jueves, 22 de octubre de 2015

Capítulo 10

Frank se había ido tan rápido que a Helen no le había dado tiempo ni a reaccionar.
¿Por qué había tenido que dejarla sola con Nelson? Tenía miedo no de el, sino de sus propias reacciones, de sus sentimientos, de lo que el le provocaba. Y ahora era de noche y estaba a solas con el en una sala de fiestas. Sin querer se lo quedó mirando en silencio.


Claro que el la miró fijamente a su vez.
- Hola Helen.
- Ho... hola...


Entonces el se le aproximó y sus dedos acariciaron su mejilla mientras le dirigía una mirada penetrante.
- Así que soy un cliente ¿no? solo un cliente.
- Pues...
- Para mi tu no eres solamente la persona que me vendió el cuadro, - añadió.


- Ven, vamos a bailar.
- Nelson, no se si es buena idea que tu y yo... estemos bailando aquí.
- ¿Y con tu vecino no importaba?
- El... es gay, es solo un amigo.
- Entonces yo no soy solo un amigo ¿no es así? ¿Soy un cliente, Helen?


A pesar de su resistencia inicial, el la envolvió entre sus brazos y ambos comenzaron a moverse lentamente al compás de la suave música.
- ¿Que soy para ti Helen? Dímelo, - susurró junto a su oído.
Ella estaba apoyada en aquel pecho que parecía esculpido, tan acogedor, tan cálido, y aspirando su olor personal, aquel perfume masculino que la embriagaba y llenaba sus sentidos.
- Oh Nel, estoy casada y no debería de olvidarme de eso, pero tu haces que todo desaparezca, y eso no es bueno.


- Lo que no es bueno es que una mujer como tu esté sola en casa, siendo relegada y olvidada, cuando lo que quiero es estar contigo y decirte todo lo que siento por ti...
Nelson le había alzado la cabeza y sus cálidas palabras, dichas tan cerca de sus labios, habían acelerado su corazón y sus sentidos.


- Helen, - su voz sonó roncamente apasionada, - te quiero.
- No Nel, no digas eso.
- Si, es lo que siento. Me tienes loco desde la noche en que te vi en la bolera.


Helen quería resistirse, pero se sentía como la mantequilla puesta al fuego; los brazos de Nelson la rodeaban, sus anchas manos acariciaban posesivas su cintura, la pegaban a sí mientras su boca rondaba la de ella sin llegar a besarla, enloqueciéndola de deseo.


- Nelson... - casi gimió.
- Dime que me quieres. ¿Me amas Helen, o soy solo un cliente mas?
Las manos masculinas estrecharon las suyas y sus labios casi se rozaron.
- Tu... tu no eres un cliente mas, tu eres...



- Dímelo.
- Tu eres mi amor. Te... te quiero Nelson... - dijo mientras le acariciaba el pelo y se dejaba abrazar por el, - me vuelves loca.


Con un gemido incontenible y ardientemente apasionado, Nelson tomó posesión de su boca.
- Te quiero mi vida... - le dijo sobre sus labios.


- Y yo a ti, - repuso ella.
Helen no pudo evitar corresponderle totalmente y besar aquella boca que se le ofrecía. Lo deseaba como una loca, lo necesitaba, y lo mas importante, lo amaba locamente. ¿Como había podido ocurrir esto?


Nelson de pronto la miró a los ojos.
- Hagamos el amor Helen, vayamos a mi casa y hagámoslo.
- Nel por favor, no me pidas eso, - aún después de haberlo besado y haberle confesado sus sentimientos, Helen aún sentía ciertos remordimientos.
- ¿Es que no quieres hacerlo conmigo? Yo estoy deseando entregarme a ti.


- Oh Nel, ¿crees que no te deseo? ¿Sabes lo que sentí aquel día cuando me enseñaste tu casa y fuimos a tu dormitorio?
- ¿El qué?
- En lo que menos me fijé fue en el cuadro, yo... miré tu cama y se me vinieron unas imágenes...
- De ti y de mi desnudos sobre ella, ardientes, entregados, yo dentro de ti... ¿verdad que si?


- Oh Nel, me vuelves loca.
- Y tu a mi.
Ambos se besaron de nuevo con volcánica pasión. El la acarició mas abajo de la cintura, ciñéndola contra el y haciéndola sentir toda la dureza de su deseo.


- Helen, tarde o temprano seremos el uno del otro, lo sabes ¿verdad? - susurró el mientras se abrazaban.
- Me da miedo todo esto Nel, lo que siento a pesar de estar casada.


- No me lo recuerdes por favor. Tu no debes tener miedo amor mío, sigue los dictados de tu corazón.
- Mi corazón... late por ti...


Gimiendo ansiosos, ambos unieron sus bocas de nuevo y las abrieron explorándolas con audacia, con toda la insistencia y la dulzura de sus lenguas.


Al separarse, se miraron mientras sus respiraciones aún eran agitadas.
- Bueno, ¿tomamos una copa? - le dijo el tratando de pensar en otra cosa, - te invito.
- De acuerdo.


Momentos después ambos se sentaban junto a la barra. La mente de Helen era un caos, pero su corazón latía fuertemente por aquel hombre que estaba allí con ella.


Tras tomar algo, los dos salieron de aquel sitio.
- Bueno, será mejor que me vaya a casa, - dijo ella.
- Si quieres venirte a la mía solo tienes que decírmelo, - contestó el.
- Ya. Dame tiempo ¿vale Nel? Ahora mismo mi cabeza está hecha un lío por todo esto que ha pasado.
- ¿Sigues enamorada de tu marido?
- No lo se, de lo que si estoy segura es de que... estoy profundamente enamorada de ti.
- Y yo de ti, lo sabes ¿verdad?
Ella suspiró.
- Si.
- Venga, será mejor que te lleve a casa y no prolonguemos esto, porque si no me van a dar ganas de secuestrarte, - dijo el tratando de introducir una nota de humor.
Ella sonrió.


Minutos después Helen entraba en casa. Todo estaba en silencio, pero aún así, ella sentía miedo de que David apareciera en cualquier momento y le echara una bronca por hacer lo mismo que el hacía casi cada noche.


Pero la cuestión es que cuando entró en el dormitorio, David aún no estaba allí, a pesar de la hora que ya era.


Entonces se le vinieron a la mente las palabras de Nelson: "Lo que no es bueno es que una mujer como tu esté sola en casa, siendo relegada y olvidada"
El había tenido razón; ella había estado allí con el, sintiéndose culpable, y mientras tanto, su marido ni siquiera había vuelto a casa.
- Oh Nel, Nel... - murmuró - como te necesito...


Continuará

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