jueves, 17 de noviembre de 2016

Capítulo 13

Atardecía ya cuando Miriam llegó por fin a Appaloosa Plains. Estaba algo cansada pero contenta de estar allí de nuevo.




Durante el trayecto de vuelta, la mente de Miriam se había despejado por completo.

Había revivido en cierto modo lo que vivió aquel día cuando pilló a su entonces novio acostado con su propia hermana. La diferencia era que en aquella época ella lo adoraba y ahora ya no, entonces le dolió en el fondo del alma y ahora sentía una especie de alivio porque ya no tenía la más mínima duda sobre lo que tenía que hacer respecto a aquel “novio”.


Miriam le echó un vistazo a la tarjeta que le diera Fabio  y buscó su dirección.


Por fin divisó una casa de tipo algo rústico exteriormente, y supuso que ese debía de ser su hogar.


Aparcó y se encaminó a la puerta mirando y admirando la casa. Era bastante bonita en verdad, pero aquello era lo que menos le importaba en aquellos momentos.


- Miriam… - dijo él nada más abrir la puerta.
Entonces ella lo rodeó con sus brazos y se refugió en él. No dijo nada, solo lo abrazó y buscó su calor.


- Eh, cariño, ¿estás bien? – él la miró de cerca y acarició su mejilla. La cálida voz masculina la reconfortó.


- Sí, estoy bien. He recuperado la memoria Fabio. Ya se… por qué aquel día cogí ese tren que tuvo el accidente.


- Ven, vamos a sentarnos en el salón y me cuentas todo lo que pasó más detalladamente ¿de acuerdo?
Ella lo acompañó.


- Bueno, ¿qué ocurrió?
- Nada más entrar en Bridgeport empecé a recordarlo todo ¿sabes? Las calles me sonaban, todo lo que había vivido en cada uno de los sitios. Yo sabía dónde viven mis padres porque ya había ido con mi hermana y Niko, pero me dirigí a otra dirección. Y al llegar allí, a través de una ventana los vi… haciendo el amor en el salón.


- ¿En serio me estás diciendo que tu novio se acuesta con su cuñada?
- Sí, pero ya no es mi novio, que conste, y eso es lo que pasó aquel día.


- Yo llegué a su casa cuando él no me esperaba y me los encontré en la cama follando como locos. Me llevé un disgusto enorme y cogí el primer tren que vino.
- Y tuvo un accidente, claro.
- Sí.
Fabio suspiró.
- Con razón no querían que recuperas la memoria, - reflexionó, - seguramente estaría hablando con tu hermana el otro día cuando lo escuché, y ella tampoco quería que él viniera.
- Está claro, para que no recordara lo ocurrido y no le quitara a su amante, como si me interesara ya.
- Tenía razón cuando no me gustaba ese tío, ¿recuerdas mi advertencia?
- Por supuesto, - reconoció, - gracias.


- ¿Y qué has sentido cuando los has visto de nuevo en acción? ¿Lloraste mucho? – Fabio la atrajo hacia sí.
- ¿Estás tonto? Ni de coña pienso sufrir más ni llorar por ese imbécil. Aquello se acabó. Le he dejado una nota en la puerta diciéndole que no quiero saber nada más de ellos dos.


Él la echó contra su pecho y Miriam acarició su mejilla con la de ella. Su mano acarició los oscuros cabellos.
- Me he sentido liberada ¿sabes? – susurró en su oído, - y estaba loca por volver aquí, contigo…


- Pues no te imaginas la alegría que he sentido al ver que volvías a mí, - le dijo él.
- Cuando los he sorprendido allí haciéndolo, se me ha aclarado la mente, las ideas, las inseguridades y… he sabido que quería volver aquí contigo, que este es ya mi sitio.
- Tu sitio, tu vida está aquí Miriam, en esta casa y entre mis brazos, - susurró.


Ambos se abrazaron estrechamente disfrutando de su mutua cercanía, de su contacto. Por fin se sentían a salvo.


Luego él de pronto se levantó e hizo que ella hiciera lo mismo.
- Tengo que confesarte algo, - le dijo mirándola a los ojos mientras la enlazaba por la cintura.


- Oh no Fabio, creo que no soportaría otra confesión que me trajera a la cruda realidad y que me destrozara por dentro. Ya he tenido bastante por hoy, ¿no crees?


- No es nada negativo ni te voy a hacer daño nena, eso nunca ¿me oyes? – sus grises ojos la miraban honda y fijamente, - te he dicho que tengo algo que confesarte y es mi amor cariño, mi amor incondicional y eterno. Cuando… por aquella estúpida broma de Rosa te perdí, creí volverme loco, y entonces comprendí como nunca antes, que tú eres la mujer de mi vida, y que ya no soportaría vivir sin ti. No quiero volver a perderte jamás. ¿Quieres casarte conmigo mi vida?


Los ojos de Miriam se iluminaron y su corazón emprendió un rumbo acelerado que no era capaz de contener ya.
- Si Fabio, por supuesto que quiero unirme a ti. Te amo…


Ambos se acercaron el uno al otro y, anhelantes, sus labios comenzaron a acariciarse y a unirse en una danza furiosa e intrépida que no podrían ni querían frenar. 
- Ah… cariño, dímelo otra vez, dime que me quieres, que me amas y que nunca te vas a separar de mí, - susurró él sobre sus labios.
- Te adoro Fabio, solo a ti y para siempre. Te quiero mi vida.


Con un arranque impetuoso, él inundó su boca con su ardiente lengua y tomó posesión de ella. Era una locura maravillosa imposible de evitar.


Minutos después lograron volver a la realidad el tiempo suficiente para subir arriba, al dormitorio de él, y tenderse sobre la cama. Sus bocas, sus manos y el cuerpo de los dos había cobrado vida propia y buscaban ansiosamente unirse, acariciarse, besarse sin descanso, y al fin consumar la unión mutua que tanto anhelaban.


Fin

lunes, 14 de noviembre de 2016

Capítulo 12

El domingo siguiente, Miriam cogió prestado el coche de Vanessa y se encaminó a Bridgeport.


En cuanto entró en la ciudad y sin saber cómo ni por qué, todo empezó a sonarle.


Miriam condujo de forma automática mientras extrañamente sentía que su mente comenzaba a aclararse, a despejarse.


Se sentía rara y extraña ante una ciudad que de repente empezaba a recordar, como si todas las vivencias de una vida gravitaran de pronto sobre ella.


Ascendió por una calle en dirección al centro de la ciudad.


Sabía dónde vivían sus padres; ya había venido antes con su hermana Isabel y con Niko.


Pero dejando de lado la dirección de casa de sus progenitores, Miriam se dirigió al puente que cruzaba hacia la otra parte de la ciudad.


El recuerdo de otro sitio, de otra casa, se abría entre la nebulosa de su mente.


Y era extraño pero sentía como si algo la dirigiera, como si su inconsciente supiera donde tenía que ir. Lo que no sabía era el por qué.


Entonces al girar en una curva, vio aquella casita, y supo que era allí a donde debía dirigirse.


Aparcó el coche y miró la casa; ella ya había estado allí, la conocía, estaba segura.


Al pasar la puerta de la blanca valla, Miriam recordó que había una llave escondida bajo la maceta, pero no le parecía bien irrumpir en la casa así por las buenas. Tampoco quería que Niko se hiciera falsas ilusiones respecto a ella.


Al aproximarse a la puerta de entrada, empezó a oír susurros y gemidos, y le pareció ver movimiento de alguien tras el sofá.


Entonces, al mirar a través de otra ventana que había más a la derecha, los vio, y entonces su mente se terminó de aclarar completamente.


Allí estaba Niko, su novio, haciendo el amor con su hermana Isabel, tal y como los vio la otra vez.

Fríamente lo vio mover rítmicamente sus caderas y gemir ambos desinhibidos sin percatarse en absoluto de que eran observados por ella.


La otra vez pasó lo mismo: ella mantenía una relación de 3 años con Niko y lo adoraba, y creyó que era plenamente correspondida hasta aquel día fatal en que llegó a casa de él cuando no la esperaba, y los pilló en la cama, follando como locos. Esta vez habían cambiado de escenario, pero lo que no haría ella ahora, sería entrar ni formarles un escándalo. Que disfrutaran todo lo que quisieran; al fin y al cabo, ella ya no amaba a Niko, de eso estaba completamente segura.


Sin decir nada se dio la vuelta pensando en cómo haría para dejarles una nota. Quería que su hermana y Niko fueran conscientes de que ella ya lo sabía todo y no quería volver a verlos más en su vida.
Entonces vio a un chico que iba a clase y le pidió una hoja de papel y un bolígrafo.


Momentos después, tras escribirla,  dejaba la nota en la puerta.
Jamás en su vida había tenido algo tan claro como aquello, de modo que venir aquel día a Bridgeport había merecido realmente la pena.


Miriam se dio la vuelta y se dirigió al coche.
Cuando los pilló la otra vez, aparte de llevarse el disgusto de su vida, se fue corriendo hecha un mar de lágrimas y cogió el primer tren que pilló, pero esta vez iba a ser más prudente. Conduciría tranquila el coche de Vanessa hasta llegar a su destino. Suerte que Fabio le dio su tarjeta, así sabría dónde encontrarlo nada más volviera.


Continuará

viernes, 11 de noviembre de 2016

Capítulo 11

- Miriam, estoy realmente preocupado, por eso he venido a advertirte.
Ambos habían entrado en el salón y ella en verdad lo vio serio.

- ¿De qué has venido a advertirme Fabio?


- Esta mañana antes de entrar a trabajar vine a verte, pero justo cuando me acercaba a la casa vi salir a ese supuesto novio tuyo. Al principio no sabía que era él, claro, pero cuando lo vi responder a una llamada de móvil, no tuve ninguna duda. Él se metió en su coche y bajó la ventanilla, y en vez de largarme, algo me retuvo allí y escuché sin que me viera.


-  ¿Y qué escuchaste?
Miriam se preguntaba si la respuesta a aquella pregunta despejaría sus dudas en cuanto a Niko.


- Pues al principio pareció discutir con alguien, recibió reproches, y luego ambos estuvieron de acuerdo en que no quieren que tú recuerdes lo que pasó.


- ¿Lo que pasó? – preguntó sin tener ni idea de a qué se refería.
- Si nena, ya te dije que cuando tu cogiste aquel tren repentinamente, fue por algún motivo, y al parecer ni a ese tío ni a alguien más les interesa que tu recuerdes aquello.


- Parece que le reprocharon el haber venido a verte, no vaya a ser que viéndolo a él tu recuperes la memoria ¿sabes?
- Ya…


- Miriam, cariño, - Fabio agarró una de sus manos y le alzó la barbilla para que lo mirara, - no me fío de ese hombre, no me da buena espina, no sé por qué.


- Yo sí sé por qué, - repuso ella, - estás celoso, eso es todo.
- No son solo celos y lo sabes nena. Cuando a ese hombre no le interesa que tu recuerdes es por algo, créeme.


Fabio se acercó a ella, y Miriam sintió que su corazón se desbocaba.
- Por favor mi vida, - susurró, - no te fíes, quédate conmigo.


- Oh Fabio…
- Te amo mi amor, cuando te confesé lo que sentía aquel día no te mentí, aunque estuviera absurdamente disfrazado, créeme.
- Yo… yo también fui completamente sincera.
- Lo sé, por eso te ruego que te quedes aquí conmigo. Casémonos mi vida, te adoro…


A Miriam no le dio tiempo a contestarle porque él la atrajo hacia sí, y aunque hubiera querido hablar, tampoco habría podido. Su corazón galopaba alocado y se daba cuenta de que había anhelado aquello desesperadamente y desde hacía tiempo.


Sujetándola por la barbilla, Fabio unió sus labios a los de ella y se los acarició suavemente primero.


Luego ella no pudo evitar corresponderle deseosa, y jamás ninguno de los dos supo cuánto tiempo permanecieron así.


Al final se separaron y Miriam trató de serenarse y pensar con coherencia. Aún tenía que resolver su pasado, saber lo que debía hacer.


- Fabio, Vanessa, mi compañera de piso me ha aconsejado que vuelva a ver a mis padres, que tal vez así, yendo al lugar en el que yo vivía antes, recuperaba antes la memoria y… resolvería mis dudas. Incluso me ha prestado su coche para que vuelva antes y sin que nadie me tenga que traer.


- Mejor, ojalá no tuvieras que volver a ver a ese niño bonito.
Miriam sonrió.
- Estás decidida a ir otra vez entonces ¿no?


- Sí, pero volveré ese mismo día, no tardaré, te lo prometo.
Se había apresurado a prometerle aquello al ver su expresión de tristeza y resignación. No soportaba hacerle daño.
El suspiró resignado y se sacó una tarjeta del bolsillo.
- Toma cariño, guárdala. Aquí está mi dirección, por si a la vuelta el día que vayas, quieres llegarte a mi casa.


- Gracias Fabio, y no te preocupes. No voy a desaparecer de repente.
- A veces tengo miedo de eso, - le confesó él.
- Imposible, mi… mi corazón ya está aquí.


Continuará