viernes, 19 de julio de 2019

Capítulo 9

- Vaya chica, estás que te rompes ¿eh?, - le dijo Marta de broma al verla.
- Hoy vengo a por todas.
- ¿Y no me dijiste que tu madre te había castigado sin salir un mes?



 - Si, pero el hermano de mi padrastro me ha ayudado a escapar y hará que ella no se dé cuenta.


- Que generoso ¿no?, - dijo Marta con aire de sospecha.


- Bueno, en esta vida no hay nada gratis, ya lo sabes, así que he prometido que me acostaré con él cuando vuelva.


- ¿En serio vas a hacer eso?, - se sorprendió su amiga.



- Si, a ver, Iván no es que me haga demasiada gracia, pero hay que reconocer que está bueno, y como es mayor que yo tiene más practica… en la cama, ya sabes. Al fin y al cabo no tengo novio ni nada parecido, así que algún día me tengo que estrenar ¿no?


- Jo Lidia, tu haz lo que quieras pero yo no lo haría. Deberías de hacerle caso a tu madre. Haciéndolo con él estarás en las manos de ese hombre; si mañana no accedes él se chivará, ¿lo has pensado?


Pero ella no quiso pensar más. Se divirtió un buen rato y después de todo no regresó tan tarde a casa.


Al entrar en el salón, solo Iván estaba allí.

- Vaya, que bien que ya hayas vuelto. ¿Te has divertido?
- Más o menos. ¿Por aquí todo bien?
- Si, le dije a tu madre que como  la noche anterior apenas si habías dormido, que te habías acostado muy temprano. Te dije que no habría problema.
- Gracias…
Él la miró con una sonrisa.

- Bueno, vámonos para arriba.



Ya en el cuarto de Iván, delante de él y a los pies de su cama, la respiración de Lidia era profunda, y no podía negar que estaba nerviosa.

- Tranquila preciosa, te dije que se lo que hago y que te haría disfrutar. Tú solo déjate llevar y confía en mí ¿vale?

- Bueno… 



Un momento después sus labios se unían en un beso suave. Los labios femeninos eran inexpertos, pero esto lejos de rechazarlo Iván, lo excitaba más. Aquel bombón de chica iba a ser suya.


Después los labios se abrieron y sus lenguas iniciaron una danza osada y torturante que los encendió a los dos.



- Joder que bien sabes me cago en la puta…, - las manos de Iván acariciaban sus brazos, su cintura y luego sus pechos, - qué buena estás…


Aún hablaba mientras se quitaba la camisa.

- Ah… nena… cómo me pones, - susurró apasionado, - me gustas mucho ¿sabes?, - la besó,
- muchísimo.
- Tú también… me gustas, - dijo ella aún algo tímida.
- Pues no te cortes y bésame, tócame, hazme lo que quieras.

Volvieron a besarse anhelantes, y un momento después los dos se despojaban de toda su ropa.  



Iván se tendió en la cama, hizo que Lidia se pusiera sobre él en posición invertida y, acercándola a si y alzando un poco la cabeza, comenzó a recorrer con su lengua hambrienta toda la hendidura del sexo femenino. Ella estaba sobre él, adolescente, virgen, inexperta y excitante, y con locura y frenesí lamió, besó y paladeó profundamente todo el abierto sexo femenino. Luego Lidia, contagiada por aquella nueva y maravillosa sensación, se inclinó y chupó aquel duro miembro que se ofrecía generosamente a ella.


Cuando él la notó excitada y la vio disfrutar desinhibidamente, se situó sobre ella y le separó ambas piernas.

- Relájate cariño, trataré de hacerte el mínimo daño posible ¿vale?
- ¿Me va a doler?

- Solo un poco al principio, luego te encantará, ya lo verás…



El largo y duro miembro de Iván se clavó lentamente en el húmedo sexo de Lidia. Hubo un poco de resistencia, estrechez, pero tras un leve y fino dolor, él entró en ella hasta el fondo.

- Ah…, - se quejó ella mientras lo abrazaba y acariciaba su espalda y su trasero.
- Ya está nena, ¿te ha dolido mucho?

- Un poco.



- Pues te prometo que ya no te dolerá más, - dijo antes de besarla.


Sus caderas comenzaron un suave y firme vaivén, metiéndosela una y otra vez, con tesón, con ahínco…



- Ah… Iván…, - gimió ella empezando a gozar por primera vez.

- Dime cariño, ¿te gusta?
- Si… mucho…
- ¿Te gusta que te folle, que te la meta?
Aquel sucio y descarado lenguaje no hizo sino excitarla más, y se entregó y se abandonó a él por completo.

- Oh sí, me… me encanta…



Iván la acarició toda, le alzó las caderas y la penetró con rabiosa maestría.


Ella estaba allí, en su cama, a su merced, toda abierta de piernas y dejando gustosamente que él le clavara una y otra vez su polla dura en su coño recién estrenado. Y era suyo, le encantaba, y ella gozaba al sentirlo moverse en su interior.


- Iván, Iván…, - gimió ella.

- Dime preciosa.
- Cariño… fóllame, házmelo todo lo que quieras.
Él le sonrió.
- ¿Te gusta?
- Me… encanta…

- Tu eres mía, mía…



Continuará

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