Las vistas
desde aquel antiguo castillo eran magníficas, y el día soleado y perfecto.
Eva se asomó
desde una de las terrazas y disfrutó del paisaje.
Que bien se
vivía en aquel lugar rodeada de lujos, criados que atendían hasta tus menores
deseos e incluso un supuesto abuelo que la creía su nieta y que la colmaba de
gustos y caprichos.
La idea se
la dio Alberto, el cabrón e hijo de puta de Alberto que le había quitado a
Iván, que había conseguido acostarse con él cuando con ella ni siquiera lo
había intentado. Él le dijo que Iván había ido con ella solamente por ambición,
por la herencia de su abuelo. Ella en ese momento no supo de qué demonios
estaba hablando aquel gilipollas, pero luego hizo sus averiguaciones y resultó
que la que tenía un abuelo rico no era por supuesto ella, sino Lina, que se
llamaba igual que ella. El nombre de ambas era Eva Catalina Fernández, un
nombre compuesto horroroso para su gusto, por eso siempre había preferido que
la llamaran Eva a secas, y su compañera de piso prefirió que la llamaran Lina,
un abreviativo del segundo nombre. Pero claro, ¿quién se iba a imaginar que la
pava de Lina, aquella científica loca tenía un abuelo forrado? Iván nunca se lo
imaginó, y esa fue su mayor equivocación, - rió para sí.
Luego
pensó que tenía que hacer algo con el capullo de Alberto. Cada vez que lo veía
deambular por la casa con aquella cara de pena se acordaba de cómo lo vio
follando con Iván, y se le revolvían las tripas, de modo que, como ella era
estudiante de medicina y conocía a mucha gente del hospital, le pidió a una
chica que trabajaba en hematología que le diera un tubo de muestra de sangre
infectada con VIH sida. Tuvo que inventarse una historia rocambolesca sobre el
motivo por el que le pedía aquello y al principio la chica se quedó algo
rallada, pero luego se lo dio. Después ella no tuvo más que darle a Alberto un
somnífero mezclado con la cena, y aquella noche él no se enteró de nada cuando
ella lo pinchó con una jeringa y le transmitió aquella terrible enfermedad que,
con un poco de suerte se lo llevaría a la tumba.
Luego
se encargó de su “amiga” Lina. La muy tonta le dio la clave cuando le confesó
que odiaba el agua y que ni siquiera sabía nadar, así que se hizo muy amiga de
ella, se la llevó en barca a un sitio lejano, y luego la empujó al mar. Todavía
podía oír sus gritos pidiendo ayuda, - recordó. Después de eso y teniendo
localizado al abuelo millonario de Lina, solo tuvo que teñirse de pelirroja y
buscar al acaudalado señor. Éste había estado enfadado con la familia durante
años, de modo que no conocía personalmente a Lina, y cuando Eva se presentó
allí haciéndose pasar por ella, la creyó sin lugar a dudas, y desde entonces
vivía como una reina.
Eva
recordaba todo aquello con una sonrisa de satisfacción en la cara cuando
apareció su “abuelo”.
- Ah Lina,
que estás aquí.
- Si abuelo,
hace un día estupendo y estaba disfrutando de las vistas.
- Haces
bien. Mañana si quieres podemos ir a dar una vuelta en el yate. Y he pensado en
llevarte el mes que viene a mi casa de la Riviera francesa. Ya verás, es
preciosa.
- Oh abuelo,
me encantará. Seguro que debe ser una maravilla.
- Y si te
apetece después podríamos ir a París y comprarte algunos modelitos, - le
propuso también el hombre.
Eva
iba a contestar cuando de pronto alguien del servicio abrió la puerta y entró
una pareja. Cuando Eva los vio, ya no le salieron las palabras.
La mujer se
echó a llorar y Eva se volvió a mirarlos deseando que aquello no estuviera
sucediendo.
- ¿Quiénes
son ustedes? – preguntó Don Ricardo, el dueño de la casa.
- Somos sus
padres, - contestó la señora ya más recuperada.
- Eso es
imposible, ella es mi nieta.
- Señor, mi
suegro falleció hace dos años, y mi padre está en mi casa en estos momentos.
Esta no es su nieta, es nuestra hija Eva, - dijo la señora. Y luego mirándola a
ella: - ¿qué has hecho hija?
- ¿En serio
dice que… ella me ha engañado? – preguntó Don Ricardo consternado.
- Si señor,
- le respondió el padre de Eva, y añadió dirigiéndose a ella - has hecho cosas
muy graves Eva.
- Yo…
estaba tan orgulloso de ti… Ibas a ser médico, y ahora resulta que infectas de
sida a un compañero de piso, y haces desaparecer a la verdadera nieta de este
señor. No… no te reconozco Eva.
- Has…
tirado por tierra todo tu brillante futuro, - añadió la madre apenada, - ¿y
todo por qué?, ¿por ambición?
Entonces
entró un policía.
- Tiene que
acompañarme señorita Fernández. Está usted acusada de suplantación de
identidad, así como de usar sus conocimientos de medicina para contagiar a un
compañero de sida.
- ¿Quién… se
fue de la lengua? – preguntó Eva.
- La chica
de hematología a la que usted le pidió la muestra de sangre se mosqueó y nos
puso sobre aviso, y por supuesto cuando la nieta de este señor desapareció, su
otro compañero, Alberto Liñán, nos dio la pista sobre usted. Él sabía que esa
chica le tenía miedo al agua, y usted se la había llevado a montar en barca. Él
se enteró de que Lina Fernández era la verdadera heredera de Don Ricardo, así que fue
fácil dar con usted haciéndose pasar por ella. ¿Qué hizo usted con la nieta de
este señor?
- Yo…
solo hablaré en presencia de mi abogado, - dijo comenzando a llorar.
- Muy
bonito, se nota que ha visto usted muchas películas y tiene la lección muy bien
aprendida, pero eso no le servirá ahora señorita Fernández, - le dijo el
policía.
- Después de
lo que te he dado y hecho por ti todos estos días, después de acogerte en mi
casa con todo mi cariño, me entero de que tú no eres mi nieta, de que
probablemente eres su asesina, así que después de hacerme eso me vas a decir
qué diablos hiciste con ella, con mi Lina. Me lo debes.
Eva miró
llorando al policía que también esperaba aquella respuesta.
- Yo… la
llevé lejos y… la empujé fuera de la barca.
Mientras los
padres de Eva se echaban a llorar desconsolados, el policía se la llevó.
Las rejas se
cerraron, rejas y vallas que la privaban de la libertad.
Había
perdido a Iván, su amor soñado, su carrera de medicina, su autoestima, su
libertad y la confianza y el cariño de sus padres. Bueno, y a aquel supuesto
abuelo millonario también, - pensó tristemente.
Por ambicionarlo
todo, se había quedado sin nada.
Continuará
Esto sí que no me lo esperaba para nada, pero bueno... Se lo tiene merecido. Yo desde un principio sabía que no me daba muy buena espina lo que estaba tramando Eva y ahí está. Veremos a ver lo que ocurre.
ResponderEliminarYa me imaginaba yo que Eva no era trigo limpio,la esta bien que termine en la carcel,espero ansioso el nuevo capitulo.
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