Con el
corazón latiéndole a todo gas, Alberto se presentó ante la casa de Enrique,
llamó a la puerta y momentos después aparecía Cristina.
- Alberto… -
se sorprendió, - hola. Cuanto tiempo, - le dijo seria.
- Hola Cris,
- le dijo sin poder evitar llamarla con la abreviatura de su nombre. Era una
forma cariñosa de llamarla, siempre la había llamado así y seguiría siendo de
ese modo por los siglos de los siglos.
- ¿Cómo tú
por aquí?
- Vengo a
ver a Enrique – le preguntó sintiéndose
un falso y un embustero, - hace muchísimo tiempo que no lo veo y había pensado
en pasar a saludarlo.
- Aún no ha
llegado. ¿Quieres entrar y esperarlo? No debe tardar.
Alberto
pensó que, teniendo en cuenta donde estaba Enrique en aquellos momentos y lo
que estaba haciendo, era muy improbable que la certeza de Cris se cumpliera.
- Vale, -
por un momento se quedó callado, mirándola con una sonrisa dulce e idiota, - estás
muy guapa.
Ella pareció
aturullarse un poco.
- Ven, pasa…
Los dos se
sentaron en el salón.
- Tienes una
casa preciosa Cris.
- Gracias,
no está mal, pero a mí me gustaría mudarme a otra que tuviera al menos un
dormitorio más.
- Si, y no
quiere mudarse. Dice que para nosotros dos está bien.
- Ya pero ¿y
si…?
- Te voy a
preparar un te frío, - dijo ella levantándose y poniéndose a ello.
Para él no
pasó desapercibido el hecho de que ella había interrumpido su pregunta a
propósito.
¿Y si ella
quedaba embarazada y tenía un bebé? – había estado a punto de preguntarle, - en
ese caso iban a necesitar otro dormitorio ¿no? ¿Por qué Enrique no se quería
mudar a otra casa más grande?
Cristina
sirvió el te frío.
- Qué apañada
eres. ¿Enrique te deja meterte en la cocina o la acapara él? ¿Te ha enseñado
algo?
- Enrique no
entra siquiera en la cocina. Dice que viene harto del trabajo en el restaurante
y que aquí la cocina es para mí, y tampoco me ha enseñado nada. Aprendí de ver
a mi madre guisar.
- Pues haces
muy bien. Siempre fuiste una mujer muy espabilada, autosuficiente.
- Gracias.
- Trabajas
¿no?
- Sí, soy
profesora. Doy clases a niños de primaria. Tú te hiciste abogado ¿no?
- Sí, -
Alberto se puso de pie y cogió un vaso con te frío, - trabajo en un bufete.
- Y… ¿te has
casado? – preguntó Cris con voz insegura.
Él bebió un
buen trago antes de contestar.
- No, y
tampoco tengo novia.
- Bueno
pero…
- ¿Qué?
- Nada, que
me cuesta creer que un tío como tú no esté con nadie.
- ¿Un tío
como yo? ¿A qué te refieres?
- Joder
Albert, - Cristina lo llamó por primera vez como solía llamarlo cuando ambos
eran adolescentes, - tú… bueno, eres un tío guapo, con presencia. Eres abogado
y tienes tu trabajo. ¿No aspiras a… estar con alguien?
- Por
cierto, ¿Enrique y tú no habéis tenido críos? Ya lleváis casados varios años
¿no?
A Alberto le
interesaba indagar y saber cuál era la postura de ella, su opinión, lo que
sentía al respecto.
- Si me
disculpas voy a meter nuestros vasos en el friegaplatos, - dijo ella
levantándose.
Durante un
momento, Alberto se quedó pensando en el tonto de su amigo.
Era gilipollas,
así, con todas las letras. Tenía a una mujer como aquella, y en lugar de estar
a su lado, de engendrar hijos con ella, prefería estar en un club de
striptease, desnudo, y follándose a cualquier pelagarta.
- Voy a
marcharme Cris, - dijo Alberto poniéndose de pie y acercándose a ella, -
Enrique veo que tarda y mejor vengo otro día si te parece.
- Sí claro,
cuando quieras. Le diré que has venido y le dará coraje no haberte visto.
- Dame tu
número y así te aviso ¿vale?
Ella se lo
dio y él lo guardó en sus contactos del móvil.
Sin poderlo
evitar, como si fuera de común acuerdo, ambos se abrazaron.
Aspiró su
olor personal, femenino, inolvidable, y la emoción que le proporcionaba el
simple hecho de poder estrecharla entre sus brazos, no se podía comparar con
ninguna de sus experiencias sexuales anteriores.
Después se
separaron y la miró con sus penetrantes ojos verdes.
- Me ha
encantado volverte a ver Cris. Estás preciosa, en serio. Sigue luchando por tus
sueños ¿vale?
Ella lo miró
seria, tratando de contener la emoción que sus palabras le habían provocado.
- Muchas
gracias Albert. A mi… también me ha encantado… verte. Estás muy… guapo, bueno,
siempre lo fuiste.
- Gracias
nena. Nos veremos otro día.
- Sí, vale…
Qué bien que hayan estado juntos charlando. Espero que se vean más y salte la chispa en Chris porque imagino que de adolescente le gustaría Alberto, al menos un poco.
ResponderEliminar