Iván la llevó a un sitio precioso frente al festival. Sabía que necesitaba relajarse, pero no podía, y más yendo con él y viniendo de ver a Nerea. Eva no pudo evitar pensar que la vida daba muchas vueltas: cuando Nerea apareció el empezó a salir por ahí con ella y fue Eva la que tuvo que renunciar y fastidiarse, y ahora su compañera yacía muy enferma en la cama de un hospital, y era ella la que disfrutaba de una salida en compañía de Iván.
-¿Estás bien
Eva?, - le preguntó el.
- No,
después de verla allí tan enferma y deteriorada me siento hasta culpable de
estar aquí disfrutando. Es como si no tuviera derecho.
- No pienses
eso; a cada momento hay gente sufriendo, enferma o muriéndose mientras otros
disfrutan, viajan o se van de fiesta. La vida es así, a cada uno nos toca una
cosa.
- Ya Iván,
pero Nerea ha tenido muy mala suerte. No es justo que una chica tan joven esté así
o…
- No lo
pienses nena. Ella luchará.
- ¿Tú crees
que ella… superará el cáncer? – preguntó temerosa.
- No lo sé.
A veces me digo que sí, que es joven y fuerte, pero otras la miro como está,
escucho lo que dicen los médicos y me desilusiono, me vengo abajo. Hemos jugado
tanto de niños, nos hemos reído tanto de adolescentes…
- Pues
quédate con eso, no pienses en lo negativo, - le aconsejó.
Entonces el
volvió la cabeza y la miró en silencio unos momentos.
- ¿Dices que
estás disfrutando aquí conmigo? – le preguntó el de pronto.
Eva sintió
que sus mejillas se coloreaban.
- Bueno… sí,
claro.
- Yo
también, y mucho ¿sabes? Con todo esto que ha pasado no he tenido tiempo pero
ya desde hace mucho tenía ganas de quedar contigo, salir, tomarnos algo,
bailar…
- Ven,
levántate, - dijo poniéndola de pie. Entonces de pronto la abrazó desde atrás.
- Estás
preciosa Eva, - le dijo susurrándole al oído, - y no sabes las ganas que tenía
de estar contigo a solas, abrazarte… y mucho más.
- Iván, no
te burles de mi por favor… - le suplicó nerviosa; casi no podía creer que
aquello estuviera sucediendo.
El la
volvió, la enlazó por la cintura y se acercó peligrosamente a su boca.
- No me
burlo mi vida, nada más lejos. Dime que te sigo gustando, -susurró, - que ahora
mismo te mueres porque te bese en la boca, porque yo estoy loco por hacerlo.
- Oh Iván
yo… te quiero, te amo desde hace mucho, y por supuesto que estoy deseando que
me beses, - dijo ella emocionada y temblando, - eres… eres un sueño para mí.
- Eva,
cariño, yo también te quiero mi niña. Ven aquí cielo…
Entonces
la cálida boca de Iván cayó sobre la de ella mientras la abrazaba y la acariciaba
posesivo.
Sus bocas se
abrieron explorándose mutuamente con ardor.
Eva creía
estar soñando, pero no quería despertar. El chico que durante tanto tiempo
había amado en silencio estaba allí, pegado a ella, con su lengua hurgando en
su boca mientras sus ansiosas manos la estrechaban y la recorrían.
No sabía si
llorar emocionada o reír a carcajadas de tanta felicidad.
Ambos se
separaron lentamente y se miraron de cerca.
- Te adoro
Iván, te quiero con todo mi corazón, -le dijo sinceramente.
- Y yo a ti
mi amor, mi novia, mi amada…
- ¿Tu novia?
– se sorprendió.
Él sonrió.
-Si cariño,
mi novia. Te quiero.
Eva e Iván
comenzaron a salir. Cada día iban a ver a Nerea al salir de clase y luego
salían o se ponían a estudiar juntos. Ella no podía creer que se pudiera ser
tan feliz. ¡El chico con el que tantas veces había soñado era suyo, la quería a
ella!
Uno de
aquellos días, al llegar a casa la llamó Lina, y al entrar en su cuarto la vio
toda tiznada y aparentemente quemada, por lo menos su ropa.
- ¡Lina!
¿Qué te ha ocurrido, estás bien?- se preocupó.
- Estoy bien
de milagro ¿sabes?
- ¿Pero qué
te ocurrió?
- Pues que
estaba experimentando con algunos elementos base y le eché ácido clorhídrico,
que es muy reactivo e inflamable.
- Joder
Lina, ¿cómo se te ocurrió? Te pudo haber pasado algo más grave.
- Fue… un
pequeño despiste, lo siento. La próxima vez no volverá a ocurrir. Voy a darme
una ducha rápida y vuelvo que quiero hablar contigo ¿vale?
- Si claro.
Al cabo de
unos minutos volvió.
- Ya estoy
aquí. ¿Qué tal te va con Iván?
Eva sonrió
de oreja a oreja.
- Genial
Lina, es absolutamente maravilloso. Es tan guapo, romántico y detallista… ¡y me
quiere a mí!
- Eva no te
enfades pero… yo que tu no me fiaría mucho de él. Ten cuidado.
- ¿Por qué
dices eso?
- No se… Al
principio no te hacía ni caso, luego pasó de vuestra cita para irse con Nerea,
y ahora que ella está en el hospital sale contigo y te quiere. Raro ¿no?
- De raro
nada Lina, él iba a salir conmigo justo cuando apareció su amiga de la infancia,
y ahora vamos a verla pero tenemos tiempo para nosotros. Él me quiere y me lo
demuestra cada día, y si al principio no me hacía ni caso pues sería por lo que
dice mi madre, que si quieres vender una mercancía, tienes que darle una bonita
presentación, ¿no te parece? Yo perdí peso, me puse lentillas, extensiones y
ahora me arreglo más, y eso cuenta ¿no crees? – sonrió.
Ni Lina ni
nadie en el mundo iba a quitarle la ilusión y la alegría que sentía por estar
saliendo con Iván.
Ella
agradecía su gesto de querer advertirle y todo eso, pero también le fastidiaba
que alguien viniera a echarle abajo todas sus ilusiones.
Varios días
después, mientras Eva hacía ejercicio en la cinta andadora que Iván tenía en su
cuarto, entró el.
- Hola
cariño, - la saludó, - poniéndote en forma ¿eh?
-Si.
- ¿Qué haces
con las gafas? – le preguntó al verla de frente.
- Me he
quitado las lentillas un rato. Luego me las pongo cuando vayamos a ver a Nerea.
- Sobre eso
quería hablarte nena. Es que me estoy resfriando o cogiendo una gripe, no sé, y
será mejor que no vaya contigo a verla. Lo último que necesita Nerea allí es a
alguien con algo contagioso.
- Ah, - dijo
con desilusión, - que lástima.
- Cuando me
ponga bien vuelvo a ir contigo ¿vale? Dale muchos besos de mi parte.
Durante
varios días fue Eva sola al hospital. Estaba ya anocheciendo aquel día cuando
Nerea dejó de existir.
Ya hacía
tiempo que se notaba como si se estuviera apagando, y a Eva le pilló sola
cuando la pobre chica exhaló su último aliento.
En
silencio la contempló allí tendida, inerte, pálida, sin un rastro apenas de la
chica rubia llamativa, exuberante y alegre que fue.
Eva
sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas de tristeza e impotencia. Ella
jamás quiso esto para Nerea. Era joven y tenía toda la vida por delante. ¿Por
qué?
Durante
algunos minutos se quedó así, de pié en medio de la habitación mientras sentía
como las ardientes lágrimas surcaban sus mejillas, y la muerte la rodeaba con
su halo triste y deprimente.
Tenía que ir
a casa y decírselo a los chicos, sobre todo a Iván. No quería imaginar lo
triste que se pondría con la noticia.
Al
llegar allí no vio a nadie, así que fue derecha para el dormitorio de Iván y
abrió la puerta. Jamás pensó que al hacerlo se encontraría con lo que vio:
Alberto estaba arrodillado a cuatro patas sobre la cama, e Iván estaba detrás
suya moviendo las caderas rítmicamente y hundiéndose en él mientras le
susurraba palabras de amor a su compañero.
Eva
horrorizada se echó a llorar mientras sentía que la venda caía de sus ojos y
todas sus ilusiones y esperanzas se derrumbaban.
Entonces,
sin mediar palabra echó a correr mientras oía a Iván llamarla a gritos.
Segundos
después y sin dejar de llamarla, salió el corriendo tras ella vestido únicamente
con un slip.
Los gritos
de Iván y el motor del coche de Eva fueron los únicos sonidos que se escucharon
en la noche.
Continuará
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