Y luego estaba el tema de Iván. Esto no se lo había dicho ni siquiera a Marta, pero muchas veces, a solas, se acordaba de él e incluso lloraba. Había compartido con él momentos muy íntimos, le había ofrecido su virginidad, esa primera vez que es tan especial, y durante esos meses, sin saberlo, habían ido creciendo sentimientos hacia él. Luego recordaba que Iván la había insultado y abandonado en el momento más difícil y crucial, y lloraba de impotencia, de rabia y de tristeza. En silencio, sobre todo durante las primeras semanas, esperaba recibir alguna llamada de él, algo que le diera un mínimo de esperanza, pero esa llamada nunca jamás llegó.
La que sí llamó muchísimas veces fue su madre, y una y otra vez dejó sus llamadas sin respuesta. Cecilia llamó también a Marta, a los padres de ésta, pero ellos no sabían nada de Lidia, y Marta le dijo que tampoco la había visto.
Así fue
pasando el tiempo hasta que su madre dejó de llamar tan a menudo. Luego Lidia
cambió el número del móvil y ya lógicamente no recibió llamada alguna de ella.
Su barriga
poco a poco comenzó a engordar, y como a los tres meses y medio notó los
primeros movimientos del bebé.
Marta
estudiaba y a la vez trabajaba en el laboratorio de su padre. Era todo un
cerebrito, como la llamaba a veces Lidia.
- Hola, ¿qué
tal te encuentras?, - le preguntó Marta al volver un día a casa.
- Bien, he
vendido otro cuadro. Ya puedo aportar más para la casa.
- Tu madre
me ha llamado Lidia. No se explica cómo siendo tú y yo tan buenas amigas desde
siempre, ahora no sepa nada de ti. Lo está pasando muy mal la mujer.
- No quiero saber nada de ella. Que no se hubiera puesto en plan dictador cuando le dije que estaba embarazada. No me preguntó cómo me sentía ni lo que iba a hacer, simplemente dio órdenes estrictas, como siempre.
- Bueno, ¿y qué vas a hacer con el dinero que has ganado? ¿Comprar cosas para el bebé?
- No creo, aún no estoy segura de lo que voy a hacer. Mejor te daré a ti la mitad para los gastos de la casa.
- Un crío…
es mucha responsabilidad y muchos gastos Marta, - dijo seria y pensativa.
- Pero es
una bendición, una criatura que te ayudará a seguir adelante, ya lo verás.
¿Puedo tocarte la barriga?
- Si claro.
Hoy no para de moverse.
Tras unos
segundos Marta notó el movimiento del bebé y su cara se iluminó.
- Qué
ilusión cuando lo tengamos aquí y lo veamos crecer.
- No estoy segura de… quedármelo Marta. Criar a un hijo sola debe ser… muy duro y difícil.
Algunos meses más tarde, mientras Lidia se disponía a comenzar otro cuadro, comenzó a sentir algunas contracciones y un dolor muy leve.
Se llevó las manos a la barriga y entonces notó que por sus piernas corría un líquido transparente y claro. Había roto aguas.
Las contracciones y los dolores comenzaron a hacerse más dolorosas y seguidas. Entonces fue al hospital a tener al bebé.
Unas horas después nació un hermoso crío, un niño al que inmediatamente Lidia llamó Guillermo, como su padre.
De vuelta a
casa, colocó al pequeño Guille en una cuna que Marta le había regalado.
Una mezcla
de sensaciones encontradas confluían en su interior. Aquella criatura era su
hijo, lo había parido ella, pero también era de Iván, y había pasado tanto de
ella como del niño. Estaba sola, y criar a un hijo era costoso, duro y difícil.
Ella aún era una cría, como diría su madre, y no sabía qué iba a ser de su
vida, si lograría salir adelante y cómo.
La futura
profesión de su amiga ya estaba encauzada, lo tenía clarísimo e incluso ya
trabajaba en ello, ¿pero y ella? Lo mismo podía vender dos cuadros en una
semana que no vender ninguno en un mes.
¿Cómo podía
hacerse cargo del niño en aquellas circunstancias?
Continuará
No hay comentarios:
Publicar un comentario