Frank se había ido tan rápido
que a Helen no le había dado tiempo ni a reaccionar.
¿Por qué había tenido que
dejarla sola con Nelson? Tenía miedo no de el, sino de sus propias reacciones,
de sus sentimientos, de lo que el le provocaba. Y ahora era de noche y estaba a
solas con el en una sala de fiestas. Sin querer se lo quedó mirando en silencio.
Claro que el la miró
fijamente a su vez.
- Hola Helen.
- Ho... hola...
Entonces el se le aproximó y
sus dedos acariciaron su mejilla mientras le dirigía una mirada penetrante.
- Así que soy un cliente ¿no?
solo un cliente.
- Pues...
- Para mi tu no eres
solamente la persona que me vendió el cuadro, - añadió.
- Ven, vamos a bailar.
- Nelson, no se si es buena
idea que tu y yo... estemos bailando aquí.
- ¿Y con tu vecino no
importaba?
- El... es gay, es solo un
amigo.
- Entonces yo no soy solo un
amigo ¿no es así? ¿Soy un cliente, Helen?
A pesar de su resistencia
inicial, el la envolvió entre sus brazos y ambos comenzaron a moverse lentamente
al compás de la suave música.
- ¿Que soy para ti Helen?
Dímelo, - susurró junto a su oído.
Ella estaba apoyada en aquel
pecho que parecía esculpido, tan acogedor, tan cálido, y aspirando su olor
personal, aquel perfume masculino que la embriagaba y llenaba sus sentidos.
- Oh Nel, estoy casada y no
debería de olvidarme de eso, pero tu haces que todo desaparezca, y eso no es
bueno.
- Lo que no es bueno es que
una mujer como tu esté sola en casa, siendo relegada y olvidada, cuando lo que
quiero es estar contigo y decirte todo lo que siento por ti...
Nelson le había alzado la
cabeza y sus cálidas palabras, dichas tan cerca de sus labios, habían acelerado
su corazón y sus sentidos.
- Helen, - su voz sonó
roncamente apasionada, - te quiero.
- No Nel, no digas eso.
- Si, es lo que siento. Me
tienes loco desde la noche en que te vi en la bolera.
Helen quería resistirse, pero se sentía como la
mantequilla puesta al fuego; los brazos de Nelson la rodeaban, sus anchas manos
acariciaban posesivas su cintura, la pegaban a sí mientras su boca rondaba la
de ella sin llegar a besarla, enloqueciéndola de deseo.
- Nelson... - casi gimió.
- Dime que me quieres. ¿Me
amas Helen, o soy solo un cliente mas?
Las manos masculinas
estrecharon las suyas y sus labios casi se rozaron.
- Tu... tu no eres un cliente
mas, tu eres...
- Dímelo.
- Tu eres mi amor. Te... te
quiero Nelson... - dijo mientras le acariciaba el pelo y se dejaba abrazar por
el, - me vuelves loca.
Con un gemido incontenible y
ardientemente apasionado, Nelson tomó posesión de su boca.
- Te quiero mi vida... - le
dijo sobre sus labios.
- Y yo a ti, - repuso ella.
Helen no pudo evitar
corresponderle totalmente y besar aquella boca que se le ofrecía. Lo deseaba
como una loca, lo necesitaba, y lo mas importante, lo amaba locamente. ¿Como
había podido ocurrir esto?
Nelson de pronto la miró a
los ojos.
- Hagamos el amor Helen,
vayamos a mi casa y hagámoslo.
- Nel por favor, no me pidas
eso, - aún después de haberlo besado y haberle confesado sus sentimientos,
Helen aún sentía ciertos remordimientos.
- ¿Es que no quieres hacerlo
conmigo? Yo estoy deseando entregarme a ti.
- Oh Nel, ¿crees que no te
deseo? ¿Sabes lo que sentí aquel día cuando me enseñaste tu casa y fuimos a tu
dormitorio?
- ¿El qué?
- En lo que menos me fijé fue
en el cuadro, yo... miré tu cama y se me vinieron unas imágenes...
- De ti y de mi desnudos
sobre ella, ardientes, entregados, yo dentro de ti... ¿verdad que si?
- Oh Nel, me vuelves loca.
- Y tu a mi.
Ambos se besaron de nuevo con
volcánica pasión. El la acarició mas abajo de la cintura, ciñéndola contra el y
haciéndola sentir toda la dureza de su deseo.
- Helen, tarde o temprano
seremos el uno del otro, lo sabes ¿verdad? - susurró el mientras se abrazaban.
- Me da miedo todo esto Nel,
lo que siento a pesar de estar casada.
- No me lo recuerdes por
favor. Tu no debes tener miedo amor mío, sigue los dictados de tu corazón.
- Mi corazón... late por
ti...
Gimiendo ansiosos, ambos unieron sus bocas de nuevo
y las abrieron explorándolas con audacia, con toda la insistencia y la dulzura
de sus lenguas.
Al separarse, se miraron
mientras sus respiraciones aún eran agitadas.
- Bueno, ¿tomamos una copa? -
le dijo el tratando de pensar en otra cosa, - te invito.
- De acuerdo.
Momentos después ambos se sentaban junto a la barra.
La mente de Helen era un caos, pero su corazón latía fuertemente por aquel
hombre que estaba allí con ella.
Tras tomar algo, los dos
salieron de aquel sitio.
- Bueno, será mejor que me
vaya a casa, - dijo ella.
- Si quieres venirte a la mía
solo tienes que decírmelo, - contestó el.
- Ya. Dame tiempo ¿vale Nel?
Ahora mismo mi cabeza está hecha un lío por todo esto que ha pasado.
- ¿Sigues enamorada de tu
marido?
- No lo se, de lo que si
estoy segura es de que... estoy profundamente enamorada de ti.
- Y yo de ti, lo sabes
¿verdad?
Ella suspiró.
- Si.
- Venga, será mejor que te
lleve a casa y no prolonguemos esto, porque si no me van a dar ganas de
secuestrarte, - dijo el tratando de introducir una nota de humor.
Ella sonrió.
Minutos después Helen entraba en casa. Todo estaba
en silencio, pero aún así, ella sentía miedo de que David apareciera en
cualquier momento y le echara una bronca por hacer lo mismo que el hacía casi
cada noche.
Pero la cuestión es que cuando entró en el
dormitorio, David aún no estaba allí, a pesar de la hora que ya era.
Entonces se le vinieron a la
mente las palabras de Nelson: "Lo que no es bueno es que una mujer como tu
esté sola en casa, siendo relegada y olvidada"
El había tenido razón; ella
había estado allí con el, sintiéndose culpable, y mientras tanto, su marido ni
siquiera había vuelto a casa.
- Oh Nel, Nel... - murmuró -
como te necesito...
Continuará
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