Los días
fueron pasando, las semanas, y dos meses después, a pesar de haber seguido
haciendo su vida más o menos igual, Abel estaba cada vez más inquieto, más
preocupado y desasosegado.
Su rutina
laboral era la misma, pero con su novia las cosas habían cambiado sutilmente, y
ella lo había notado.
Abel vivía
constantemente intranquilo; había llamado a Virginia infinidad de veces, y la
respuesta siempre había sido la misma: ninguna.
Sus llamadas y sus whatsapp no fueron contestados, y Abel se devanaba
los sesos pensando en lo que podría haberle pasado a ella. Cada vez que
recordaba como ese energúmeno que tenía por novio le había dejado la cara, se
envenenaba de rabia y no conseguía comprender cómo se le podía hacer eso a una
chica indefensa.
Cada vez que llegaba a casa se asomaba a una ventana y miraba la casa de en frente, la de ella. A veces se pasaba horas mirando por si la veía, pero en vano. Al único que había visto salir por las mañanas o regresar por las tardes, había sido a un hombre joven, moreno y de buena apariencia. Más de una vez le habían dado ganas de enfrentársele y darle todo lo que se merecía, pero como dijera la misma Virginia, aquel malnacido era un empresario influyente y con dinero, y podría arruinarle la vida fácilmente, y no estaba dispuesto a ello.
- Cariño,
¿todavía sigues mirando por esa ventana?, - le dijo su madre entrando en la
habitación.
- Mamá, su
novio es un maltratador en potencia. No puedo dejar de estar preocupado por
ella.
- Lo sé, pero pasarte las horas mirando por esa ventana no va a solucionar las cosas ¿sabes? Tu vida tiene que continuar.
- ¿Pero por qué no contesta mis llamadas ni mis whatsapps? La última vez que la vi no te imaginas como tenía la parte izquierda de su cara. ¿Cómo se puede pegar así a una muchacha?
- ¿Y por qué
no lo denuncias? Tal vez así podrías ayudarla ¿no?
- Mamá, ese
tipo es millonario, un empresario muy influyente y podría contratar al mejor
abogado del país, inventarse mil historias sobre mí y hundirme laboralmente,
arruinarme la vida. Es lo mismo que le pasa a Virginia, que teme huir de él
porque sabe que la encontraría y sería capaz de molerla a palos.
- Abel, ya sé cómo eres y cuánto te preocupas por la gente, - le dijo su madre, - especialmente por ésta chica, pero recuerda que ella no es nada tuyo. Tú tienes tu vida, incluso tu novia, y últimamente la estás descuidando un poco ¿no crees?
- Mamá, no puedo evitar ser como soy. Sé que ese hombre está maltratando a Virginia, y yo no puedo quedarme indiferente y continuar mi vida como si nada. Mi novia no corre ningún peligro, pero ella sí, te lo aseguro.
- Por eso
miro por esa ventana, por si la veo y puedo hablar con ella cuando ese hombre
no esté.
- No la
metas en líos cariño, - le aconsejó su madre.
- Han pasado dos meses desde la última vez que la vi, y muchas veces cuando he mirado por esa ventana, he llegado a pensar en que… ese tipo bien podría habérsela cargado y… haberla enterrado en el jardín.
- ¿Quién lo
sabría mamá? Absolutamente nadie se lo imaginaría.
- Pareces
olvidar que esa chica tiene a sus padres, divorciados pero los tiene, así que
tranquilízate. Como se suele decir, las malas noticias vuelan. Si Dios quiere
que se te vuelva a cruzar por el camino y que la ayudes, no te preocupes que
volverás a verla donde y cuando sea.
Varios días después Abel y Gabriela acompañaron a su madre al hospital a hacerse unos análisis. Ya era la hora en que los habían citado, y más gente esperaba allí su turno.
Entonces, al mirar al fondo del pasillo, Abel vio a Virginia sentada en uno de los asientos que había allí.
- Mamá, -
dijo el volviéndose rápidamente hacia los suyos, - ¿no te importa que Gabriela
te acompañe? Virginia está ahí y necesito hablar con ella, saber cómo está.
- Si cariño,
no te preocupes.
- Anda ve, -
le dijo su hermana mientras la madre se adelantaba, - a ver si así te quedas
más tranquilo.
- Muchas
gracias hermanita, eres la mejor.
Mientras Gabriela seguía a su madre, Abel avanzó por el pasillo preguntándose qué estaría ella haciendo allí.
¿Se
encontraría bien? ¿Le habría hecho algo aquel energúmeno que tenía por novio?
Su corazón
latía nervioso; hacía más de dos meses que no la veía y la había echado mucho
de menos, estaba muy preocupado por ella.
- Hola
Virginia, - la saludó, - ¿dónde te has metido todo éste tiempo? Te he llamado
infinidad de veces y te he hablado por whatsapp.
- Lo siento
Abel, tú… tienes novia y no he querido darte problemas.
- He estado
muy preocupado por ti, no sabía cómo estarías. No vuelvas a hacer eso, por
favor.
- De
acuerdo.
- Bueno, ¿y
para qué has venido al hospital? ¿Te encuentras bien? – quiso saber él.
- Pues… sí.
Necesito descansar…
- Vamos
Virginia, cuéntame lo que te ocurre.
- Yo… me
quedé embarazada ¿sabes?, pero César el otro día se enfadó y… me golpeó.
- ¿Otra vez?
– preguntó indignado.
- Sí, pero
el cabrón es muy listo, se dio cuenta de que la otra vez la gente pudo verme la
cara señalada. Me tuvo días y días allí encerrada hasta que se me quitaron
todos los hematomas. Por eso ahora solo me… pega en el cuerpo.
- Menudo hijo de puta. ¿Entonces estás embarazada? – le preguntó sintiendo un dolor extraño por dentro.
- Pues… esa es la cosa Abel. Al… golpearme comencé a sangrar y por eso he venido al hospital. Me dijeron que era muy difícil que… el crío no se malograra, y yo personalmente preferí… acabar con todo esto. Ya sé que… esa criatura no tenía culpa de lo que ocurre, pero no quiero tener nada que me ate a ese malnacido ¿comprendes? De todas formas y como me ha dicho el médico, los golpes igualmente habrían provocado el aborto.
- Pobrecita…
- Abel le acarició la mejilla, - escucha Virginia, vas a venirte conmigo, voy a
alejarte de ese monstruo para siempre.
- ¿Pero
cómo? Ahora tengo miedo porque creo que el médico se ha dado cuenta de… los
malos tratos y dice que va a redactar un informe que irá al juzgado. Estoy
aterrada con lo que puede hacerme Abel.
- Él no va a
hacerte absolutamente nada. Mi padre compró una casita junto a la playa y nos
iremos allí. Ese cerdo no te encontrará, así que tranquila.
- Oh Abel,
¿por qué eres… así conmigo? – lo miró de cerca.
- Porque no
quiero que nadie te vuelva a hacer daño ¿comprendes? Nunca jamás nadie te
pondrá la mano encima preciosa.
Virginia
impulsiva, besó apretadamente su mejilla.
- Eres lo
mejor que me ha ocurrido Abel, no hay… nadie como tú.
Ambos se
abrazaron estrechamente.
- ¿Cómo
podré pagarte todo esto?
- Págamelo
siendo mi amiga y no ignorándome. Págamelo siendo feliz Virginia, viviendo sin
temores y sin miedos, sin agresiones ni pesadillas como hasta ahora.
- Ya he
encontrado la felicidad Abel, ya la he encontrado…
Qué alegría que la haya visto y poder hablar con ella. Me he emocionado muchísimo con este encuentro y lo que se han dicho. Me muero de ganas de ver el siguiente capítulo.
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