Justo un día
después, Fabio entró de nuevo en la tienda, y otra vez su corazón comenzó a
latir desbocado.
En silencio
lo vio avanzar hacia ella; ¿por qué demonios sería tan guapo joder?
- Hola
Miriam, ¿qué tal te encuentras hoy? – se interesó.
- ¿Se puede
saber qué haces aquí? Ya te dije lo que pensaba.
- Y yo
te dije que volvería ¿recuerdas? Y seguiré volviendo aquí hasta que te des
cuenta de que realmente te amo y me aceptes.
- Tú
fingiste disfrazándote como si fueras otra persona, me mentiste y estuviste
saliendo conmigo sin importarte para nada mis sentimientos, así que lo siento
pero no puedo confiar en ti de nuevo.
- Miriam por
favor…
Pero ella
dándole la espalda se alejó.
Fabio agachó
la cabeza apesadumbrado; tenía que hacer
algo, tenía que recuperarla como fuera.
Una hora
después, Rosa entró en la tienda y se acercó a ella.
- No se qué
haces aquí Rosa, ya te dije muy claro lo que pienso de vuestra estúpida broma.
- Vengo por dos motivos Miriam, uno para pedirte
perdón por lo que hice, y también para hacerte entrar en razón.
- No se de
qué me hablas.
- Hablo de
Fabio. Que sí, que tienes razón y todo eso, él se prestó a gastarte esa broma,
pero cada vez le gustaba menos el tema, y al final se ha colado por ti de
verdad, créeme.
- Ya no creo
en ti Rosa.
- Pues en
esto deberías creerme. Fabio en un buen tío, te lo juro. Las chicas del
hospital han hecho numeritos para conquistarlo, pero él te quiere solo a ti,
acéptalo. Yo sé que tú también lo amas Miriam.
- Lo
que yo sienta es solo cosa mía, ¿pero tú crees que está bien empezar engañando
a una persona? ¿Es esa una buena forma de conquistarla?
- Tal vez
no, pero lo importante ahora es que te ha contado la verdad y que realmente te
quiere.
Miriam pensó
que él le había dicho la verdad porque ella escuchó a Rosa y a su hermano
hablando del tema. No estaba para nada segura de que él fuera a contárselo todo
como le aseguró.
- Acepta a
Fabio Miriam, olvídalo todo y acéptalo. Puedes confiar en él, te lo aseguro.
Ella calló
unos momentos.
-Tengo que
seguir trabajando Rosa, lo siento.
La chica se
despidió y se fue, y Miriam la vio de ir triste, muy triste, pero no por ella,
sino por Fabio.
Le hubiera
gustado que las cosas hubieran sido de otra manera, sinceras, sin engaños ni
mentiras. Entonces ese pasado que no recordaba no hubiera importado
absolutamente nada porque lo habría tenido a él.
Poco antes
de la hora de cerrar, entró una chica morena y saludó afectuosamente al dueño
de la tienda.
Miriam los
observó mientras ambos charlaban.
- ¿Y no
puedes vivir allí sola por tu cuenta? – le decía el dueño de la tienda a la
recién llegada.
- No me
llega del todo para los gastos, si tuviera a alguien allí viviendo conmigo
estaría más desahogada, y además ya sabes cómo es papá, no le gusta que viva
sola.
- Se me está
ocurriendo una idea y creo que es la solución que buscas, - dijo el entonces.
- ¿De qué
hablas primo?
El llamó a
Miriam para que se acercara.
- Ella
es Miriam, - la presentó, - trabaja aquí en la tienda media jornada, y ahora no
tiene donde vivir, está en una triste pensión, ¿por qué no te la llevas y
compartís los gastos? Es buena chica, te puedes fiar ¿eh?
- Hola, yo
soy Vanessa, la prima de tu jefe. ¿Te parece bien la idea de venirte a vivir
conmigo?
- Por mi
genial, llevo unos días en la pensión pero no me gusta. En una casa se está
mejor.
- Mi
casa no es que sea gran cosa pero está bien. Si quieres cuando termines aquí te
puedes venir conmigo. Yo te ayudo a instalarte, - sonrió.
Y
dicho y hecho. Aquel mediodía llegaron a la casa de Vanessa. Parecía una buena
chica y a Miriam le había caído bien en seguida.
- Bueno,
esta es la entrada de la casa. La culpa de gran parte de la decoración es de mi
madre, que es algo rarita.
- Está muy
bien. El estampado de las cortinas le da un aire… moderno.
- No
disimules Miriam, a mí no me termina de gustar.
-
Continuemos, - Vanessa la precedió, - esta es la cocina.
Ella la
siguió.
- No
es demasiado grande pero creo que está bien. Podremos comer, desayunar y cenar
aquí. ¿Se te da bien la cocina Miriam?
- Pues… no
sé.
Ya no se
atrevía a hablar mucho de sí misma y contarlo todo. Si Rosa no hubiera tenido
tanta información, tal vez no le habría gastado aquella broma pesada.
- Este es el
saloncito. ¿Qué te parece?
- Está muy
bien. Para nosotras más que de sobra.
- Y
este es tu dormitorio. Tiene una cama grande por si quieres traerte aquí alguna
noche a tu chico.
Miriam,
sintiendo que algo le dolía muy profundamente dentro de ella, se volvió y la
miró.
- Ahora ya…
no tengo pareja.
Creyó
haberla tenido, -pensó, pero todo fue una farsa.
Vanessa
debió darse cuenta de la triste expresión de su rostro.
- ¿Te dejó
él?
- No, fui
yo.
- Pues se
nota que aún le quieres, así que ánimo mujer, todo se puede arreglar, - sonrió.
- Te
dejo que instales tus cosas y te cambies, - le dijo saliendo de la habitación,
- yo mientras voy a preparar el almuerzo.
Miriam
guardó su ropa y colgó el cuadro de Kiko, su sim.
Entonces se
paró ante él y lo miró sin verlo.
Era en otra
persona en quien pensaba, en aquellos ojos plateados que habían calado hasta el
fondo de su ser, y estaba ya tan acostumbrada a salir con él, que ahora lo
echaba mucho de menos.
¿Cómo se
podía renunciar a lo que se deseaba con toda el alma?
Continuará
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