miércoles, 3 de julio de 2019

Capítulo 4


Uno de aquellos fines de semana alternos, pasados ya bastantes meses de la separación y el divorcio, Lidia se llevó una inesperada sorpresa cuando llegó a la nueva casa de su madre, casa que no pertenecía a ella por cierto, sino a su nueva pareja.
- Ven Lidia cariño, - le dijo su madre, - que quiero que conozcas a alguien muy especial. Se llama Sergio y ahora vivo con él, pero muy pronto nos casaremos.




- Hola preciosa, ¿qué tal estás?, - la saludó él.
Lidia lo miró; era moreno, con unos bellos y enigmáticos ojos oscuros, pero daba igual. Estaba con su madre, vivía con ella y no era su padre, su progenitora lo había sustituido por aquel guaperas de tres al cuarto.
- Hola, -dijo escuetamente.




- ¿Qué tal te va en el colegio? Tu madre dice que eres muy lista, y yo diría también que muy guapa, - le sonrió.
- Me parezco a mi papá, - dijo la niña recalcando la última palabra. Luego miró a su madre y comprobó que había cambiado. Ahora llevaba el pelo más largo e iba con más escote.
Sin decir más nada se acercó a una mesa de juegos simulando que le interesaba.




- Es muy bonita cariño, - escuchó decir a Sergio mientras él y su madre se abrazaban estrechamente.
- Es lo mejor que me ha pasado hasta ahora.




- Pero conocerte a ti ha sido… especial, - añadió Cecilia, - me has dado la vida.
¿Y qué fue entonces papá para ti mamá?, - pensó enfadada Lidia.




- Estoy deseando que nos casemos cariño.
- Y yo también, no te imaginas cuánto.




- Te voy a hacer muy feliz, y tendremos hijos, ¿te parece?
- Claro mi vida…




Lidia entonces se volvió y se acercó a ellos.
- Mira que cariñosa eres con él, - le dijo a su madre, - ¿le has contado las broncas que tenías con papá? ¿Los insultos que le decías?



- Nena cállate anda, eso no tiene nada que ver ahora. Voy a empezar una nueva vida con Sergio y ya verás lo felices que vamos a ser, te lo prometo.


- ¡No pienso callarme!, - protestó, - has olvidado a papá y te has echado un novio. ¡A lo mejor nunca lo quisiste!



- No digas tonterías Lidia, eso no es así. Tu padre y yo decidimos divorciarnos y yo tengo derecho a rehacer mi vida. Él podría hacerlo si quisiera y encontrar a otra mujer.
- ¡No digo tonterías! Sé que lo has olvidado porque ya no lo querías, eras muy antipática con él y le decías cosas feas y desagradables.




- Y en cambio ahora te arreglas más y lo tratas con más cariño que a papá.
- Nena cálmate. Cuando conozcas más a Sergio ya verás cómo…




- No me interesa para nada, - dijo enfadada, - él no es mi padre y nunca lo será, y si tú lo has olvidado yo no.
Y dicho esto los dejó solos y se fue a otra parte de la casa.




Cecilia, de espaldas a Sergio, se quedó pensativa.
- No me lo va a poner fácil, para nada, - murmuró.
- Tranquila mi amor, acaba de conocerme y es normal. Muchos hijos de parejas separadas no aceptan a los nuevos cónyuges de sus padres, por lo menos al principio.



- Tu… ¿estás segura de esto nuestro?, ¿de querer casarte conmigo y empezar una nueva vida?, - le preguntó algo preocupado.



- Sergio cariño, tú has cambiado mi vida, a mí misma y hasta mi hija lo ha notado. Contigo soy muy feliz y no pienso renunciar a ti por nada. A no ser que… tu no quieras estar conmigo. Mi hija… puede ser muy difícil, lo sé.
- Cecilia, te amo y no voy a dejarte. Tu hija ya me conocerá y se acostumbrará a la nueva situación, ya lo verás.



Cuando pasó aquel fin de semana, Lidia regresó a casa. Al día siguiente por la mañana su padre tenía que acudir al trabajo. Como aún no había llegado la hora de irse al colegio y lo había echado tanto de menos, decidió acompañarlo fuera para despedirse de él y decirle adiós. Guillermo la besó cariñosamente y le dijo que la quería, y la niña lo rodeó con sus bracitos y le llenó la mejilla de besos.



Después lo vio partir y perderse en la distancia.
Jamás imaginó que aquella sería la última vez que lo vería con vida, ya que momentos después Guillermo Guzmán tenía un grave accidente, se estrellaba en la carretera y perdía la vida.



Continuará

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