jueves, 3 de noviembre de 2016

Capítulo 8

Vanessa entró en el salón y vio allí sentada a Miriam. Estaba silenciosa y abstraída. Ella apenas la conocía, pero si pudiera ayudarla lo haría.
- Hola, ¿qué tal?

- Ah, bien.


Vanessa se sentó cerca de ella.
- ¿Se puede saber qué te pasa a ti?
Miriam suspiró.
- No quisiera preocuparte con mis cosas pero es que apenas me llega lo que gano en la tienda, y tampoco quiero vivir a costa tuya.


- A ver, déjame pensar… Tú vas por las mañanas a la tienda de mi primo ¿no es así?
- Sí.
- Ya está. ¿Y por qué por las tardes no te vienes a trabajar a mi gimnasio?
- ¿Cómo?
- Tengo un pequeño gimnasio, no es gran cosa, pero podrías trabajar en el mostrador de la entrada.


- ¿Tú crees que yo podré hacerlo? – preguntó algo dubitativa.
- Claro mujer, la gente sella al entrar, y yo te enseñaré a hacer las fichas nuevas cuando alguien se apunte. Será fácil ya lo verás.


Pocos días después, Vanessa entró en la cocina y se encontró a Miriam allí.
- ¿Qué haces?
- Voy a preparar la cena.


- Vaya, ¿entonces sabes cocinar?
- Creo que sí. O cenamos como reinas o te quemo la cocina, ahora lo veremos, - bromeó.


- Miriam, puedes contestarme o no pero… ¿me puedes decir por qué no tienes ni idea de si sabes cocinar?
- Es… una larga historia y no quisiera aburrirte.


- No me aburres en absoluto, lo sabes, - le dijo mientras olía el guiso de su compañera.


- Ya que estamos viviendo juntas, creo que sería buena idea conocernos mejor la una a la otra, pero si no quieres hablar no te forzaré para nada.
Durante unos interminables momentos Miriam estuvo removiendo la comida; parecía que no iba a contestar, pero luego, una vez terminado el guiso, se volvió hacia su compañera.


- No hace mucho hubo un accidente de tren, me imagino que lo recordarás.
- Si claro.
- Pues yo iba en él Vanessa, y… cuando me desperté en el hospital, no recordaba nada.
- ¿En serio? – se sorprendió.
- Si, ni siquiera sé cómo me llamo realmente. Hice amistad con una de las enfermeras, y cuando me dieron el alta, ella me invitó a quedarme en su casa. Allí conocí el juego de los sims, e hice a un chico.
- ¿El que tienes en un cuadro en tu cuarto? – preguntó Vanessa.
- Ese mismo. Entonces ella le dijo a un amigo que se disfrazara de mi sim y… me conquistara.


- Joder, ¿y qué pasó?
- Pues pasó lo que tenía que pasar Vanessa, que me enamoré como una idiota y él me dijo que también sentía lo mismo, pero una noche al volver a casa escuché a la chica, la enfermera, hablando del tema con su hermano.


Miriam la miró seria y triste.
- Fue una broma Vanessa, una cruel, absurda y decepcionante broma, por eso cogí mis cosas aquella misma noche y me fui a un hostal.
- Bueno ¿y él?
- Él fue a verme a la tienda al día siguiente, ya con su aspecto normal, y me dijo que aunque todo empezó como una broma, que al final se había enamorado de mí, pero yo ya no le creo.


- ¿Ha vuelto a verte?
- Si, ha insistido.
- Pues a lo mejor es verdad Miriam. Sería una pena que el fuera sincero, que fuera el amor de tu vida, y por este enfado lo dejaras escapar.
- No se… quisiera creerte.


- Bueno ánimo, que tengo algo para ti. Seguro que te alegras. Ven conmigo.


Momentos después Vanessa le mostraba el ordenador en el cual tenía instalado el juego de los sims.
-Hace tiempo jugaba un montón, pero últimamente he estado más liada, -le explicó.
- Gracias Vanessa, muchísimas gracias. A ver si así me distraigo…
Pero en el fondo de su ser sabía que ni Kiko, su sim, podría hacerle olvidar a Fabio.


Varios días después, Vanessa invitó a Miriam al estadio a ver un partido muy importante. Su nueva amiga era mucho más aficionada a los deportes que ella, pero con tal de distraerse y dejar de pensar en Fabio…
Cuando salieron del estadio, una chica rubia se aproximó a ella.


La chica venía acompañada por un chico prácticamente igual a Kiko, su sim, y ella, ni corta ni perezosa, la abrazó fuertemente.


- Miranda por fin, que alegría, me parece mentira haberte encontrado. Creíamos que te había pasado algo… grave.


- Lo siento pero… no sé quién eres ni quién es esa… Miranda.
- ¿Estás de broma?
- ¿Cree que tengo pinta de querer bromear? No sé quién eres, no te conozco.


La otra chica la miró ya más seria.
- Miranda, yo soy Isabel, tu hermana, y ese es tu nombre, tú te llamas Miranda, ¿no lo recuerdas?


- No, no recuerdo absolutamente nada. En el hospital me dijeron que tenía amnesia. ¿Y dices que me llamo Miranda?
- Sí.
- ¿Y tú te llamas Isabel?
- Claro, soy dos años mayor que tú.
- ¿Y nuestros padres eran fans de Julio Iglesias o qué?


Isabel rió.
- Mamá siempre fue muy fan suya, por eso nos puso estos nombres, - explicó.
Miriam a pesar de que veía el evidente parecido entre esa chica y ella, no la recordaba para nada.


Isabel se hizo a un lado.
- ¿Te acuerdas de Niko?
Entonces se aproximó un chico prácticamente igual a su sim.
Ella sintió que sus mejillas se coloreaban.
- Hola Miranda, - ¿te acuerdas de mí?
- Pues… no.


- Soy yo cariño, Niko, tu novio. Llevamos cuatro años saliendo y nos adoramos.


Miriam lo miró confusa; era él, seguro, lo sabía porque inconscientemente lo había hecho en sim y por fin lo tenía allí, delante de ella, pero cuando él le había dicho que era su novio y que lo adoraba, ella había sentido una especie de rechazo; solo había una persona a la que adoraría, solo había un hombre de quien le gustaría ser novia, y ese no era el chico que tenía delante. Pero ahora por fin había encontrado a su familia, su identidad, su vida, y eso lo cambiaba todo.


- ¿Vas a volver a casa Miranda? – le preguntó él.
- Eso, - añadió Isabel, - papá y mamá están preocupadísimos, tienes que volver.
- Pero es que yo… ni siquiera os reconozco, no sé quiénes sois, no… no lo recuerdo- respondió dubitativa.
- Por favor, - insistió su hermana, - ven a casa a ver a nuestros padres. Se lo debes. Así por lo menos se quedarán más tranquilos.


Ella la miró en silencio.
Después de haberse lamentado por haber perdido la memoria, por no saber ni su nombre, hete aquí que encontraba a su hermana y a su novio, que era igual al sim que había hecho en el juego, pero cuando éstos le habían propuesto regresar, Miriam había sentido miedo.
¿Iba a abandonar su vida de ahora, su trabajo, su nueva identidad y sobre todo a Fabio, por algo que no recordaba?


Continuará

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