domingo, 18 de abril de 2021

Capítulo 3

Al día siguiente Enrique llamó a Alberto. Al parecer había llamado a Saria y había quedado con ella y con Tifany, de modo que llevó a sus amigos al club Frenesí.

- Vamos Enrique, pasa, y espero que no te arrepientas luego.

- No le digas esas cosas que le vas a meter miedo, - dijo Tifany.

- Si hablamos de meter, - dijo Enrique insinuante, - yo preferiría meter otra cosa.

- Uy, este viene calentito, - rió Saria.


Los cuatro se sentaron junto a la barra, pidieron bebidas y comenzaron a charlar.

- Bueno Enrique, ¿te ha dicho tu amigo lo que ocurre aquí en este club? – le preguntó Saria.

- No tengo ni idea.

- ¿Y tú te vas a apuntar? – le preguntó a Alberto.

- Lo veo sumamente improbable. Esta noche voy a otro rollo, - contestó antes de beber de su vaso.

- Oye, ¿me podéis decir de qué demonios estáis hablando? – quiso saber Enrique.


- Ya te enterarás chaval. Yo me voy a bailar, - contestó yendo hacia la pista y dejando a su amigo totalmente intrigado.


Pero un momento después sus dudas se aclararon cuando vio a un tío totalmente desnudo. Si le hubiera pillado bebiendo de seguro que se habría atragantado.

Y fue tal la cara de sorpresa y estupefacción, que el tipo en cuestión se le acercó.

- Qué, es la primera vez que vienes aquí ¿no?

- ¿Tanto se nota?

- Lo llevas escrito en la frente Enrique, - rió Saria, - esto es un club de striptease. ¿Te vas a apuntar? Tifany y yo sí.


Y ante el asombro y regocijo de él, las chicas se deshicieron de toda la ropa.

Enrique apenas podía creerlo. Dos chicas guapísimas, dos pedazo de monumentos, y allí las tenía ante él, completamente desnudas.


La visión de tantos cuerpos desnudos encendió la sangre de Enrique y entre sus piernas su miembro comenzó a despertar. Luego, ni corto ni perezoso, también se deshizo de toda su ropa.

- Este será novato pero aprende pronto, - comentó risueño el que se había desnudado primero.


Mientras tanto desde la pista de baile, Alberto ya se había dado cuenta de lo rápidamente que iban las cosas.

Parecía mentira. Su mujer esperándolo en casa y él ahí, desnudo delante del resto de la gente. Habitualmente los que venían por primera vez solían estar más cortados, a él incluso le pasó al principio. Luego un día probó a quitarse la ropa y tener sexo grupal, pero descubrió que no le terminaba de gustar; prefería mil veces compartir sus momentos íntimos con una mujer, y a solas.


- ¿En serio esta es la primera vez que vienes? – le dio a Enrique el tipo que se desnudara primero, - porque te has adaptado de puta madre. Yo me llamo Javier.

- Yo Enrique, encantado. Esto es un paraíso soñado que jamás pensé que existiera. Tener ante la vista los cuerpos desnudos de mis amigas, de los demás, sin pudor ninguno es…

- Pues si quieres nos vamos a aquel sofá de allá y disfrutas de este cuerpo, - le propuso Saria.


La morena avanzó hacia el sitio indicado, y Enrique ni corto ni perezoso se bajó del taburete y la siguió sin dudar. En el centro de su cuerpo desnudo, se alzaba su polla dura, levantada y triunfante.

Aquello no tenía nada que ver con estar con su mujer, hacerlo siempre a solas y con la misma, a veces reprimiendo deseos. Aquí ahora, se sentía liberado, desinhibido, y salvajemente excitado, y no le importaba una mierda que lo vieran en plena erección, follando con aquella morena exuberante o con quien fuera. Le daba absolutamente igual.


Momentos después Saria se sentaba sobre Enrique y éste la penetraba con intensidad. La chica comenzó a mover su pelvis, su trasero con una pericia que jamás había visto él en nadie.

- Joder… que coño tienes, sigue moviéndote así. Estaba loco por follarte. Y qué tetas madre mía… - dijo mientras las veía balancearse ante sus ojos.


Momentos después Alberto se volvió y vio que Tifany  se unía a ellos formando un trío. Las chicas se morreaban mientras Enrique seguía follándose a Saria y toqueteaba a la rubia.


Cuando luego se unió a ellos un tipo rubio cachas y empezó a follarse a Tifany, Alberto se dio la vuelta para no verlos.


A ver, él no sentía nada por ninguna de las muchachas, no era eso, lo que en ese momento no podía dejar de pensar era en que, en algún lado de la ciudad, estaría Cris sola, en su casa, esperando que volviera su marido del trabajo.


Alberto avanzó decidido y en silencio hacia la puerta de salida.

No dijo nada, ni se despidió de Enrique; no quería interrumpirle, y menos en aquel momento.


De modo que lo había hecho, - pensó ya en la calle, - aquel imbécil le había arrebatado al amor de su vida, se había casado con ella, y ahora se permitía el lujo de engañarla, de ponerle los cuernos, de ir a un club, desnudarse y follar con unas y con otras, y ni siquiera se acordaría de aquella dulce muchacha que, ajena a todo aquello, lo esperaría en casa.


Alberto decidió ir dando un paseo hasta su casa, así se despejaría un poco. Entonces, cerca del club vio que había un pequeño parque para niños. Entonces se detuvo y lo contempló pensativo, recordó aquel deseo de Cris de ser madre, y tontamente se imaginó a él mismo llevando a aquel parque a sus hijos, a los que le hubiera gustado tener con ella.


Enrique estaba allí en el club.

¿Por qué no iba él a ver a Cris? – pensó de pronto. Al fin y al cabo ella estaba sola e ignorante de lo que hacía su marido en aquel preciso instante. Podía presentarse en su casa y preguntarle por él, hacerle creer que había ido a ver a Enrique, no a ella.

Eso sí, las correrías de su amigo deberían quedar en secreto, al menos de momento.



Continuará




1 comentario:

  1. Ufff, vaya con Enrique. Se ve que a Alberto no le gusta nada que esté engañando a su mujer. Me alegro que haya decidido ir a su casa y a ver si salta la chispa entre los dos. Bueno, en Cris porque él la sigue queriendo.

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