lunes, 11 de abril de 2016

Capítulo 5

Eva accedió a tomarse algo con con Iván y se fueron juntos al salir del hospital. En silencio iba tratando de convencerse de que aquello no era una cita en realidad; habían coincidido allí y se iban juntos, punto.


Iván la llevó a un sitio precioso frente al festival. Sabía que necesitaba relajarse, pero no podía, y más yendo con él y viniendo de ver a Nerea. Eva no pudo evitar pensar que la vida daba muchas vueltas: cuando Nerea apareció el empezó a salir por ahí con ella y fue Eva la que tuvo que renunciar y fastidiarse, y ahora su compañera yacía muy enferma en la cama de un hospital, y era ella la que disfrutaba de una salida en compañía de Iván.


-¿Estás bien Eva?, - le preguntó el.
- No, después de verla allí tan enferma y deteriorada me siento hasta culpable de estar aquí disfrutando. Es como si no tuviera derecho.

- No pienses eso; a cada momento hay gente sufriendo, enferma o muriéndose mientras otros disfrutan, viajan o se van de fiesta. La vida es así, a cada uno nos toca una cosa. 


- Ya Iván, pero Nerea ha tenido muy mala suerte. No es justo que una chica tan joven esté así o…
- No lo pienses nena. Ella luchará.
- ¿Tú crees que ella… superará el cáncer? – preguntó temerosa.


- No lo sé. A veces me digo que sí, que es joven y fuerte, pero otras la miro como está, escucho lo que dicen los médicos y me desilusiono, me vengo abajo. Hemos jugado tanto de niños, nos hemos reído tanto de adolescentes…
- Pues quédate con eso, no pienses en lo negativo, - le aconsejó.


Entonces el volvió la cabeza y la miró en silencio unos momentos.
- ¿Dices que estás disfrutando aquí conmigo? – le preguntó el de pronto.
Eva sintió que sus mejillas se coloreaban.
- Bueno… sí, claro.
- Yo también, y mucho ¿sabes? Con todo esto que ha pasado no he tenido tiempo pero ya desde hace mucho tenía ganas de quedar contigo, salir, tomarnos algo, bailar…


- Ven, levántate, - dijo poniéndola de pie. Entonces de pronto la abrazó desde atrás.
- Estás preciosa Eva, - le dijo susurrándole al oído, - y no sabes las ganas que tenía de estar contigo a solas, abrazarte… y mucho más.
- Iván, no te burles de mi por favor… - le suplicó nerviosa; casi no podía creer que aquello estuviera sucediendo.


El la volvió, la enlazó por la cintura y se acercó peligrosamente a su boca.
- No me burlo mi vida, nada más lejos. Dime que te sigo gustando, -susurró, - que ahora mismo te mueres porque te bese en la boca, porque yo estoy loco por hacerlo.


- Oh Iván yo… te quiero, te amo desde hace mucho, y por supuesto que estoy deseando que me beses, - dijo ella emocionada y temblando, - eres… eres un sueño para mí.
- Eva, cariño, yo también te quiero mi niña. Ven aquí cielo…


Entonces la cálida boca de Iván cayó sobre la de ella mientras la abrazaba y la acariciaba posesivo.


Sus bocas se abrieron explorándose mutuamente con ardor.
Eva creía estar soñando, pero no quería despertar. El chico que durante tanto tiempo había amado en silencio estaba allí, pegado a ella, con su lengua hurgando en su boca mientras sus ansiosas manos la estrechaban y la recorrían.
No sabía si llorar emocionada o reír a carcajadas de tanta felicidad.


Ambos se separaron lentamente y se miraron de cerca.
- Te adoro Iván, te quiero con todo mi corazón, -le dijo sinceramente.
- Y yo a ti mi amor, mi novia, mi amada…
- ¿Tu novia? – se sorprendió.
Él sonrió.
-Si cariño, mi novia. Te quiero.


Eva e Iván comenzaron a salir. Cada día iban a ver a Nerea al salir de clase y luego salían o se ponían a estudiar juntos. Ella no podía creer que se pudiera ser tan feliz. ¡El chico con el que tantas veces había soñado era suyo, la quería a ella!
Uno de aquellos días, al llegar a casa la llamó Lina, y al entrar en su cuarto la vio toda tiznada y aparentemente quemada, por lo menos su ropa.
- ¡Lina! ¿Qué te ha ocurrido, estás bien?- se preocupó.


- Estoy bien de milagro ¿sabes?
- ¿Pero qué te ocurrió?
- Pues que estaba experimentando con algunos elementos base y le eché ácido clorhídrico, que es muy reactivo e inflamable.


- Joder Lina, ¿cómo se te ocurrió? Te pudo haber pasado algo más grave.
- Fue… un pequeño despiste, lo siento. La próxima vez no volverá a ocurrir. Voy a darme una ducha rápida y vuelvo que quiero hablar contigo ¿vale?
- Si claro.


Al cabo de unos minutos volvió.
- Ya estoy aquí. ¿Qué tal te va con Iván?
Eva sonrió de oreja a oreja.
- Genial Lina, es absolutamente maravilloso. Es tan guapo, romántico y detallista… ¡y me quiere a mí!
- Eva no te enfades pero… yo que tu no me fiaría mucho de él. Ten cuidado.
- ¿Por qué dices eso?
- No se… Al principio no te hacía ni caso, luego pasó de vuestra cita para irse con Nerea, y ahora que ella está en el hospital sale contigo y te quiere. Raro ¿no?


- De raro nada Lina, él iba a salir conmigo justo cuando apareció su amiga de la infancia, y ahora vamos a verla pero tenemos tiempo para nosotros. Él me quiere y me lo demuestra cada día, y si al principio no me hacía ni caso pues sería por lo que dice mi madre, que si quieres vender una mercancía, tienes que darle una bonita presentación, ¿no te parece? Yo perdí peso, me puse lentillas, extensiones y ahora me arreglo más, y eso cuenta ¿no crees? – sonrió.
Ni Lina ni nadie en el mundo iba a quitarle la ilusión y la alegría que sentía por estar saliendo con Iván.
Ella agradecía su gesto de querer advertirle y todo eso, pero también le fastidiaba que alguien viniera a echarle abajo todas sus ilusiones.


Varios días después, mientras Eva hacía ejercicio en la cinta andadora que Iván tenía en su cuarto, entró el.
- Hola cariño, - la saludó, - poniéndote en forma ¿eh?
-Si.


- ¿Qué haces con las gafas? – le preguntó al verla de frente.
- Me he quitado las lentillas un rato. Luego me las pongo cuando vayamos a ver a Nerea.
- Sobre eso quería hablarte nena. Es que me estoy resfriando o cogiendo una gripe, no sé, y será mejor que no vaya contigo a verla. Lo último que necesita Nerea allí es a alguien con algo contagioso.
- Ah, - dijo con desilusión, - que lástima.
- Cuando me ponga bien vuelvo a ir contigo ¿vale? Dale muchos besos de mi parte.


Durante varios días fue Eva sola al hospital. Estaba ya anocheciendo aquel día cuando Nerea dejó de existir.
Ya hacía tiempo que se notaba como si se estuviera apagando, y a Eva le pilló sola cuando la pobre chica exhaló su último aliento.


En silencio la contempló allí tendida, inerte, pálida, sin un rastro apenas de la chica rubia llamativa, exuberante y alegre que fue.


Eva sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas de tristeza e impotencia. Ella jamás quiso esto para Nerea. Era joven y tenía toda la vida por delante. ¿Por qué?


Durante algunos minutos se quedó así, de pié en medio de la habitación mientras sentía como las ardientes lágrimas surcaban sus mejillas, y la muerte la rodeaba con su halo triste y deprimente.
Tenía que ir a casa y decírselo a los chicos, sobre todo a Iván. No quería imaginar lo triste que se pondría con la noticia.



Al llegar allí no vio a nadie, así que fue derecha para el dormitorio de Iván y abrió la puerta. Jamás pensó que al hacerlo se encontraría con lo que vio: Alberto estaba arrodillado a cuatro patas sobre la cama, e Iván estaba detrás suya moviendo las caderas rítmicamente y hundiéndose en él mientras le susurraba palabras de amor a su compañero.


Eva horrorizada se echó a llorar mientras sentía que la venda caía de sus ojos y todas sus ilusiones y esperanzas se derrumbaban.


Entonces, sin mediar palabra echó a correr mientras oía a Iván llamarla a gritos.


Segundos después y sin dejar de llamarla, salió el corriendo tras ella vestido únicamente con un slip.
Los gritos de Iván y el motor del coche de Eva fueron los únicos sonidos que se escucharon en la noche.


Continuará

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