domingo, 11 de octubre de 2020

Capítulo 7

 - Bueno, pues ya estamos aquí, - dijo Abel al llegar frente al restaurante, - ¿habías venido alguna vez a éste sitio?

- Que va, es la primera vez. Por cierto, - dijo ella mirándolo, - estás guapísimo ¿lo sabías?


- ¿En serio te parece que estoy guapo? – a Abel le parecía mentira que la chica que tanto lo había ignorado al principio,  ahora le dijera que lo encontraba atractivo.

- Por supuesto Abel, y no es que estés guapo, ya eres guapo y me encantan esos ojos verdes que tienes.

- Me vas a sacar los colores, - sonrió, - anda, vamos a entrar.


Ambos entraron en el restaurante y él pidió una mesa para dos.


Cuando ambos ya estuvieron sentados a la mesa, ella cogió automáticamente el menú y se puso a mirarlo. Abel en silencio la observaba.


- Virginia, me da la sensación de que estás huyendo de algo, - le dijo él dando en el clavo.


- ¿Qué te hace pensar eso Abel? – sonrió para disimular.

¿Qué tenía aquel hombre que la intuía tan bien? – se preguntó a sí misma.


- Escucha, estoy aquí, soy tu amigo, tu antiguo compañero. Si no quieres hablar del tema vale, pero que sepas que estoy a tu lado.

- ¿Qué te hace pensar que estoy huyendo de algo o… de alguien?

- No sé, intuición. Tú me propusiste salir a cenar, parecías deseosa de… airearte, distraerte, no sé…

Virginia suspiró.

- Abel, aprecio muchísimo tus… observaciones, de verdad que sí. ¿Te parece que ahora pidamos la cena?


Él captó el mensaje y se puso a mirar el menú en silencio. Estaba prácticamente convencido de que a ella le ocurría algo, pero si no estaba preparada para hablar de ello, él no iba a forzarla en absoluto.


- ¿Te has enfadado Abel? – le dijo ella con su dulce voz, - lo último que quisiera en la vida es que tú te enfadaras conmigo, en serio.

Él sonrió.

- No preciosa, tranquila, no estoy enfadado contigo ni mucho menos.


En ese momento se acercó el camarero y Virginia volvió a mirar el menú.

- La carne aquí es excelente ¿sabes? – le dijo él.


- Ah ¿sí? ¿Y qué has pedido tú?

- Entrecot de ternera.


- Pues entonces yo pediré lo mismo, - ella miró al camarero mientras lo decía, - me fío de mi amigo.


Virginia se quedó un instante pensativa; junto a Abel se sentía tranquila, relajada, él la trataba bien y además era su amigo, y eso, no sabía por qué, le gustaba mucho.


- ¿Te fías de mí Virginia? – le preguntó él con una sonrisa.


- Absolutamente, me siento muy bien contigo. Eres… muy especial y agradable.


Momentos después apareció el camarero con sus platos. El entrecot olía maravillosamente y ella le agradeció a Abel por haberla aconsejado.


Ambos se pusieron a comer mientras charlaban y disfrutaban de una cena amena y relajada. Los ojos masculinos se clavaban a menudo en ella.


Y Virginia no podía evitar mirarlo a su vez. Era tan dulce, tan absolutamente diferente a César que le parecía mentira poder estar allí cenando con él sin ser insultada o agredida de una forma u otra.


- Bueno, - ambos se pusieron de pie tras terminar de cenar y pagar, - ¿quieres que vayamos a algún sitio a tomar una copa? – propuso él.

Ella se echó a temblar pensando en que César ya estaría en casa preguntándose dónde diablos se habría metido, así que no era plan de poner las cosas peor de lo que ya estaban.

- Me encantaría pero… me es imposible, tengo que irme, - le dijo doliéndole en el alma.


- Yo también lo siento, - le sonrió dulcemente, - me habría encantado poder disfrutar un rato más de tu compañía.

- Y a mí Abel, te lo aseguro.


Entonces él, en un impulso, la abrazó estrechamente, y ella se aferró a él.

- Ya sabes que estoy aquí para lo que necesites ¿de acuerdo?

- Sí… - contestó a la vez que le costaba no mandarlo todo al infierno e irse con él.


Rápidamente, para no darse tiempo a dar marcha atrás, Virginia se separó de Abel y avanzó derecha hacia la puerta.

 No volvió la vista atrás, pero instintivamente supo que los verdes ojos masculinos la perseguían hasta la salida. 



Continuará

1 comentario:

  1. Temía que César llegara a casa antes de que ella saliera. No quiero ni imaginar lo que pasará cuando vuelva.

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