Miriam,
acompañada de aquel chico, llegó al festival. El sitio era atractivo y daban
ganas de pasar el rato allí y divertirse.
- Bueno,
pues ya estamos aquí, - dijo él.
Ella, en
lugar de contestarle, se acercó automáticamente a un gato que acababa de ver
por allí.
- ¿Te gustan
los mininos? – quiso saber el.
- Me
encantan, los adoro… creo, - murmuró la última palabra ya que no sabía nada de
sí misma.
- ¿Te
apetece patinar un rato? – propuso el.
Ella
estuvo de acuerdo y ambos se dirigieron allí.
Pocos
momentos después Miriam patinaba con una soltura que hasta a ella misma le
sorprendió. ¿Había practicado mucho en su vida? – se preguntó. Quién sabía.
El
también demostró que sabía patinar con bastante soltura; lo hizo también de espaldas,
como ella, y se movió por la pista de una forma asombrosa.
- Vamos
Miriam, - le dijo el acercándose, - dame tus manos y giremos juntos. Luego te
daré una voltereta en el aire y te
recogeré dando un giro magistral. Ya verás, causaremos sensación, - sonrió.
- ¿Perdón?,
¿qué dices que vas a hacerme? – repuso ella con cara de no tener la menor
intención de hacerlo.
- Es broma
mujer, - rió, - solo giraremos juntos, créeme.
Miriam
dejó que el estrechara sus manos y comenzaron a girar. Aún no sabía de dónde
diablos había salido aquel chico ni quien era realmente. Quizás no debería
estar allí con él, pero el caso es que estaban juntos y el contacto de sus
fuertes y masculinas manos le había producido un pellizco en el estómago
difícil de ignorar. ¿O tal vez eran mariposas?
- Que
bien patinas Miriam, eres preciosa, - le dijo el bajito y con una voz que le
produjo una emoción idiota.
Ella le
sonrió.
- Gracias, -
y para apartar de sí aquella emoción tonta: - ¿tomamos un helado?
Él
estuvo de acuerdo y ambos se acercaron al carrito de los helados.
Miriam
se sentó a tomárselo y lo vio venir a él con el suyo.
Trató
de concentrarse en lamer aquello en lugar de mirarlo a él; no sabía por qué
pero tenía algo que la ponía nerviosa.
-
Dios, ¿Cómo puede uno concentrarse en tomar el helado después de ver lamer esa
lengüita? – se dijo a si mismo él.
Poco después
se pusieron a bailar al ritmo de la animada música que sonaba.
-
Bailas muy bien Miriam, - le dijo él, - te mueves divino.
- ¿Si?
– preguntó nerviosa, - tú también.
- Gracias, -
contestó él deteniéndose, - ¿bailamos una lenta?
- Pues…
- Anda
Miriam, - él se le acercó y la miró seductoramente, - baila conmigo preciosa
mía…
Ella se
aturrulló de tal manera y se puso tan alterada, que pensó que debía hacer algo
y alejarse para calmar aquellos malditos nervios.
- Uy, no me
había dado cuenta de que se pueden hacer batallas con globos de agua. ¡Vamos
anda!
El la
siguió y ambos jugaron a aquello durante un buen rato.
-
Bueno, ya está bien de juegos, - le dijo él al cabo, - vamos a un sitio más
tranquilo.
- ¿Co… cómo?
– a Miriam aquella última frase le sonó como si él quisiera llevársela a un
sitio más apartado para enrollarse con ella.
- No te
preocupes, - sonrió él, - es un sitio precioso, ya lo verás. Yo estoy algo
cansado, ¿tú no?
- Pues sí,
un poco.
Momentos
después ambos llegaban a un jardincito solitario y muy bonito.
- Qué, ¿te
gusta? – le preguntó él.
- Sí, claro.
¿No viene nadie aquí?
- Tranquila
mujer, - los dos se sentaron en un banco, - te noto algo tensa.
A ella casi
no le salían las palabras.
Un vecino
del barrio entró al parque y se puso a tocar la guitarra. Miriam lo agradeció,
no solo porque era agradable oírlo, sino porque así se sentía menos a solas con
él.
- Qué bien
toca ¿verdad? – dijo él.
- Sí, se
está muy bien aquí en este sitio tan bonito y escuchado la música.
- Has
expresado exactamente lo que siento. ¿Me dejas que te eche el brazo por los
hombros? – le propuso él.
- Yo… pues…
- Anda nena,
ven aquí.
El rodeó sus
hombros con su brazo y la acercó a sí.
- ¿Ves como
no pasa nada? – le dijo bajito, - solo quería acurrucarte junto a mi mientras
disfrutamos del sitio, la música… Me encanta estar así, cerca tuya, ¿y a ti?
- Pues…
- Anda, dímelo.
Miriam
suspiró algo nerviosa.
- Sí, me…
encanta estar aquí contigo.
- Nena…
Aquel
nena le sonó tan cálido e íntimo, que la alteró totalmente e hizo que se
pusiera de pié como un resorte.
- ¿Qué pasa?
– preguntó él.
- Es muy
tarde, tengo que irme.
- Que
lástima. Me ha encantado salir contigo, y espero que tú también te lo hayas
pasado bien.
- Sí
gracias. Ha sido estupendo.
- ¿Te recojo
mañana y salimos de nuevo? – le propuso él.
- No se…
- Miriam,
después de lo bien que lo hemos pasado hoy juntos, sería un delito no quedar de
nuevo, ¿no te parece? Yo me siento muy bien junto a ti.
- Y… y yo…
- Vale, -
sonrió, - pues entonces mañana te espero a la salida ¿ok?
Ella estuvo
de acuerdo. ¿Cómo se le podía decir que no a aquel chico si estando con él le
temblaba todo?
Continuará
Interesante... Pero sigo sin saber si es un sueño o se ha creado ella dentro de la partida de los sims y está jugando como si fuera esa su propia vida jajajaja. Ni idea la verdad.
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