Virginia y Abel entraron en el cuarto y continuaron besándose como locos en medio de caricias audaces e insaciables, y cálidas confesiones.
Todo era tan
dulce y envolvente, él era tan tierno y apasionado, que Virginia supo que
aquella sería realmente para ella, la primera vez que haría el amor.
Virginia se
acostó en la cama, y él se echó sobre su cuerpo. Entonces sus ojos cargados de
deseo la miraron.
- Cielo,
¿estás segura de que quieres hacer el amor conmigo? Aún estás a tiempo, - le
dijo él.
- No Abel,
ya es tarde, ya me he entregado a ti, mi corazón es tuyo, y me muero por…
fundirme contigo.
- Ah, mi
vida, esto… es un sueño hecho realidad. Yo también estoy loco por… hacerlo
contigo. Soy tuyo mi amor, tuyo desde siempre…
Con una
delicadeza infinita, Abel la penetró, se adentró en las cálidas profundidades y
comenzó a mover sus caderas.
- ¿Te hago
daño? – quiso saber él.
Los ojos de
Virginia se humedecieron.
- Que va
Abel, para nada. Tú… no sabes lo que es hacer daño.
- ¿Él… te lo
hace?
- Sí, me
insulta, me pega y…
- Olvida mi
amor, él no está, no existe, solo estamos tú y yo.
El duro miembro embestía adentrándose en ella una y otra vez, sin descanso, y entonces un placer hasta ahora desconocido, comenzó a extenderse por su cuerpo.
Virginia,
sin poder contenerse, comenzó a gemir desinhibida.
- ¿Te gusta?
– Abel la besaba y a la vez la miraba con ojos acariciadores.
- Oh sí… no
sé qué me haces pero… me encanta.
- Voy a
volverte loca de gusto, hasta que digas que te mueres por mí, que me quieres.
- Sí mi
amor, sí… te… te quiero.
- Yo también
mi vida, te adoro, te amo…
Mientras él
se empezaba a mover a un ritmo vertiginoso, ambos se besaron enardecidos y
gimieron a causa del profundo placer que sentían.
Eran el uno
del otro, se pertenecían tal vez desde siempre, y ninguno de los dos deseaba
alejarse de los brazos del otro.
Cuando ambos
por fin terminaron, se cobijaron debajo de las sábanas y la colcha.
- Abel, mi
vida, jamás pensé… que hacer el amor sería tan… maravilloso.
- ¿Te ha
gustado? ¿Te he hecho feliz?
- Muchísimo.
Ah, Dios mío, no… quisiera perderte en la vida.
- ¿Hablas en
serio?
- Sí,
completamente. Ya sé que estoy loca pero…
- Si tú
estás loca yo también, - le susurró él bajito, - por ti vida mía. ¿Nos
dormimos?
Muy
abrazados el uno al otro, se entregaron al sueño.
Era cerca
del mediodía cuando Virginia y Abel se levantaron.
- Qué bien
he dormido cariño, - le dijo ella sonriente, - ¿y tú?
- Genial, y
más después de hacer el amor contigo.
- Tenemos
que pensar en lo que vamos a hacer, - añadió el más serio, - yo llamé al bufete
ayer y pedí dos o tres días, pero luego tengo que volver. Tu relación con…
- Por mí ya
está terminada. No lo quiero Abel, y ya le he dicho en varias ocasiones que
quiero dejarlo, pero siempre me amenaza con darme palizas.
- Menudo
hijo de puta… No, no puedes seguir con él.
- ¿Y… tú? –
preguntó Virginia sin atreverse, pero necesitaba indagar y saber qué iba a
hacer con su novia.
- Ayer mi
pareja me estuvo llamando y no le contesté. Tengo que hablar con ella.
- Abel, -
dijo mientras sentía que se le formaba un nudo en la garganta, - si quieres
estar con ella me haré a un lado y…
Pero él no
la dejó terminar la frase. La envolvió entre sus brazos estrechándola contra
sí.
- Es que te
amo y quiero estar contigo, - susurró en su oído, - no quiero perderte ni
separarme de ti.
- Yo tampoco
mi vida, nunca…
Entonces él,
feliz e impulsivo, la echó hacia atrás y comenzó a besar su boca
apasionadamente.
Pero
justamente en ese momento su móvil sonó interrumpiéndolos.
Al ver que se trataba de su novia, Abel se metió en el dormitorio y, tras respirar profundamente como si quisiera coger fuerzas, contestó.
- Hola nena,
buenas tardes ya.
- Vaya, - se
oyó a través del teléfono, - menos mal que me lo coges hoy. Ayer te llamé
varias veces y nada. ¿Dónde te has metido?
- Es que ha
habido un problema muy gordo.
- ¿Tuyo?
- No, mío
no, de Virginia.
- ¿Otra vez
ella? – se escuchó la crispada voz femenina.
- Sí, otra
vez. ¿Te acuerdas que mi hermana y yo íbamos a acompañar a mi madre al hospital
para que le hicieran unos análisis?
- Sí claro.
- Pues me
encontré a Virginia allí.
- Vaya, qué
casualidad.
Abel pensó
que tal vez cuando le contara el motivo por el que Virginia fue al hospital,
dejaría de ser irónica y crítica.
- Escucha,
Virginia se había quedado embarazada ¿sabes? Pero como su novio la maltrata, le
da palizas, pues empezó a perder al crío, habría sido muy difícil que se
salvara, y al final le tuvieron que practicar un aborto.
- Ah, joder…
- Como
comprenderás tenía que hacer algo para librarla de ese monstruo, así que me la
he traído a la casa de la playa. Aquí no la encontrará.
- ¿Y estás
ahí con ella?
- Sí.
- ¿Los dos
solos?
Él suspiró.
-Si claro.
- Pero vamos
a ver Abel, ¿tú por qué tienes que meterte en camisas de once varas? Ella no es
nada tuyo, tú tienes tu vida y me tienes a mí y…
- Lo siento
pero… tenemos que hablar.
Había
soltado la famosa y temida frase, no había tenido más remedio.
Se hizo un
silencio tenso e incómodo.
- ¿Estás
tratando de decir lo que me imagino, Abel? – dijo ella con voz insegura.
- Ya
hablaremos nena. Esto… no se puede hacer por teléfono.
De nuevo se
hizo el silencio.
- Muy bien,
pues entonces hasta cuando tú quieras. Adiós.
La
comunicación se cortó sin darle tiempo a él a despedirse ni decir más nada.
Por un
momento se quedó mirando la pantalla del móvil.
El día
anterior había marcado un antes y un después en su vida, y él no podía
conseguir su sueño, tocar las estrellas, y después seguir fingiendo que quería
a una mujer que no lo encendía, no lo alteraba ni en realidad amaba como se
debía de amar. Él le tenía mucho cariño, pero lo que sentía por Virginia era
otra historia, no se podía comparar.
Berta Shao Lee, la antigua compañera y amiga de Virginia y actual novia de Abel, se quedó pensativa tras cortar la comunicación.
De modo que él quería hablar, o sea, dejarla. Estaba segura de ello porque aquella frase es la típica que se dice cuando las cosas no van bien y se quiere cortar una relación.
Ya hacía algo más de dos meses que las relaciones entre ellos se habían enfriado, bueno, más bien Abel, porque ella seguía siendo la misma, pero él desde que desgraciadamente se la volvió a encontrar en la FrikiCon, ya no había vuelto a ser el mismo.
Y ahora,
años después de haberlo despreciado se lo iba a llevar, se lo iba a quitar a
ella, ¿no es así?
Pues no
pensaba quedarse cruzada de brazos. Iba a luchar por lo que era suyo, por lo
que llevaba años tratando de mantener. Durante mucho tiempo la imagen de
Virginia no se había apartado de Abel, y a ella le había costado hacerlo
olvidar, ¿y ahora por culpa de ella se iba a ir todo al traste? ¿Iba a perder a
su novio?
Con una
clara idea de lo que pensaba hacer, Berta decidió pasar a la acción.
Las cosas no
se iban a quedar así, ni mucho menos.