En cuanto entró en la ciudad y sin saber cómo ni por qué, todo empezó a sonarle.
Miriam condujo de forma automática mientras extrañamente sentía que su mente comenzaba a aclararse, a despejarse.
Se sentía rara y extraña ante una ciudad que de repente empezaba a recordar, como si todas las vivencias de una vida gravitaran de pronto sobre ella.
Ascendió por una calle en dirección al centro de la ciudad.
Sabía dónde vivían sus padres; ya había venido antes con su hermana Isabel y con Niko.
Pero dejando de lado la dirección de casa de sus progenitores, Miriam se dirigió al puente que cruzaba hacia la otra parte de la ciudad.
El recuerdo de otro sitio, de otra casa, se abría entre la nebulosa de su mente.
Y era extraño pero sentía como si algo la dirigiera, como si su inconsciente supiera donde tenía que ir. Lo que no sabía era el por qué.
Entonces al girar en una curva, vio aquella casita, y supo que era allí a donde debía dirigirse.
Aparcó el coche y miró la casa; ella ya había estado allí, la conocía, estaba segura.
Al pasar la puerta de la blanca valla, Miriam recordó que había una llave escondida bajo la maceta, pero no le parecía bien irrumpir en la casa así por las buenas. Tampoco quería que Niko se hiciera falsas ilusiones respecto a ella.
Al aproximarse a la puerta de entrada, empezó a oír susurros y gemidos, y le pareció ver movimiento de alguien tras el sofá.
Entonces, al mirar a través de otra ventana que había más a la derecha, los vio, y entonces su mente se terminó de aclarar completamente.
Allí estaba
Niko, su novio, haciendo el amor con su hermana Isabel, tal y como los vio la
otra vez.
Fríamente lo
vio mover rítmicamente sus caderas y gemir ambos desinhibidos sin percatarse en
absoluto de que eran observados por ella.
La
otra vez pasó lo mismo: ella mantenía una relación de 3 años con Niko y lo
adoraba, y creyó que era plenamente correspondida hasta aquel día fatal en que
llegó a casa de él cuando no la esperaba, y los pilló en la cama, follando como
locos. Esta vez habían cambiado de escenario, pero lo que no haría ella ahora,
sería entrar ni formarles un escándalo. Que disfrutaran todo lo que quisieran;
al fin y al cabo, ella ya no amaba a Niko, de eso estaba completamente segura.
Sin decir
nada se dio la vuelta pensando en cómo haría para dejarles una nota. Quería que
su hermana y Niko fueran conscientes de que ella ya lo sabía todo y no quería
volver a verlos más en su vida.
Entonces vio
a un chico que iba a clase y le pidió una hoja de papel y un bolígrafo.
Momentos
después, tras escribirla, dejaba la nota
en la puerta.
Jamás en su
vida había tenido algo tan claro como aquello, de modo que venir aquel día a
Bridgeport había merecido realmente la pena.
Miriam se
dio la vuelta y se dirigió al coche.
Cuando los
pilló la otra vez, aparte de llevarse el disgusto de su vida, se fue corriendo
hecha un mar de lágrimas y cogió el primer tren que pilló, pero esta vez iba a
ser más prudente. Conduciría tranquila el coche de Vanessa hasta llegar a su
destino. Suerte que Fabio le dio su tarjeta, así sabría dónde encontrarlo nada
más volviera.
Continuará
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