martes, 20 de abril de 2021

Capítulo 4

Con el corazón latiéndole a todo gas, Alberto se presentó ante la casa de Enrique, llamó a la puerta y momentos después aparecía Cristina.

- Alberto… - se sorprendió, - hola. Cuanto tiempo, - le dijo seria.



- Hola Cris, - le dijo sin poder evitar llamarla con la abreviatura de su nombre. Era una forma cariñosa de llamarla, siempre la había llamado así y seguiría siendo de ese modo por los siglos de los siglos.

- ¿Cómo tú por aquí?

- Vengo a ver a Enrique – le  preguntó sintiéndose un falso y un embustero, - hace muchísimo tiempo que no lo veo y había pensado en pasar a saludarlo.  



- Aún no ha llegado. ¿Quieres entrar y esperarlo? No debe tardar.

Alberto pensó que, teniendo en cuenta donde estaba Enrique en aquellos momentos y lo que estaba haciendo, era muy improbable que la certeza de Cris se cumpliera.



- Vale, - por un momento se quedó callado, mirándola con una sonrisa dulce e idiota, - estás muy guapa.

Ella pareció aturullarse un poco.

- Ven, pasa…



Los dos se sentaron en el salón.

- Tienes una casa preciosa Cris.

- Gracias, no está mal, pero a mí me gustaría mudarme a otra que tuviera al menos un dormitorio más.



- ¿Y qué dice Enrique? – Alberto se imaginaba ya el motivo por el que ella deseaba otro cuarto, - ¿sigue trabajando en el restaurante?


- Si, y no quiere mudarse. Dice que para nosotros dos está bien.

- Ya pero ¿y si…?



- Te voy a preparar un te frío, - dijo ella levantándose y poniéndose a ello.

Para él no pasó desapercibido el hecho de que ella había interrumpido su pregunta a propósito.

¿Y si ella quedaba embarazada y tenía un bebé? – había estado a punto de preguntarle, - en ese caso iban a necesitar otro dormitorio ¿no? ¿Por qué Enrique no se quería mudar a otra casa más grande?



Cristina sirvió el te frío.

- Qué apañada eres. ¿Enrique te deja meterte en la cocina o la acapara él? ¿Te ha enseñado algo?

- Enrique no entra siquiera en la cocina. Dice que viene harto del trabajo en el restaurante y que aquí la cocina es para mí, y tampoco me ha enseñado nada. Aprendí de ver a mi madre guisar.



- Pues haces muy bien. Siempre fuiste una mujer muy espabilada, autosuficiente.

- Gracias.

- Trabajas ¿no?

- Sí, soy profesora. Doy clases a niños de primaria. Tú te hiciste abogado ¿no?



- Sí, - Alberto se puso de pie y cogió un vaso con te frío, - trabajo en un bufete.

- Y… ¿te has casado? – preguntó Cris con voz insegura.



Él bebió un buen trago antes de contestar.

- No, y tampoco tengo novia.



- Bueno pero…

- ¿Qué?

- Nada, que me cuesta creer que un tío como tú no esté con nadie.

- ¿Un tío como yo? ¿A qué te refieres?

- Joder Albert, - Cristina lo llamó por primera vez como solía llamarlo cuando ambos eran adolescentes, - tú… bueno, eres un tío guapo, con presencia. Eres abogado y tienes tu trabajo. ¿No aspiras a… estar con alguien?



- Aspiro a todo Cris, a casarme con la mujer que ame y a tener todos los niños que queramos. Eso me encantaría, - sonrió.


- Por cierto, ¿Enrique y tú no habéis tenido críos? Ya lleváis casados varios años ¿no?

A Alberto le interesaba indagar y saber cuál era la postura de ella, su opinión, lo que sentía al respecto.



- Sí, llevamos cinco años casados pero… no he tenido niños. Yo le he dicho ya innumerables veces que vayamos al médico para ver si nos pasa algo a uno de los dos, pero… él se niega, no quiere. Dice que estamos muy bien así, - contestó seria y algo triste.


- Está bien él, ¿pero y tú nena? ¿Y tus deseos, tus sueños y anhelos? ¿Qué pasa con ellos?


- No… no puedo hacer… nada, - aquel nena suyo había hecho que de repente se volviera tartamuda, - prefiero callarme y… dejar las cosas como están para no… liarla.


- Si me disculpas voy a meter nuestros vasos en el friegaplatos, - dijo ella levantándose.

Durante un momento, Alberto se quedó pensando en el tonto de su amigo.

Era gilipollas, así, con todas las letras. Tenía a una mujer como aquella, y en lugar de estar a su lado, de engendrar hijos con ella, prefería estar en un club de striptease, desnudo, y follándose a cualquier pelagarta.



- Voy a marcharme Cris, - dijo Alberto poniéndose de pie y acercándose a ella, - Enrique veo que tarda y mejor vengo otro día si te parece.

- Sí claro, cuando quieras. Le diré que has venido y le dará coraje no haberte visto.

- Dame tu número y así te aviso ¿vale?

Ella se lo dio y él lo guardó en sus contactos del móvil.



Sin poderlo evitar, como si fuera de común acuerdo, ambos se abrazaron.

Aspiró su olor personal, femenino, inolvidable, y la emoción que le proporcionaba el simple hecho de poder estrecharla entre sus brazos, no se podía comparar con ninguna de sus experiencias sexuales anteriores.



Después se separaron y la miró con sus penetrantes ojos verdes.

- Me ha encantado volverte a ver Cris. Estás preciosa, en serio. Sigue luchando por tus sueños ¿vale?



Ella lo miró seria, tratando de contener la emoción que sus palabras le habían provocado.

- Muchas gracias Albert. A mi… también me ha encantado… verte. Estás muy… guapo, bueno, siempre lo fuiste.

- Gracias nena. Nos veremos otro día.

- Sí, vale…



Continuará

1 comentario:

  1. Qué bien que hayan estado juntos charlando. Espero que se vean más y salte la chispa en Chris porque imagino que de adolescente le gustaría Alberto, al menos un poco.

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