lunes, 24 de octubre de 2016

Capítulo 5

A pesar de estar convencida de que aquel chico, por mucho que se pareciera, no era realmente Kiko, su sim, Miriam siguió jugando cuando volvía a casa y tenía tiempo libre.


El siguió recogiéndola a la salida del trabajo.  Iban a pasear o al cine, a la playa incluso o lo que encartara. De todas formas, ella seguía siendo reservada con él, no se abría ni se daba por completo. El seguía provocando en ella sensaciones inquietantes y que la alteraban, y aunque se resistía, ya se estaba acostumbrando a verlo cada vez que salía de trabajar.


- Hola cariño, - la saludó él.
- Hola, qué persistente eres ¿eh?

- Yo siempre.

- ¿Te encuentras bien? - le preguntó ella.
- ¿En serio te preocupas por mí?
- No es eso, es que como te he visto tan serio…
Por un momento Miriam pensó en la posibilidad de que el no volviera a recogerla a la salida del trabajo, y la sensación que experimentó no le gustó.


- No es eso ¿eh? Anda, dime que te preocupas por mí, aunque solo sea un poquito.
- Bueno… ya sabes que sí. ¿Tú estás bien?


- Por supuesto, - dijo agarrándola de las manos, - ¿cómo podría estar mal estando contigo? Eso es imposible.
- ¿Nos vamos? – propuso ella algo nerviosa.


Aquel día fueron a una sala donde no habían estado nunca. Había actuaciones habitualmente, pero ellos subieron a la planta de arriba.


Entonces se pusieron a jugar a una de las maquinitas.
- Jo, tu juegas mucho mejor que yo. Eso no vale, - se quejó Miriam.
- Será porque he practicado más. ¿Tú nunca habías jugado a esto?


- Por lo mal que lo hago, creo que no.
Ella ya le había hablado a el sobre su amnesia como consecuencia del accidente.


De pronto él movió los controles rápidamente, dio un grito, y exclamó:
- ¡¡¡Bien!!!, te gané.


- Eso fue pan comido, jugando contra mi… - dijo Miriam cuando los dos se sentaron en uno de los sillones que había allí.


Luego el de forma natural, le echó el brazo sobre los hombros y la acercó a sí. A través de los días, la confianza había ido aumentando entre los dos.


- No sabes lo bien que me siento a tu lado Miriam, en serio, - le dijo él mirándola.
- Sí lo sé, yo… yo también me siento igual.


- Cariño, - sonrió él mirándola embobado, - siempre sospeché que sentías lo mismo que yo. Dime que no me dejarás nunca.
- Sabes que no. Tú ya eres muy especial para mí.
- Ven aquí mi vida, si no te beso ya me muero…


Sin poderse resistir, ambos se acercaron y sus labios entraron en contacto. Miriam sintió un pellizco en el estómago, como si una música celestial tocara para ellos, como si levitara y estuviera fuera de este mundo.


Mientras él la abrazaba y ambos se besaban con más intensidad, ella comprendió que él era todo su mundo, y que lo que había tratado de evitar, había sucedido: se había enamorado por completo.


Sus bocas se abrieron, y Miriam dejó que la sensual lengua masculina invadiera su boca, lamiera su lengua, se adueñara de ella y de sus sentidos.


De pronto, en el torbellino del amor y el deseo en el que se hallaban inmersos, se separaron y, a corta distancia, ambos se miraron el uno al otro.


- Miriam yo… te quiero, - le confesó el bajito y con una emoción que le desbordaba por los ojos.


- Yo también. Tenía miedo de que sucediera pero… ocurrió. Esto es una locura.


- Estamos los dos locos cariño, - le dijo él, - yo por ti y tú por mí.
- Dime que nunca me dejarás, por favor… Ya no sabría qué hacer sin ti.
- Nunca ¿me oyes? Jamás te dejaré, créeme.
- Te creo, confío en ti.


Él se la quedó mirando pensativo durante unos momentos.
- Mañana te recogeré como siempre e iremos a un sitio tranquilo. Hay… cosas de las que quiero hablar contigo.


Aquella misma noche, al llegar a casa e ir acercándose a la puerta de entrada, vio a través del cristal a Rosa hablando con su hermano Alfredo. Lo que escuchó la dejó parada donde estaba.
- ¿Qué clase de broma dices que le has hecho? – escuchó preguntar a él.


 - Un amigo mío se ha disfrazado de su sim, se ha hecho pasar por él y la está conquistando, ¿te imaginas?
Los dos rieron.
- Por lo menos a ver si ahora deja de obsesionarse con ese sim suyo.


- Esa es la cosa, - dijo Rosa, - por lo menos ahora sale más y está entretenida.
- ¿Y qué ha hecho tu amigo para parecerse? – quiso saber él.
- Eso ha sido lo mejor; se puso una peluca y hasta lentillas marrones, - ella soltó la carcajada, - cuando lo vi, apenas podía creerlo. Está auténtico.
Los dos volvieron a reír mientras Miriam sentía que se derrumbaba.


Todo había sido una broma, una cruel broma de Rosa y del chico que la había enamorado.
Había estado saliendo con ella disfrazado, la había conquistado solo para reírse de ella junto con su compañera de piso. Ella se lo contaría a sus amigas enfermeras en el hospital igual que se lo estaba contando ahora a su hermano, y se reirían a su costa, y aquel chico también.
Miriam sintió que lágrimas ardientes surcaban sus mejillas.
Justo cuando se enamoraba de verdad y reconocía quererlo con locura, se enteraba de que él solo estaba fingiendo, fingiendo ser quien no era, fingiendo amarla, y haciendo añicos su amor y sus sueños.


Continuará

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