Al día siguiente, tal y como
le propuso Frank, Helen se llegó a su casa.
- Hola guapísima, pasa.
- ¿Que tal estás?
- Súper bien. Me he enrollado
con el de la tienda de segunda mano ¿sabes? Pero ven, vamos a sentarnos.
- Y bueno qué, ¿como capeaste
el temporal? - quiso saber el.
- Bien, pero si te empiezo a
contar por el principio, te diré que David me dejó plantada una cena muy
especial que había hecho, y a la noche siguiente igual.
- Menudo mamón, y perdona que
me exprese así, pero es lo que me sale.
- Ya, no pasa nada, lo
comprendo.
- ¿Y que pasó?
- Pues que como me cansé de
esperar salí a la calle y acabé en casa de Nelson.
- Espera, ¿Nelson es el
buenorro que te compró el cuadro?
Ella sonrió.
- Si, fue muy amable.
- Estaba fatal Frank, siempre
me quedo esperándolo sola, dice que va a venir y tarda y llega las tantas, así
que cuando volvió me hice la dormida.
- Bien hecho. Yo le hubiera
tirado la sartén a la cabeza pero tu estás mejor educada que yo.
- Ya, - sonrió, - por eso
ayer cuando Nelson se llegó a la galería y me invitó a comer en el festival,
acepté.
- Pues se te notaba en la
cara que te lo habías pasado muy bien. Ese tío debe ser un fenómeno.
- Es muy atento y amable.
Es... especial.
- Ya, y te pone como una
moto, seguro, - bromeó Frank.
- El que me puso de los nervios anoche fue mi
marido. Se metió contigo, no quiere ni que te hable, pero yo le dije que haría
lo que me diera la gana y que lo mismo quedamos para salir.
- ¿En serio quieres quedar
conmigo una noche? - se alegró el.
- Claro, ¿por qué no? He
decidido que como David hace su vida, yo voy a hacer la mía. Uy, que hora es
ya. Me tengo que ir Frank, - dijo poniéndose de pie.
- Espera, no te puedes ir sin
que te de un abrazo de oso, - le dijo el rodeándola entre sus brazos, - eres
una tía cojonuda ¿lo sabes? y te quiero un montón aunque haga poco tiempo que
nos conocemos. Por ti me haría hetero, fíjate.
- Anda ya Frank.
- En serio. Anda, dame un
beso.
Helen volvió la cabeza y el
la besó en la sien.
- Y ahora en la boca.
- Si claro. Que a ti no te va
el pescado Frank, ¿no te acuerdas?
- Yo he tenido mis historias ¿sabes?
¿pero te imaginas que nos viera tu marido?
Ambos se echaron a reír.
- Le daba algo. Bueno,
¿entonces quedamos este próximo viernes?
- Por supuesto querida, ¿lo
dudabas?
- No, - volvió reír.
Los dos se abrazaron a modo de despedida y Helen se
fue.
El viernes siguiente por la
noche, Frank y ella salieron juntos por primera vez y fueron a una sala de
fiestas.
Cuando salió de casa, David
aún no había vuelto, así que aprovechó para largarse sin tener que darle
explicaciones.
- Que sitio tan bonito
¿verdad? - le dijo el cuando se sentaron en la barra esperando sus bebidas.
- Pues si, es precioso.
- La que está guapísima eres
tu. Esta noche estás deslumbrante, - la piropeó.
- Al final me voy a mosquear
Frank, - sonrió ella.
- Conmigo no. Ven, vamos a
bailar lento que este camarero tarda mucho en servir.
Y se la llevó para la pista
de baile.
- Gracias por quedar conmigo
Frank, - le dijo ella, - eres estupendo.
- Anda ya mujer, me encanta
estar contigo.
Y en aquel momento, cuando
mas absortos estaban en su conversación, de pronto Nelson apareció junto a
ellos.
Helen captó su olor varonil
característico, y su corazón comenzó a bombear furioso en su pecho.
¿Por que leches se tenía que
poner tan nerviosa?
- Esto... Frank, el es
Nelson, un cliente. El es mi amigo y vecino Frank, - los presentó Helen.
Frank, siempre espontáneo, lo
miró con una sonrisa.
- ¿Quieres bailar con ella?
- Me encantaría.
- Pues os dejo. Acabo de
recordar... que tenía algo que hacer. Un beso Helen, ya hablaremos.
Entonces Frank se marchó y
ella se quedó a solas con Nelson.
Continuará
No hay comentarios:
Publicar un comentario