Pero al
llegar a casa la esperaba su madre en pie de guerra y acompañada tanto de
Sergio como de su cuñado Iván.
- Lidia,
¿qué horas son estas de llegar? ¿Me lo quieres decir?
- Se nos ha
pasado el tiempo volando, no nos hemos dado cuenta. No tiene importancia.
- ¿Que no tiene importancia dices? Pues claro que la tiene. Te llamé y te dije que no te retrasaras; mañana tienes clase, ¿lo habías olvidado?
- Si quieres
rendir en clase no te puedes acostar a estas horas Lidia, - le aconsejó su
padrastro.
- ¿Y quién coño eres tú para meterte en lo que no te importa?, - le dijo bruscamente, - yo no soy tu hija, así que ocúpate de tu niño y déjame a mí en paz.
- ¿Pero qué lenguaje es ese Lidia? Sergio es mi marido; ¿crees que puedes hablarle de esa forma e irte de rositas?
- No sé qué
quieres decir con eso.
- Quiero
decir que estás castigada sin salir durante un mes, por llegar tarde y por la
forma en que le has hablado a Sergio.
- ¿En serio
crees que me voy a tirar todo un mes de aquí al instituto y del instituto aquí,
sin ir a ningún sitio con mi amiga?
-
Exacto. No has podido describirlo mejor,
- repuso su madre.
- ¡Tú estás loca! No pienso hacer eso ni de coña.
- Sí que lo harás jovencita. Soy tu madre y tú eres menor de edad. Estás en mi casa y me obedecerás, ¿entendido? Y como sigas insistiendo no será un mes, sino dos, ¿me has oído?
Lidia no contestó, se quedó en silencio porque no le salían las palabras. Entonces Sergio y su madre se fueron escaleras arriba camino de su dormitorio. Solo quedó Iván allí, viendo a la pareja alejarse.
- Menuda
bronca ¿eh?, - le dijo él acercándosele, - Ya hace tanto tiempo desde la última
que me dieron a mí que ya prácticamente se me había olvidado lo mal que se
pasa.
- Pues si…
- ¿Y qué vas
a hacer?
- ¿Tú que crees? Pues fastidiarme y obedecer, no me queda otra, - dijo seria y resignada.
- No tienes por qué Lidia. Yo tengo una solución muy sencilla y que de seguro te resultará… muy satisfactoria.
- ¿De qué
hablas?, - preguntó ella no muy segura de querer saber la respuesta.
- Es muy
fácil preciosa, si tú eres muy… amable y cariñosa conmigo, yo te ayudaré a
salir de noche y no me chivaré.
- ¿Estás diciendo lo que yo creo?, - el rostro de Lidia cambió y se descompuso.
- Vamos a ver, me imagino que eres virgen, y si no lo eres mejor, pero… ¿no te parece un buen trato el poder salir a donde te dé la gana y de paso abrirte de piernas con alguien que te va a llevar a las estrellas?
- Ya me imaginaba yo que tú no harías nada por el amor al arte, - dijo pensativa.
- No voy a hacerlo por eso, sino porque creo que debes tener libertad para salir y entrar, porque me gustas mucho y… porque quiero follarme ese coño tuyo que debe de estar riquísimo. Si te entregas a mí, te prometo que te lo pasarás de puta madre y no te arrepentirás, te lo juro.
Continuará
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