Una noche salieron juntos, la llevó a un pub precioso. Lidia llevaba un escote tan enorme que no dejaba mucho a la imaginación, e iba camino de provocarle una erección permanente a Iván.
- ¿Te gusta el sitio Lidia?, - le preguntó él.
- Si, es precioso, - sonrió.
- Tú sí que
eres preciosa, y ese escote tuyo va a hacer que me dé un infarto.
- No
exageres Iván, - rió ella.
- No exagero nena, podríamos irnos abajo que hay sofás. Necesito besarte urgentemente.
- ¿Besarme?
- Eso de
momento, luego ya veremos, - sonrió.
- ¿Te gusta
el lugar? ¿A que es bonito?, - le dijo él cuando bajaron al piso de abajo y se
sentaron en un bonito sofá blanco.
- Sí, es
precioso.
- Ven aquí anda, - Iván la envolvió entre sus brazos y comenzó a besarla.
- Dios… que
guapa eres, y qué buena estás. No me canso de ti…, - susurró él encendido de
pasión.
- ¿Es que
quieres cansarte de mí y dejarme?
- No, ni da
coña.
- Cariño,
¿por qué no nos vamos al cuarto de baño y lo hacemos?
- ¿Podemos
hacer eso? A ver si nos van a echar, - contestó dudosa.
- Que va…
Momentos después Lidia, despojada de la parte de abajo de su ropa, se arrodillaba ante el wáter e Iván, situado detrás, metía todo su largo miembro en la cálida humedad del sexo que se le ofrecía.
Era solo hacer aquello, empezar a mover sus caderas y penetrarla con fiereza una y otra vez, y Lidia creía caer en trance. Le encantaba, disfrutaba desinhibidamente, y no le importaba nada más.
- Me ha
encantado cariño, - le dijo él cuando hubieron terminado.
- Y a mí,
es… alucinante.
- Te dije
que te haría disfrutar y que no te arrepentirías, ¿recuerdas?
Pero Lidia tuvo ocasión de arrepentirse. Pasados unos meses le empezó a faltar la regla. Al principio lo atribuyó a desarreglos, el estrés, los nervios y un montón de cosas más, pero al final no tuvo más remedio que ir a una farmacia a comprarse un test de embarazo.
Momentos después tenía la confirmación de sus sospechas: estaba embarazada.
Continuará
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