Durante el
trayecto de vuelta, la mente de Miriam se había despejado por completo.
Había
revivido en cierto modo lo que vivió aquel día cuando pilló a su entonces novio
acostado con su propia hermana. La diferencia era que en aquella época ella lo
adoraba y ahora ya no, entonces le dolió en el fondo del alma y ahora sentía
una especie de alivio porque ya no tenía la más mínima duda sobre lo que tenía
que hacer respecto a aquel “novio”.
Miriam
le echó un vistazo a la tarjeta que le diera Fabio y buscó su dirección.
Por
fin divisó una casa de tipo algo rústico exteriormente, y supuso que ese debía
de ser su hogar.
Aparcó
y se encaminó a la puerta mirando y admirando la casa. Era bastante bonita en
verdad, pero aquello era lo que menos le importaba en aquellos momentos.
- Miriam… -
dijo él nada más abrir la puerta.
Entonces
ella lo rodeó con sus brazos y se refugió en él. No dijo nada, solo lo abrazó y
buscó su calor.
- Eh,
cariño, ¿estás bien? – él la miró de cerca y acarició su mejilla. La cálida voz
masculina la reconfortó.
- Sí,
estoy bien. He recuperado la memoria Fabio. Ya se… por qué aquel día cogí ese
tren que tuvo el accidente.
- Ven, vamos
a sentarnos en el salón y me cuentas todo lo que pasó más detalladamente ¿de
acuerdo?
Ella lo
acompañó.
- Bueno,
¿qué ocurrió?
- Nada más
entrar en Bridgeport empecé a recordarlo todo ¿sabes? Las calles me sonaban,
todo lo que había vivido en cada uno de los sitios. Yo sabía dónde viven mis
padres porque ya había ido con mi hermana y Niko, pero me dirigí a otra
dirección. Y al llegar allí, a través de una ventana los vi… haciendo el amor
en el salón.
- ¿En serio me
estás diciendo que tu novio se acuesta con su cuñada?
- Sí, pero
ya no es mi novio, que conste, y eso es lo que pasó aquel día.
- Yo llegué
a su casa cuando él no me esperaba y me los encontré en la cama follando como
locos. Me llevé un disgusto enorme y cogí el primer tren que vino.
- Y tuvo un
accidente, claro.
- Sí.
Fabio
suspiró.
- Con razón
no querían que recuperas la memoria, - reflexionó, - seguramente estaría
hablando con tu hermana el otro día cuando lo escuché, y ella tampoco quería
que él viniera.
- Está claro,
para que no recordara lo ocurrido y no le quitara a su amante, como si me
interesara ya.
- Tenía
razón cuando no me gustaba ese tío, ¿recuerdas mi advertencia?
- Por
supuesto, - reconoció, - gracias.
- ¿Y qué has
sentido cuando los has visto de nuevo en acción? ¿Lloraste mucho? – Fabio la
atrajo hacia sí.
- ¿Estás
tonto? Ni de coña pienso sufrir más ni llorar por ese imbécil. Aquello se
acabó. Le he dejado una nota en la puerta diciéndole que no quiero saber nada
más de ellos dos.
Él la echó
contra su pecho y Miriam acarició su mejilla con la de ella. Su mano acarició
los oscuros cabellos.
- Me he
sentido liberada ¿sabes? – susurró en su oído, - y estaba loca por volver aquí,
contigo…
- Pues no te
imaginas la alegría que he sentido al ver que volvías a mí, - le dijo él.
- Cuando los
he sorprendido allí haciéndolo, se me ha aclarado la mente, las ideas, las
inseguridades y… he sabido que quería volver aquí contigo, que este es ya mi
sitio.
- Tu sitio,
tu vida está aquí Miriam, en esta casa y entre mis brazos, - susurró.
Ambos
se abrazaron estrechamente disfrutando de su mutua cercanía, de su contacto.
Por fin se sentían a salvo.
Luego él de
pronto se levantó e hizo que ella hiciera lo mismo.
- Tengo que
confesarte algo, - le dijo mirándola a los ojos mientras la enlazaba por la
cintura.
- Oh
no Fabio, creo que no soportaría otra confesión que me trajera a la cruda
realidad y que me destrozara por dentro. Ya he tenido bastante por hoy, ¿no
crees?
- No
es nada negativo ni te voy a hacer daño nena, eso nunca ¿me oyes? – sus grises
ojos la miraban honda y fijamente, - te he dicho que tengo algo que confesarte
y es mi amor cariño, mi amor incondicional y eterno. Cuando… por aquella
estúpida broma de Rosa te perdí, creí volverme loco, y entonces comprendí como
nunca antes, que tú eres la mujer de mi vida, y que ya no soportaría vivir sin
ti. No quiero volver a perderte jamás. ¿Quieres casarte conmigo mi vida?
Los ojos de
Miriam se iluminaron y su corazón emprendió un rumbo acelerado que no era
capaz de contener ya.
- Si Fabio,
por supuesto que quiero unirme a ti. Te amo…
Ambos se
acercaron el uno al otro y, anhelantes, sus labios comenzaron a acariciarse y a
unirse en una danza furiosa e intrépida que no podrían ni querían frenar.
- Ah…
cariño, dímelo otra vez, dime que me quieres, que me amas y que nunca te vas a
separar de mí, - susurró él sobre sus labios.
- Te adoro
Fabio, solo a ti y para siempre. Te quiero mi vida.
Con un
arranque impetuoso, él inundó su boca con su ardiente lengua y tomó posesión de
ella. Era una locura maravillosa imposible de evitar.
Minutos
después lograron volver a la realidad el tiempo suficiente para subir arriba,
al dormitorio de él, y tenderse sobre la cama. Sus bocas, sus manos y el cuerpo
de los dos había cobrado vida propia y buscaban ansiosamente unirse,
acariciarse, besarse sin descanso, y al fin consumar la unión mutua que tanto
anhelaban.
Fin
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