro tío. Esto… si por casualidad ves o hablas con Cristina, no vayas a irte de la lengua ¿vale? 


Cuando por fin Alberto llegó a casa dejó de disimular, de fingir.

Que no le dijera nada a Cris…

En aquel momento le hubiera dado una paliza que lo hubiera reventado.



Estaba casado con una chica preciosa y adorable, y le iba a poner los cuernos con unas y con otras. Deseaba vivir como él vivía, pero ignoraba que su rutina amorosa o sexual era una forma de huir de sus propios sentimientos.


Él se enamoró de Cris, como un loco, cuando ambos eran apenas unos adolescentes, pero justo cuando ella parecía corresponderle, su padre lo mandó al extranjero a estudiar derecho. La llamó infinidad de veces, pero ella jamás le contestó, y cuando volvió, Cris ya estaba casada con el gilipollas de Enrique, y ahora este decía que estaba harto de la vida que llevaba y que pensaba ponerle los cuernos con quien fuera.

Menudo imbécil…



Sintiendo que lo inundaba la melancolía, Alberto cogió su móvil y buscó sus antiguas fotos con Cris. Daría media vida por estar casado con ella, darle un montón de hijos y poder llevar la vida rutinaria que tanto odiaba en tonto de Enrique.



Continuará

1 comentario:

  1. Me estaba imaginando que Alberto estaba enamorado de Cristina y así es. Enrique no me gustó al principio y ahora aún me gusta menos. A pesar de la vida que lleva Alberto, se ve que es un tío legal y no como el imbécil de Enrique.

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