martes, 18 de octubre de 2016

Capítulo 4

Miriam, acompañada de aquel chico, llegó al festival. El sitio era atractivo y daban ganas de pasar el rato allí y divertirse.

- Bueno, pues ya estamos aquí, - dijo él.


Ella, en lugar de contestarle, se acercó automáticamente a un gato que acababa de ver por allí.
- ¿Te gustan los mininos? – quiso saber el.
- Me encantan, los adoro… creo, - murmuró la última palabra ya que no sabía nada de sí misma.
- ¿Te apetece patinar un rato? – propuso el.


Ella estuvo de acuerdo y ambos se dirigieron allí.


Pocos momentos después Miriam patinaba con una soltura que hasta a ella misma le sorprendió. ¿Había practicado mucho en su vida? – se preguntó. Quién sabía.



El también demostró que sabía patinar con bastante soltura; lo hizo también de espaldas, como ella, y se movió por la pista de una forma asombrosa.


- Vamos Miriam, - le dijo el acercándose, - dame tus manos y giremos juntos. Luego te daré una voltereta en el aire  y te recogeré dando un giro magistral. Ya verás, causaremos sensación, - sonrió.


- ¿Perdón?, ¿qué dices que vas a hacerme? – repuso ella con cara de no tener la menor intención de hacerlo.
- Es broma mujer, - rió, - solo giraremos juntos, créeme.


Miriam dejó que el estrechara sus manos y comenzaron a girar. Aún no sabía de dónde diablos había salido aquel chico ni quien era realmente. Quizás no debería estar allí con él, pero el caso es que estaban juntos y el contacto de sus fuertes y masculinas manos le había producido un pellizco en el estómago difícil de ignorar. ¿O tal vez eran mariposas?


- Que bien patinas Miriam, eres preciosa, - le dijo el bajito y con una voz que le produjo una emoción idiota.


Ella le sonrió.
- Gracias, - y para apartar de sí aquella emoción tonta: - ¿tomamos un helado?


Él estuvo de acuerdo y ambos se acercaron al carrito de los helados.


Miriam se sentó a tomárselo y lo vio venir a él con el suyo.


Trató de concentrarse en lamer aquello en lugar de mirarlo a él; no sabía por qué pero tenía algo que la ponía nerviosa.


- Dios, ¿Cómo puede uno concentrarse en tomar el helado después de ver lamer esa lengüita? – se dijo a si mismo él.


Poco después se pusieron a bailar al ritmo de la animada música que sonaba.


- Bailas muy bien Miriam, - le dijo él, - te mueves divino.


- ¿Si? – preguntó nerviosa, - tú también.


- Gracias, - contestó él deteniéndose, - ¿bailamos una lenta?
- Pues…


- Anda Miriam, - él se le acercó y la miró seductoramente, - baila conmigo preciosa mía…


Ella se aturrulló de tal manera y se puso tan alterada, que pensó que debía hacer algo y alejarse para calmar aquellos malditos nervios.
- Uy, no me había dado cuenta de que se pueden hacer batallas con globos de agua. ¡Vamos anda!


El la siguió y ambos jugaron a aquello durante un buen rato.


- Bueno, ya está bien de juegos, - le dijo él al cabo, - vamos a un sitio más tranquilo.


- ¿Co… cómo? – a Miriam aquella última frase le sonó como si él quisiera llevársela a un sitio más apartado para enrollarse con ella.
- No te preocupes, - sonrió él, - es un sitio precioso, ya lo verás. Yo estoy algo cansado, ¿tú no?
- Pues sí, un poco.


Momentos después ambos llegaban a un jardincito solitario y muy bonito.
- Qué, ¿te gusta? – le preguntó él.
- Sí, claro. ¿No viene nadie aquí?


- Tranquila mujer, - los dos se sentaron en un banco, - te noto algo tensa.
A ella casi no le salían las palabras.


Un vecino del barrio entró al parque y se puso a tocar la guitarra. Miriam lo agradeció, no solo porque era agradable oírlo, sino porque así se sentía menos a solas con él.
- Qué bien toca ¿verdad? – dijo él.
- Sí, se está muy bien aquí en este sitio tan bonito y escuchado la música.


- Has expresado exactamente lo que siento. ¿Me dejas que te eche el brazo por los hombros? – le propuso él.


- Yo… pues…
- Anda nena, ven aquí.


El rodeó sus hombros con su brazo y la acercó a sí.
- ¿Ves como no pasa nada? – le dijo bajito, - solo quería acurrucarte junto a mi mientras disfrutamos del sitio, la música… Me encanta estar así, cerca tuya, ¿y a ti?
- Pues…
- Anda, dímelo.
Miriam suspiró algo nerviosa.
- Sí, me… encanta estar aquí contigo.
- Nena…


Aquel nena le sonó tan cálido e íntimo, que la alteró totalmente e hizo que se pusiera de pié como un resorte.


- ¿Qué pasa? – preguntó él.
- Es muy tarde, tengo que irme.


- Que lástima. Me ha encantado salir contigo, y espero que tú también te lo hayas pasado bien.
- Sí gracias. Ha sido estupendo.


- ¿Te recojo mañana y salimos de nuevo? – le propuso él.
- No se…
- Miriam, después de lo bien que lo hemos pasado hoy juntos, sería un delito no quedar de nuevo, ¿no te parece? Yo me siento muy bien junto a ti.
- Y… y yo…


- Vale, - sonrió, - pues entonces mañana te espero a la salida ¿ok?
Ella estuvo de acuerdo. ¿Cómo se le podía decir que no a aquel chico si estando con él le temblaba todo?


Continuará

1 comentario:

  1. Interesante... Pero sigo sin saber si es un sueño o se ha creado ella dentro de la partida de los sims y está jugando como si fuera esa su propia vida jajajaja. Ni idea la verdad.

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