miércoles, 31 de julio de 2019
martes, 30 de julio de 2019
Capítulo 13
Aprovechando
que había un caballete en casa de Marta, Lidia comenzó a pintar; siempre le
había gustado hacerlo, al igual que a su padre. Necesitaba hacer algo para
distraerse y sobre todo para tratar de ganar algo y ayudar en casa, y el caso
es que, como no se le daba mal, comenzó a vender sus lienzos a un buen precio,
lo cual contribuyó a hacerla sentir mejor; ya no dependía por completo de su
amiga y la familia de ésta.
Y luego estaba el tema de Iván. Esto no se lo había dicho ni siquiera a Marta, pero muchas veces, a solas, se acordaba de él e incluso lloraba. Había compartido con él momentos muy íntimos, le había ofrecido su virginidad, esa primera vez que es tan especial, y durante esos meses, sin saberlo, habían ido creciendo sentimientos hacia él. Luego recordaba que Iván la había insultado y abandonado en el momento más difícil y crucial, y lloraba de impotencia, de rabia y de tristeza. En silencio, sobre todo durante las primeras semanas, esperaba recibir alguna llamada de él, algo que le diera un mínimo de esperanza, pero esa llamada nunca jamás llegó.
La que sí llamó muchísimas veces fue su madre, y una y otra vez dejó sus llamadas sin respuesta. Cecilia llamó también a Marta, a los padres de ésta, pero ellos no sabían nada de Lidia, y Marta le dijo que tampoco la había visto.
- No quiero saber nada de ella. Que no se hubiera puesto en plan dictador cuando le dije que estaba embarazada. No me preguntó cómo me sentía ni lo que iba a hacer, simplemente dio órdenes estrictas, como siempre.
- Bueno, ¿y qué vas a hacer con el dinero que has ganado? ¿Comprar cosas para el bebé?
- No creo, aún no estoy segura de lo que voy a hacer. Mejor te daré a ti la mitad para los gastos de la casa.
- No estoy segura de… quedármelo Marta. Criar a un hijo sola debe ser… muy duro y difícil.
Algunos meses más tarde, mientras Lidia se disponía a comenzar otro cuadro, comenzó a sentir algunas contracciones y un dolor muy leve.
Se llevó las manos a la barriga y entonces notó que por sus piernas corría un líquido transparente y claro. Había roto aguas.
Las contracciones y los dolores comenzaron a hacerse más dolorosas y seguidas. Entonces fue al hospital a tener al bebé.
Unas horas después nació un hermoso crío, un niño al que inmediatamente Lidia llamó Guillermo, como su padre.
Y luego estaba el tema de Iván. Esto no se lo había dicho ni siquiera a Marta, pero muchas veces, a solas, se acordaba de él e incluso lloraba. Había compartido con él momentos muy íntimos, le había ofrecido su virginidad, esa primera vez que es tan especial, y durante esos meses, sin saberlo, habían ido creciendo sentimientos hacia él. Luego recordaba que Iván la había insultado y abandonado en el momento más difícil y crucial, y lloraba de impotencia, de rabia y de tristeza. En silencio, sobre todo durante las primeras semanas, esperaba recibir alguna llamada de él, algo que le diera un mínimo de esperanza, pero esa llamada nunca jamás llegó.
La que sí llamó muchísimas veces fue su madre, y una y otra vez dejó sus llamadas sin respuesta. Cecilia llamó también a Marta, a los padres de ésta, pero ellos no sabían nada de Lidia, y Marta le dijo que tampoco la había visto.
Así fue
pasando el tiempo hasta que su madre dejó de llamar tan a menudo. Luego Lidia
cambió el número del móvil y ya lógicamente no recibió llamada alguna de ella.
Su barriga
poco a poco comenzó a engordar, y como a los tres meses y medio notó los
primeros movimientos del bebé.
Marta
estudiaba y a la vez trabajaba en el laboratorio de su padre. Era todo un
cerebrito, como la llamaba a veces Lidia.
- Hola, ¿qué
tal te encuentras?, - le preguntó Marta al volver un día a casa.
- Bien, he
vendido otro cuadro. Ya puedo aportar más para la casa.
- Tu madre
me ha llamado Lidia. No se explica cómo siendo tú y yo tan buenas amigas desde
siempre, ahora no sepa nada de ti. Lo está pasando muy mal la mujer.
- No quiero saber nada de ella. Que no se hubiera puesto en plan dictador cuando le dije que estaba embarazada. No me preguntó cómo me sentía ni lo que iba a hacer, simplemente dio órdenes estrictas, como siempre.
- Bueno, ¿y qué vas a hacer con el dinero que has ganado? ¿Comprar cosas para el bebé?
- No creo, aún no estoy segura de lo que voy a hacer. Mejor te daré a ti la mitad para los gastos de la casa.
- Un crío…
es mucha responsabilidad y muchos gastos Marta, - dijo seria y pensativa.
- Pero es
una bendición, una criatura que te ayudará a seguir adelante, ya lo verás.
¿Puedo tocarte la barriga?
- Si claro.
Hoy no para de moverse.
Tras unos
segundos Marta notó el movimiento del bebé y su cara se iluminó.
- Qué
ilusión cuando lo tengamos aquí y lo veamos crecer.
- No estoy segura de… quedármelo Marta. Criar a un hijo sola debe ser… muy duro y difícil.
Algunos meses más tarde, mientras Lidia se disponía a comenzar otro cuadro, comenzó a sentir algunas contracciones y un dolor muy leve.
Se llevó las manos a la barriga y entonces notó que por sus piernas corría un líquido transparente y claro. Había roto aguas.
Las contracciones y los dolores comenzaron a hacerse más dolorosas y seguidas. Entonces fue al hospital a tener al bebé.
Unas horas después nació un hermoso crío, un niño al que inmediatamente Lidia llamó Guillermo, como su padre.
De vuelta a
casa, colocó al pequeño Guille en una cuna que Marta le había regalado.
Una mezcla
de sensaciones encontradas confluían en su interior. Aquella criatura era su
hijo, lo había parido ella, pero también era de Iván, y había pasado tanto de
ella como del niño. Estaba sola, y criar a un hijo era costoso, duro y difícil.
Ella aún era una cría, como diría su madre, y no sabía qué iba a ser de su
vida, si lograría salir adelante y cómo.
La futura
profesión de su amiga ya estaba encauzada, lo tenía clarísimo e incluso ya
trabajaba en ello, ¿pero y ella? Lo mismo podía vender dos cuadros en una
semana que no vender ninguno en un mes.
¿Cómo podía
hacerse cargo del niño en aquellas circunstancias?
Continuará
domingo, 28 de julio de 2019
Capítulo 12
Debía
haberse quedado dormida porque el repentino sonido de su móvil la despertó, se
incorporó y atendió la llamada.
- Hola,
dime, - saludó sabiendo que se trataba de su amiga Marta.
- ¿Estás
bien? Te noto rara.
- Me he
tenido que ir de casa Marta.
- ¿En serio?
¿Pero por qué?, - se sorprendió su amiga.
- Es una
larga historia.
- Pues ven a
mi casa y me la cuentas, anda.
Minutos más
tarde Lidia llegaba a la nueva casa de su mejor amiga.
- Hola, eres
la primera visita que tengo. Me alegro de que hayas venido.
- Bueno dime, ¿qué demonios ha pasado para que te vayas de tu casa?
- Pues… resulta que no me viene la regla, me he hecho un test de embarazo y… estoy embarazada Marta.
- Vaya,
enhorabuena pero…
-
¿Enhorabuena? Esto es un marronazo. Se lo he dicho a Iván y se ha desentendido
de todo. Dice que lo mismo que me abrí de piernas con él pude hacerlo con
cualquiera. Incluso me llamó zorra y puta y me dijo que no contara con él para
nada, que no le gustan los niños.
- Joder que
hijo de perra. ¿Y tu madre que ha dicho?
- A eso iba.
Luego se lo dije a mi madre y puso el grito en el cielo. Me dijo que tendría el
bebé, que ellos lo cuidarían y me encerrarían en un colegio o institución,
interna ¿sabes? De esos sitios que son muy rígidos y severos, así que me negué
y me largué.
- Vaya, pero
vas a volver luego ¿no?
- No Marta,
se acabó, no pienso hacer lo que dice mi madre. Ya estoy harta de sus
imposiciones.
- Sé que
ahora no es el momento de reproches pero… recuerda que te dije que no te
acostaras con ese Iván. Mira lo que te ha pasado ahora.
- Lo se…
- ¿Estás
completamente decidida a no volver a tu casa?
- Sí.
- Pues
entonces quédate aquí conmigo. Ya sabes que mi padre me alquiló esta casita.
Así no estaré sola.
Lidia
impulsivamente abrazó su amiga, la estrechó contra ella agradecida.
- No sé cómo
puedo agradecerte…
- Calla, no
digas nada.
- Sabes que te quiero como una hermana y no voy a dejarte sola y tirada en estos difíciles momentos.
- Gracias de todo corazón Marta. Eres la mejor. Ni siquiera mi madre me ha preguntado cómo me sentía, no se ha parado a charlar conmigo tranquilamente, y eso que se ha dado cuenta de que el padre de mi hijo ha pasado de mí.
- No se lo
tomes en cuenta. Ha debido ser un fuerte impacto para ella enterarse de que su
hija adolescente está embarazada. ¿Por qué no vuelves a casa y tratas de
arreglarlo?
- Porque no
Marta. Mi vida se jodió cuando mi padre se estrelló y tuve la mala suerte de tener
que irme con mi madre. Nadie me va a encerrar en ningún sitio ni tampoco va a
decidir por mí lo que hago con el bebé.
- Está bien,
tranquila. Esta casa tiene dos habitaciones así que una es tuya. Ven que te la
enseñe.
Ambas
entraron dentro.
- Este es el
salón. No es muy grande pero para nosotras está bien.
- Me gusta,
es muy alegre.
- Y en
frente está la cocina-comedor. Concepto abierto. Así sin tantas paredes parece
la casa más grande ¿no crees?
- Pues sí,
es verdad. Y tiene los mismos colores que el salón, que guay.
- Y este
será tu dormitorio. Hay sitio para poner más tarde una cunita de bebé. ¿Te
gusta?
- Si claro,
está genial. Yo pensaba que me quedaría tirada en la calle, así que para mí
esto es un lujo, sobre todo porque no tendré que aguantar a mi madre ni ver al
cerdo de Iván.
- El no ver
a ese tío te ayudará a olvidarlo Lidia. Tienes que seguir adelante y luchar,
pero esta vez sola. Yo siempre estaré a tu lado pero… si tu padre hubiera
estado aquí… creo que las cosas habrían sido algo diferentes.
- Necesito…
estar sola… ¿No te importa?
Y acto seguido se metió dentro de la cama y se cubrió completamente con la colcha. Antes de que Marta saliera del dormitorio la escuchó sollozar.
Continuará
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