- Vaya
chica, estás que te rompes ¿eh?, - le dijo Marta de broma al verla.
- Hoy vengo
a por todas.
- ¿Y no me
dijiste que tu madre te había castigado sin salir un mes?
- Si, pero el hermano de mi padrastro me ha ayudado a escapar y hará que ella no se dé cuenta.
- Que generoso ¿no?, - dijo Marta con aire de sospecha.
- Bueno, en
esta vida no hay nada gratis, ya lo sabes, así que he prometido que me acostaré
con él cuando vuelva.
- ¿En serio
vas a hacer eso?, - se sorprendió su amiga.
- Si, a ver, Iván no es que me haga demasiada gracia, pero hay que reconocer que está bueno, y como es mayor que yo tiene más practica… en la cama, ya sabes. Al fin y al cabo no tengo novio ni nada parecido, así que algún día me tengo que estrenar ¿no?
- Jo Lidia,
tu haz lo que quieras pero yo no lo haría. Deberías de hacerle caso a tu madre.
Haciéndolo con él estarás en las manos de ese hombre; si mañana no accedes él
se chivará, ¿lo has pensado?
Pero ella no quiso pensar más. Se divirtió un buen rato y después de todo no regresó tan tarde a casa.
Al entrar en
el salón, solo Iván estaba allí.
- Vaya, que
bien que ya hayas vuelto. ¿Te has divertido?
- Más o
menos. ¿Por aquí todo bien?
- Si, le
dije a tu madre que como la noche
anterior apenas si habías dormido, que te habías acostado muy temprano. Te dije
que no habría problema.
- Gracias…
Él la miró
con una sonrisa.
- Bueno,
vámonos para arriba.
Ya en el
cuarto de Iván, delante de él y a los pies de su cama, la respiración de Lidia
era profunda, y no podía negar que estaba nerviosa.
- Tranquila
preciosa, te dije que se lo que hago y que te haría disfrutar. Tú solo déjate
llevar y confía en mí ¿vale?
- Bueno…
Un momento
después sus labios se unían en un beso suave. Los labios femeninos eran
inexpertos, pero esto lejos de rechazarlo Iván, lo excitaba más. Aquel bombón
de chica iba a ser suya.
Después los
labios se abrieron y sus lenguas iniciaron una danza osada y torturante que los
encendió a los dos.
- Joder que bien sabes me cago en la puta…, - las manos de Iván acariciaban sus brazos, su cintura y luego sus pechos, - qué buena estás…
Aún hablaba
mientras se quitaba la camisa.
- Ah… nena…
cómo me pones, - susurró apasionado, - me gustas mucho ¿sabes?, - la besó,
- muchísimo.
- Tú
también… me gustas, - dijo ella aún algo tímida.
- Pues no te
cortes y bésame, tócame, hazme lo que quieras.
Volvieron a
besarse anhelantes, y un momento después los dos se despojaban de toda su ropa.
Iván se tendió en la cama, hizo que Lidia se pusiera sobre él en posición invertida y, acercándola a si y alzando un poco la cabeza, comenzó a recorrer con su lengua hambrienta toda la hendidura del sexo femenino. Ella estaba sobre él, adolescente, virgen, inexperta y excitante, y con locura y frenesí lamió, besó y paladeó profundamente todo el abierto sexo femenino. Luego Lidia, contagiada por aquella nueva y maravillosa sensación, se inclinó y chupó aquel duro miembro que se ofrecía generosamente a ella.
Cuando él la
notó excitada y la vio disfrutar desinhibidamente, se situó sobre ella y le
separó ambas piernas.
- Relájate
cariño, trataré de hacerte el mínimo daño posible ¿vale?
- ¿Me va a
doler?
- Solo un
poco al principio, luego te encantará, ya lo verás…
El largo y
duro miembro de Iván se clavó lentamente en el húmedo sexo de Lidia. Hubo un
poco de resistencia, estrechez, pero tras un leve y fino dolor, él entró en
ella hasta el fondo.
- Ah…, - se
quejó ella mientras lo abrazaba y acariciaba su espalda y su trasero.
- Ya está
nena, ¿te ha dolido mucho?
- Un poco.
- Pues te
prometo que ya no te dolerá más, - dijo antes de besarla.
Sus caderas
comenzaron un suave y firme vaivén, metiéndosela una y otra vez, con tesón, con
ahínco…
- Ah… Iván…,
- gimió ella empezando a gozar por primera vez.
- Dime
cariño, ¿te gusta?
- Si… mucho…
- ¿Te gusta
que te folle, que te la meta?
Aquel sucio
y descarado lenguaje no hizo sino excitarla más, y se entregó y se abandonó a
él por completo.
- Oh sí, me…
me encanta…
Iván la acarició toda, le alzó las caderas y la penetró con rabiosa maestría.
Ella estaba allí, en su cama, a su merced, toda abierta de piernas y dejando gustosamente que él le clavara una y otra vez su polla dura en su coño recién estrenado. Y era suyo, le encantaba, y ella gozaba al sentirlo moverse en su interior.
- Iván,
Iván…, - gimió ella.
- Dime
preciosa.
- Cariño…
fóllame, házmelo todo lo que quieras.
Él le
sonrió.
- ¿Te gusta?
- Me…
encanta…
- Tu eres
mía, mía…
Continuará
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