miércoles, 21 de octubre de 2020

Capítulo 11

 

Tras contarle sus planes a su madre y a Gabriela, Abel se fue con Virginia directamente desde el hospital a la casa de la playa.

- Bueno, pues esta es la casita, - le dijo él al llegar, - no es gran cosa pero el sitio es increíble y hay sitio para los dos.

- Está muy bien y se ve bastante bonita por fuera, y lo que más me gusta es que está fuera del alcance de César.

Abel tomó las manos de ella entre las suyas.

- Ahora no te preocupes por ese monstruo, y perdona que lo llame así, pero lo que te ha hecho y la vida que te ha dado, es para que dé con sus huesos en la cárcel, lo encierren y tiren la llave al fondo del mar.

- ¿Crees… que algún día lo pagará?

- Seguro, confía en mí.


- Tú ahora relájate, descansa y disfruta, no pienses en nada de lo que ha pasado ¿de acuerdo?, - le dijo antes de besar sus manos.

Virginia lo miró sorprendida. Jamás nadie la había tratado así; ella solo había mantenido una relación con César, pero éste jamás había sido con ella como era Abel, ni de lejos.


Lo miró pensativa y le sonrió.

- Abel, no tengo palabras para agradecerte todo lo que estás haciendo por mí, de verdad. 


- No digas nada, tú eres alguien muy especial, y mereces ser tratada como una reina, no darte una mala vida  y vivir asustada, siendo constantemente golpeada… Eso es algo horrible y miserable, de gente muy mezquina. Anda ven, voy a enseñarte la casa.


- Bueno, pues este es el salón-cocina y centro informático, - rió, - todo en uno. Concepto abierto. ¿Qué te parece?

- Me encanta Abel, es pequeñita pero muy cuca y está decorada con un gusto increíble.

- La decoraron mis padres ¿sabes? En esta casa siempre ha habido mucho amor.

Virginia se dio cuenta de que él estaba recordando a su fallecido padre, y le sonrió comprensiva.


- Aquí a la derecha está la cocina. Tenemos incluso un equipo de música por si nos apetece mover el esqueleto. De todas formas te llevaré a un sitio que hay aquí y que está bastante bien.


- Aquí podremos ver la tele o incluso jugar con la consola, ¿te gusta?

- Sí, me encanta.

- Como tú estás acostumbrada a vivir en… grandes mansiones…

- ¿Y qué me han dado Abel? No he sido feliz en casas así, y ésta pequeña y recogida me parece genial, y también por el sitio en el que está, es obvio.


Abel abrió una puerta que había a la izquierda.

- Y este es el dormitorio. En frente, cerca de la entrada de la casa, está el baño.


- Lástima que solo haya un dormitorio y una cama grande, pero no te preocupes que yo dormiré en el sofá y…


- De eso nada, - lo interrumpió ella, - la cama es suficientemente amplia y cabemos los dos Abel. Me fío completamente de ti y sé que no te vas a aprovechar en ningún sentido. Después de lo que estás haciendo por mí, ¿cómo no dejarte la mitad de la cama?


Ella impulsiva besó su mejilla.

- Gracias Virginia.

- De nada. Eres un encanto.


- Ven, salgamos afuera. Tengo una sorpresa para ti, - dijo él precediéndola a la parte exterior.


- Mira, un caballete para que pintes. ¿Te gusta Virginia?

- ¡Oh Dios mío, qué ilusión! ¿En serio voy a poder pintar?

- Pues claro, todo lo que quieras. Está aquí para ti.


Ella se detuvo pensativa mientras miraba el caballete y las preciosas vistas que ahora podría pintar.

- ¿Qué pasa? ¿Te ocurre algo? – le preguntó él.

- Es que… llevo años reprimiendo mi amor por el arte, sin poder siquiera pintar. A mi madre le parece una estupidez de carrera, y César dice que pintar no me conduciría a nada, que… que no valgo ni me podría ganar la vida así.

- ¿Y ese estúpido qué sabe, eh? Olvídalo Virginia. 


- Mira ven, aquí en esta esquina tenemos una barbacoa y podremos comer. ¿Qué te parece?

- Una maravilla. Qué sitio más estupendo. Me encanta.


- Me alegro que te guste. Por supuesto podremos bañarnos y…

- ¿Pero cómo, Abel? Nos hemos venido directamente para acá con lo puesto. Tú tendrás ropa aquí pero yo no.

- Te puedes poner las cosas de mi hermana. Debéis tener la misma talla, y de todas formas podemos ir al mercadillo y comprarte lo que necesites. No te apures guapa.

- Oh Abel en serio, me… me abrumas. No estoy acostumbrada a… que un hombre me trate así de bien, con cariño, que tenga tantos detalles conmigo…


- Pues acostúmbrate. Solo quiero que te recuperes de lo que te ha pasado y seas feliz.

- ¿Y cómo no serlo estando contigo en éste paraíso? 



Continuará

1 comentario:

  1. Me ha encantado el capítulo. Menos mal que Virginia está a salvo, al menos eso espero. En cuanto a César, espero que de alguna manera dé con sus huesos en la cárcel.

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