domingo, 7 de julio de 2019

Capítulo 5


La vida había continuado para todos, inexorablemente, pero para Cecilia la muerte de su ex marido había supuesto que había podido casarse por la iglesia, y no solo por lo civil como planeaban.
Vivía con Sergio en una casa preciosa, éste era un hombre atento, cariñoso y detallista, y para terminar de completar su felicidad, no solo tenía ahora a Lidia con ella, sino que estaba embarazada y esperando un hijo. La vida le sonreía.



Pero para Lidia todo era diferente. La muerte de su padre fue para ella una tragedia, algo que la marcó para siempre y que la convirtió con el paso del tiempo en una jovencita rebelde y que la hacía aislarse de la gente con la que ahora vivía.


Apenas hablaba con su madre, y por supuesto su relación con ella distaba mucho de parecerse a la que tuvo con su padre. En el fondo del alma, a solas, le lloraba y lo añoraba diariamente. Perder a su progenitor había sido la putada más grande que le había hecho la vida.



Y luego estaba Sergio, él y su madre, juntos, enamorados, y verlos así le recordaba que con su padre ella no había sido igual de dulce y cariñosa, jamás, y eso dolía.




Dolía verlos juntos, mirándose como dos tortolitos, esperando con ilusión la llegada de aquel bebé.




Aquella criatura no sería de su padre, sería su medio hermano solamente.



¿Cómo pudo su madre olvidar tan rápidamente al que había sido su marido y padre de su primera hija, y ser feliz con otro? ¿Tan poco lo había querido?


Sintiéndose un poco de sobras, como la mayor parte de las veces, Lidia se alejó y dejó sola a la pareja. Ellos estaban juntos y podían ser felices; a ella le faltaba alguien primordial, alguien que la quería y la prefería más que a nadie, alguien que la hubiera acompañado a su graduación, alguien especial que algún día le hubiera gustado que la llevara al altar y que ya lamentablemente no podría hacerlo.


Salió afuera dispuesta a dar una vuelta cuando notó que alguien se aproximaba. Era Iván, el hermano de su padrastro. Era algo más joven que él pero era distinto, y cuando estaba en su presencia le daba la sensación de que era como un león a punto de saltar sobre su presa, y no podía evitar sentirse incómoda.



- Hola guapísima, ¿sales?, - le dijo él.
- Sí.



- ¿Quieres que vayamos juntos a algún sitio? Conozco un pub que es la bomba.


Ponen música de todo tipo pero los lentos hacen que la gente se acelere, se excite, tú ya me entiendes. Podríamos pasarlo muy bien juntos, te lo aseguro.



- ¿Tú y yo bailando en un pub? ¿En serio?
- Claro, hay gente que no puede contenerse y luego se van a otro sitio a… desahogarse, ya sabes a lo que me refiero. Anda bonita, quiero enseñarte muchas cosas.



- No me interesas tú ni nada de lo que me vayas a enseñar, así que paso.


- Eso puede cambiar algún día ¿sabes? La vida da muchas vueltas, - le dijo él.


Pero Lidia se marchó sin decirle más nada. Tenía la cabeza en otro sitio, y no precisamente en los planes de Iván.


Este se la quedó mirando mientras se alejaba, observó sus piernas, su contoneo al andar y la dulce curva de su trasero.


Sí, decididamente la hijastra de su hermano tenía un buen revolcón, y él sería como la paciente araña que espera a que su presa caiga en su red.


- Ya te pillaré bonita, - pensó para sí, - te pillaré y te meteré en mi cama, y cuando pruebes lo que voy a darte comerás de mi mano, te lo prometo.


Continuará

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