Abel se
acostó poco después de que lo hiciera Virginia. Aún le parecía un sueño poder
estar con ella en la casa de la playa, incluso en la cama, ¡y a solas!
¿Cómo iba a
poder tener fuerza de voluntad para resistirse a lo que llevaba deseando
prácticamente toda su vida? Su novia era quien era, pero a Virginia siempre la
había llevado dentro, y ahora temía colarse de nuevo y fracasar. Al fin y al
cabo él no era nada para ella, solo amigos, bah…
Serían las
dos de la madrugada cuando ambos se despertaron.
- ¿Qué tal
te sientes? ¿Cómo has dormido? – le preguntó él.
- Genial
Abel, estoy como nueva y tengo ganas de marcha. ¿Por qué no me llevas a ese
sitio que me dijiste?
- De
acuerdo. De modo que tienes ganas de bailar ¿eh?
Ella lo miró
sonriente.
- Tengo
ganas de todo. Vístete que yo me voy al baño a cambiarme ¿vale?
Tenía ganas
de todo, decía…
Con lo
alterado que lo puso el posible significado de aquella frase, Abel no supo cómo
atinó a vestirse en condiciones. Una vez listo, se sentó ante la tele a
esperarla.
Virginia no
tardó mucho en estar preparada.
- Bueno,
¿qué tal me queda esta ropa?
-
Sensacional. Estás preciosa. ¿Vamos?
- Espera
Abel, no corras tanto. ¿Estás nervioso?
- Es que tú…
me alteras, no puedo evitarlo.
- Y tú remueves
todo mi ser, - lo abrazó estrechamente, - muchas gracias por todo, eres un
encanto…
Durante un
momento se quedaron así, unidos por aquel abrazo, sin querer que aquello
terminara.
Luego Abel la llevó a un sitio espectacular donde había música y ambos pidieron la cena.
Escuchando la música, las suaves olas del mar y charlando amigablemente, ambos disfrutaron de la comida.
Después
bailaron durante un rato al compás de la música.
Ya hacía
algún tiempo que César no la llevaba a bailar ni a cenar. Además, cada vez que
habían salido, él había estado pendiente de que ella no mirara ni charlara con
más nadie.
Virginia con
él, aparte de asustada se sentía oprimida.
Cuando ambos se cansaron de bailar se sentaron ante la barra y pidieron dos cervezas. Una chica que había sentada a su lado, entabló conversación con ella, y poder hacer algo tan simple sin ser regañada, amonestada o castigada, le parecía increíble.
Mientras Virginia bebía su cerveza fresquita y charlaba con aquella chica y con Abel, sintió que aquello era como empezar a vivir de nuevo. Se sentía libre, relajada, nadie la cuestionaba ni la humillaba de ninguna manera, y eso la hacía sentir muy bien después de mucho tiempo.
Cuando ya el sol asomaba por el horizonte, Virginia y Abel se fueron a casa.
- Esta noche
pasada y el día entero en general ha sido genial, - le dijo ella cuando
llegaron, - ¿sabes qué he estado pensando Abel?
- No, dime.
- En que
aquel día en la galería de arte cuando tú te… declaraste a mí, debí haberte
dicho que sí, haber luchado por ti y negarme siquiera a conocer a César cuando
mi madre quiso presentármelo. Debería haber adivinado que tú eras como… un
tesoro escondido.
- Gracias Virginia pero… lamentablemente no se puede cambiar el pasado ¿sabes? Yo… lo pasé muy mal.
- Y eso es lo que me reconcome por dentro. Me da rabia y coraje porque te dejé ir como una idiota, y ahora te miro y… y te comería a besos, entero además. Eres tan tierno, tan guapo, tan dulce y especial que… aunque sé que tienes novia y no tengo derecho a nada… no puedo dejar de… desearte.
- Virginia, tú has estado siempre dentro de mí, en mi corazón, a pesar de tener novia. Tú eres como… una debilidad para mí, y muy grande además, - le confesó.
Ambos,
impulsivamente se abrazaron.
- Sé que no
debería decir esto pero… no me dejes Abel, por favor. Te necesito.
- Y… y yo a
ti preciosa mía.
Les costó
terminar aquel abrazo. Entonces ambos se miraron profundamente a los ojos y él
le cogió la mano.
- Durante
éstos dos meses que no te he visto… me he vuelto loco ¿sabes? Llamándote,
mandándote Whatsapps, mirando durante horas por la ventana por si te veía,
pensando incluso que él podría haber… acabado contigo y haberte enterrado en el
jardín.
- ¿En serio
pensaste eso?
- Sí, ahora
parece una tontería pero no sabía nada de ti y me tenías muy preocupado. Por
eso ahora que te tengo aquí quisiera…
- Yo quiero
estar contigo Abel, - lo interrumpió ella impulsiva, - dártelo todo, todo…
- Y yo a ti
cariño, y yo a ti…
Momentos
después, desprendiéndose de toda la ropa, ambos se miraron hasta el fondo del
alma.
- Qué bonita
eres Virginia. No quiero que nadie nunca te haga más daño. Quisiera… cuidar de
ti toda la vida, compartirlo todo, hacerte feliz…
- Y yo Abel.
Joder, me vuelves loca…
Inclinando la cabeza, sus bocas se unieron y comenzaron a besarse dulcemente.
Pero el deseo acumulado de años, le pasó factura a él y, momentos después abría la boca y la besaba con pasión, con deleite, con intensidad, y cuando notó que ella le correspondía plenamente creyó volverse loco.
Con ansia infinita, con unos sentimientos que los desbordaban con si fuera un volcán en erupción, los dos abrieron sus bocas, sus lenguas se entrelazaron impetuosamente, y se prodigaron besos húmedos, profundos e interminables.
Después él
la cogió en brazos. Los ojos de ambos hablaban más que las palabras, se
acariciaban con la mirada.
- Abel…
- Sí cielo
mío.
- Oh Abel,
me has... hecho perder la cabeza. Eres… tan especial, tan dulce y…
- Y tú eres
lo más bonito que existe. ¿Estás segura de que quieres hacer el amor conmigo?
- Jamás he
estado más segura de algo en toda mi vida, - contestó Virginia.
Luego, con
anhelo infinito, volvieron a besarse.
Qué capítulo más bonito y romántico. Espero que pasen unos días tranquilos hasta que comience de nuevo la acción porque César la estará buscando y seguramente la encontrará.
ResponderEliminar